Exploradores y aventureros por África

Exploradores y aventureros por África

Cuando era un niño, tenía pasión por los mapas. Miraba horas y horas, Sudamérica, África, Australia, y me hundía en ensoñaciones sobre las glorias de la exploración. En aquellos tiempos había muchos espacios en blanco en la tierra, y cuando daba con uno, lo encontraba particularmente atractivo. Ponía mi dedo sobre el lugar y decía: cuando crezca, iré allí….. El Polo Norte era uno de ellos, otros se esparcían alrededor del Ecuador. Pero había uno, el más grande, el espacio en blanco más grande de todos y ese era el que me producía más ansiedad, África.

Joseph Conrad, en “El corazón de las tinieblas”

Una pequeña reseña sobre las ensoñaciones exploradoras

Pedro Páez: el primer europeo que alcanzó a ver las fuentes del Nilo Azul en el siglo XVI

Pedro Paez

La historia de Pedro Páez, el español que descubrió el Nilo Azul

Pedro Páez Jaramillo, había nacido en 1564 en la aldea de Olmeda de las cebollas (hoy Olmeda de las Fuentes), en la provincia de Madrid. En 1592, con 18 años ingresó en la Compañía de Jesús, en el colegio de Belmonte (Cuenca). En marzo de 1588 parte para Goa, en lo que sería el inicio de su vida misionera, la cual terminaría, en 1622 en Etiopía, pocos días después de la conversión a Roma del emperador copto Susinios. Paez es el descubridor de las fuentes del Nilo Azul, al sur del Lago Tana (Etiopía), al que llegó en 1618, cinquenta años antes de que lo hiciera el escocés James Bruce.

Pedro Páez fue un hombre de cualidades excepcionales, políglota, hombre de acción, intelectual y arquitecto convirtió a dos emperadores etíopes a la fe de Roma, recorrió antes que ningún europeo los territorios del Yemen, levantó un palacio en piedra de dos plantas en las orillas del lago Tana y dejó escrito un libro en portugués (que no se tradujo al castellano) que es el primer texto científico sobre Etiopía. Además, fue el primer europeo que habló del café.

Bibliografía: “Dios, el diablo y la aventura: La historia de Pedro Páez el español que descubrió el Nilo Azul” de Javier Reverte (2001)

“Historia de Etiopía” de Pedro Páez (1620)

James Bruce: se apropió del descubrimiento de Pedro Páez de las fuentes del Nilo Azul en Etiopía

James Bruce

James Bruce es conocido en el mundo de los viajes por haberse apropiado del descubrimiento de las fuentes del Nilo Azul, que en realidad corresponde, con ciento cincuenta años de anticipación, al español Pedro Páez. El escocés entra por el puerto de Massaua igual que lo hiciera Páez y sube a laos altos de Etiopía donde contempla el lago Tana y las fuentes del Nilo

El escocés James Bruce of Kinnaird tras formarse en leyes contrajo matrimonio , en 1745, con Adriana Allan, hija de un comerciante de vinos londinense, de la que quedaría viudo a los pocos meses. Desde entonces, viaja por Europa, comenzando su viaje por Galicia, Portugal y Andalucía. Tras ser nombrado cónsul británico en Argel, recorre el norte de África y, entre 1768 y 1782 remonta el Nilo y bordea el Mar Rojo hasta Etiopía, para seguir por Sudán, donde permanece varios meses. Regresa en 1774 a Londres, donde es admitido como miembro de la Royal Geographical Society, aunque las historias de sus viajes terminan siendo poco creíbles por los socios de la institución. En 1776 se retira a Escocia donde se vuelve a casar y se dedica a escribir el libro de sus viajes, “Travels to Discover the Source of the Nile”.

Se considera a este explorador escocés como el primer viajero por África. Noble, rico, apuesto y lujosamente ataviado, viajaba simplemente por curiosidad, sin intereses religiosos o económicos. Asentado en Sennaar, la corte sudanesa, descubrió las fuentes del Nilo Azul y creyó que era su rama principal.

“Viajes para el descubrimiento de las fuentes del Nilo” de James Bruce, 1788

Mungo Park: médico y explorador escocés destacó por sus estudios sobre las fuentes y rumbo del río Niger

Mungo Park

Mungo Park nació el 11 de septiembre de 1771 en Selkirk, Escocia, en una granja que su familia tenía arrendada. Se formó como cirujano junto a Thomas Anderson, que luego sería su suegro. En 1795, comenzó el primero de sus viajes a las regiones interiores de África, con la intención de seguir el curso del río Niger. Después de tan penosa experiencia, que duró dos años y medio, regresó a Escocia, donde se casó y tuvo cuatro hijos. Ejerció la medicina y se hizo amigo de Walter Scott. Pero en 1803, le ofrecieron realizar una segunda expedición, aceptó encantado. En 1805 comienza a descender desde Bamako (Mali) el río Niger, pero no regresaría con vida.

Viajes a las regiones interiores de África

A finales del siglo XVIII, Mungo Park, ofrece sus servicios a la African Association para trazar y estudiar el curso del río Niger. La asociación lo acepta y así da comienzo una de las mayores aventuras que han tenido lugar en el interior de África. Park soporta unas condiciones extremadamente duras pero, gracias a su fortaleza física y a su fe en el buen fin de la expedición, consigue salvar la vida y regresar a Inglaterra, cuando ya todo el mundo le daba por muerto. (Escocia 1971-Busa (Nigeria) en 1806)

René Caillié: el primer europeo en visitar la ciudad mágica de Tombuctú y vivir para contarlo

René Caillie

(1799-1838) Salvo el amor de su hermana Celeste, todo fueron desdichas en la vida de este viajero francés, el primer europeo que oficialmente pudo entrar en Tombuctú y regresar vivo. Soñador de mapas y libros, a los diecisiete años llegó a Senegal y aguardó una oportunidad para unirse a una caravana que viajara al interior de África.

Lo intenta de nuevo dos veces más, hasta que en 1827 consiguió iniciar su aventura. Antes había pasado dos años en Sierra Leona trabajando para reunir dinero con que pagar su viaje, estudiando árabe y el Corán. No espera más cuando al enterarse de que la “Royal Geographical Society” de París ofrecía diez mil francos a quien lograra una hazaña que varios habían intentado perdiendo la vida.

Se oculto bajo el nombre de Abdalá y haciéndose pasar por egipcio, se unió a una caravana de mercaderes mandingas y después de un durísimo viaje de un año llegó por fin a Tombuctu (apodada «la ciudad de los 333 santos», es una ciudad situada a siete kilómetros del río Níger, capital de la región homónima, en la República de Malí) la ciudad con la que había soñado desde niño.

Profundamente decepcionado ante la realidad de la ciudad, salió de ella quince días más tarde, el 2 de mayo de 1828, y regresó con otra caravana a través del Sahara en un penoso viaje, hasta Tánger. Cobró el premio, recibió algunos honores, pero le olvidaron pronto. Casado y cargado de hijos se retiró al campo, donde murió pobre, a los treinta y ocho años, sin conseguir que el gobierno le financiara nuevos viajes hasta la desembocadura del Niger.

Bibliografía: “Journal d’un voyage á Temboctou et á Jenné, dans l’Afrique Centrale” de René Caillié, publicada en 1830

David Livingstone: el explorador evángelico

David Livingstone

El famoso explorador escocés, uno de los más populares de su tiempo gracias sobre todo a los relatos de Stanley, supo unir su fervor misionero y antiesclavista con sus servicios a los intereses mercantiles británicos. Mientras trabajaba en una hilandería durante catorce horas diarios, desde los diez años, aprendió latín y luego medicina en Glasgow, con lo que pronto fue aceptado en la Congregación de Misioneros. Como tal fue enviado a África en 1840 y allí habría de morir treinta y tres años más tarde.

Nació el 19 de marzo de 1813 en Blantyre (Escocia). Estudió medicina y teología en Glasgow. Ofreció sus servicios a la Sociedad Minera de Londres, y en 1840, partió hacía África del Sur. Trabajó como misionero entre los bechuana y, enamorado del país y de sus habitantes, decidió explorar regiones a las que ningún europeo había llegado, con el fin de establecer rutas comerciales que luego facilitarían la labor misionera. Nunca hubiera imaginado el joven médico escocés David Livingstone, cuando en 1840 se embarcó hacía África del Sur para enseñar el evangelio, que se iba a convertir en uno de los exploradores más admirados de nuestra civilización.

Cruzó el desierto del Kalahari con su familia, y tras decidir enviarla a Gran Bretaña, se internó durante cuatro años en las regiones inexploradas de Zambia, recorriendo de Angola a Mozambique y descubriendo las Cataratas Victoria.

Difícilmente puede discutirse que, de todos los aventureros victorianos, es el que tuvo mayor templanza reforzada por su fe religiosa. Ambas circunstancias, el valor como aventurero y la piedad como cristiano, explican el atractivo que David Livingstone tuvo para sus contemporáneos, que no podían dejar de contemplar a este como el paradigma de virtudes envidiables.

Bibliografía: De entre las biografías de Livingstone cabe destacar R. Coupland “Livingstone’s Last Journey”, Londres, 1945 y T. Jeal, “Livingstone”, Londres, 1973.

Por lo que se refiere a Stanley, sus biografías no resultan desdeñables. Merece la pena, Ian Anstruther, “I presume: Stanley’s Triumph and Disaster”, Londres, 1957, y R. Hall, “Stanley An Adventurer Explored”, Londres, 1974.

Richard Francis Burton: el explorador que nació para descubrir tierras lejanas

Richard Francis Burton

Con Richard Burton se cumple a la perfección el proverbio de Shakespeare “Algunos nacieron para descubrir islas lejanas”. Sus viajes fueron innumerables, desde los veintiún años.

Incansable, habilísimo con la espada, hablaba más de treinta lenguas diferentes, escribió ochenta libros con historias de sus expediciones y se interesó más por las culturas entre las que vivió que por sus posibilidades de comercio, conquista y colonización, que eran las inquietudes propias de su país.

Fue el primer europeo que realizó una peregrinación a la Meca, disfrazado de jeque afgano, y su máxima pasión fracasada fue la de descubrir las fuentes del Nilo.

Casado desde 1861 con Isabel Arundell, esta mujer lo acompaño en algunos de sus viajes por Brasil (donde Burton trabajó como cónsul)

Burton (Torquay, Inglaterra 1821-Trieste, Imperio Austro Hungaro 1890) no sólo fue un gran explorador y aventurero, sino también un extraordinario filólogo. Con 22 años se enroló en el ejército y fue enviado a la India, donde pasaría siete años. Luego consigue un permiso para viajar a Arabia, donde peregrina, haciéndose pasar por musulmán, a la Meca y Medina. Y desde 1854 comienzan sus exploraciones africanas de los Grandes Lagos junto al capitán Speke y con el apoyo de la Royal Geographical Society.

En 1858 ambos descubren el Lago Tanganika y más tarde Speke alcanza el lago Victoria que declara como las fuentes del Nilo Blanco. La controversia entre ambos exploradores acabaría en Oxford con el trágico final de la muerte de Speke en un accidente de caza. (A Richard Burton lo hace Jorge Luis Borges protagonista de El Aleph).

En su libro “Las Montañas de la Luna“. La polémica entre Burton y Speke se resume así. Burton enfermo y exhausto, no acompañó a Speke al lago Victoria Nyanza y por tanto no participó de la gloria del descubrimiento de las fuentes del Nilo Blanco, que además puso, en entredicho. Tendría que ser Stanley quien, años después, diera la razón a Speke.

Bibliiografía: Apenas unas semanas después de la muerte de Speke, Burton publicó su “Nile Basin”, donde aniquilaba las teorías de Speke de forma dudosamente ética.

Muy interesantes son los relatos de la expedición que Burton y Speke escribieron. De ambos existe la versión española: Richard Burton, “Las Montañas de la Luna, En busca de las fuentes del Nilo”, Madrid, Valdemar, 1998 y J.H. Speke. “Diario del Descubrimiento de las Fuentes del Nilo”, Madrid, Espasa Calpe, 1999.

Samuel Baker: el insaciable cazador

En ocasiones resulta difícil desentrañar las razones que llevan a una persona a convertirse en aventurero. En el caso de Richard Burton representó un papel importante, la búsqueda de nuevos conocimientos, en el caso de David Livingstone, nos encontramos con causas espirituales, en el de James Brooke con el deseo de llevar la civilización al otro extremo del mundo. Samuel Baker, por ejemplo, emprendió su carrera de aventurero guiado por el deseo de cazar.

Pocos viajeros vivieron en África tantas aventuras como este millonario escocés de la época victoriana, extravagante, enérgico, valeroso y altanero. Obsesionado por cazar. Antes de su gran viaje con la excusa de buscar las fuentes del Nilo ya había estado matando animales en Ceilán, en Anatolia y en otros lugares. “Baker del Nilo”, viudo compró una mujer húngara llamada Florence, joven, hermosa y rubia, veintiún años más joven que él; se casó con ella, y sería su valerosa compañera en sus intensas correrías por África en los años 1862-1865 y 1869-1874.

(¿Llegue verdaderamente a las fuentes del Nilo?. No fue un sueño. Tenía un testigo a mi lado; la devota compañera de mi peregrinaje a quien debo el éxito y la vida: mi mujer. Samuel Baker en su libro «The Albert Nyanza«, 1986)

Los textos de los Baker no son muy numerosos pero, en conjunto, existen un par de biografías notables. La primera es la de Dorothy Middleton “Baker of the Nile”, Londres, 1949 y la segunda la de Richard Hall “Lovers on the Nile”, Nueva York, 1980. También pueden leerse “Sir Samuel Baker: His Life and Adventures”, Londres, 1894 de A.L. Lomax; “A Memoir”, D.T. Murray y S.A. White.

Los escritos del propio Samuel Baker, “The Albert N’yanza”, Londres y Nueva York, 1866, 2 vols. “The Nile Tributaries of Abyssinia”, Londres, 1867 y “Cast Up by the Sea”, Londres y Nueva York, 1869.

John Hanning Speke: el explorador que murió sin el merecido reconocimiento a su hazaña, accidente de caza o suicidio

Speke en el Hotel Speke Kampala

El 16 de septiembre de 1864 debía dar inicio un debate geográfico de especial relevancia. De hecho había provocado las reacciones más encarnizadas en el curso de los últimos años. Sin embargo, cuando estaba a punto de comenzar, un rumor se deslizó por la sala. El día anterior, a las cuatro de la tarde, uno de los participantes esenciales para la discusión había perdido la vida mientras se encontraba cazando en las tierras de un primo. Una bala le había herido en el pecho, causándole quince minutos después la muerte. Así, aparentemente terminaba un enfrentamiento que se había iniciado años atrás y que intentaba esclarecer de una vez por todas el problema del origen de las fuentes del Nilo. Speke había muerto.

Apenas unas semanas después de la muerte de Speke, Richard Burton publicó su “Nile Basin” donde aniquilaba las teorías de Speke de forma dudosamente ética.

Nacido en 1827 en Devon en el mismo condado que Richard Burton, pero seis años más joven que aquel, John Hanning Speke fue destinado, con sólo diecisiete años, a la India, donde participó en la primera guerra contra los Sijs. En los años siguientes exploró la región de los Himalayas, escaló el Everest y visitó el Tibet. En 1854 realizó el primero de sus viajes con Richard Burton, en el que ambos acabaron seriamente heridos.

John Haning Speke

Los primeros occidentales que descubrieron el lago Tanganica fueron Richard Burton y John Speke, exploradores británicos, el 13 de febrero de 1858. Llegaron a la parte septentrional del lago buscando las fuentes del Nilo.

Speke continuó y descubrió la auténtica fuente del Nilo, el lago Victoria

Celebración del descubrimiento del Lago Victoria por Speke

Diario del descubrimiento de las Fuentes del Nilo

De regreso de Ujiji, tras descubrir el lago Tanganica, Speke y Burton, escuchan hablar a los nativos sobre la existencia de un gran mar interior, que, a pesar de su transitoria ceguera y su frágil salud, Speke decide explorar. Burton está demasiado débil para acompañarlo. En un viaje de cuarenta y cinco días, Speke descubre sólo el lago Victoria y determina que aquella es la fuente del Nilo Blanco. Al año siguiente, en 1860, Speke regresaría de nuevo al lago Victoria con J. A. Grant, que había participado como él en la guerra contra los Sijs

John H. Speke el río Nilo saliendo del Lago Victoria Uganda

La fama de Speke comenzaba en este momento a labrarse, al mismo tiempo que Burton se hundía en su propio fracaso.

Speke descubre el Lago Victoria, la fuente del Nílo

A su regreso, el enfrentamiento entre los dos exploradores alcanzo su punto más alto. Decidieron volver a Zanzibar. No volvieron a hablar del Nilo durante el viaje de vuelta. Llegaron a Zanzibar el 4 de marzo de 1859, dos años después de su partida.

Richard Burton: “Las montañas de la Luna”, y “En busca de las fuentes del Nilo”, Madrid, Valdemar, 1998 y J. H. Speke :”Diario del descubrimiento de las fuentes del Nilo,” Madrid, Espasa Calpe, 1999.

https://sonsolesmeana.com/richard-burton-y-john-speke-locos-por-encontrar-las-fuentes-del-nilo/

Henry Morton Stanley: un explorador con un oscuro pasado en el Congo

Henry Morton Stanley descubrió Las Montañas de la Luna Uganda

El verdadero nombre de Henry Morton Stanley era John Rowlands. Había nacido en Gales en 1841. Abandonado por su madre, se crió en un asilo de caridad en condiciones muy duras. A los 18 años viajó a Estados Unidos enrolado como grumete en un barco de carga que lo llevó a Nueva Orleans.

Llegado al puerto, un comerciante lo adoptó y le dio su propio nombre: Henry Stanley. Mas tarde luchó en la guerra de Secesión, pero en los dos bandos. Viajó por su nueva patria y por Asia. Se hizo periodista.

Fue enviado por su periódico a África en busca del doctor David Livingstone al que se consideraba perdido después de vagar durante tres años por el continente. Sus crónicas y los viajes que hizo a su lado lanzarían a la fama a aquel hombre pequeño y robusto, enérgico y nervioso, de mirada dura y ceño fruncido, agresivo y muy reservado y sobre todo un reconocido racista.

Stanley con sus innumerables viajes, descubrimientos y aventuras llenó de datos los inmensos espacios que aparecían en blanco en los mapas de África: cruzo el continente del Índico al Atlántico, exploró el río Congo, los lagos Victoria, Alberto y Tanganica, descubrió las Montañas de la Luna.

En viajes posteriores, ocuparía colonialmente el actual Congo para el rey Leopoldo II de Bélgica (desde 1879 hasta 1884). Además, acudiría al falso rescate de un excéntrico médico judío alemán convertido al islamismo, Emin Pachá. Falleció en Londres el 10 de mayo de 1904.

Viaje en busca del doctor David Livingstone

Henry Morton Stanley

En 1869, el joven reportero Stanley estaba en Madrid, en una pensión de la calle de la Cruz, trabajando en unas crónicas sobre el general Prim, nuevo jefe del gobierno, para el periódico “The New York Herald”. Recibió un telegrama de su director, Gordon Bennet, citándolo con urgencia en París. Se encontraron pocos días después en el Grand Hotel.

“Encuéntreme a Livingstone, le ordenó Bennet. Pero antes, asistirá usted a la inauguración del canal de Suez y desde allí remontará el Nilo. Cuando suba por el río Nilo, hágame una descripción de todo cuanto haya interesante para los viajeros aficionados y prepare una guía practica en la que de a conocer todo lo que merece ser visto y la manera de verlo…..etc

David Livingstone estaba obsesionado por averiguar dónde estaban las fuentes del río Lualaba que según él era el Alto NIlo (pero se trataba en realidad el Alto Congo). El 15 de julio de 1871 una pelea trivial, motivada por el precio de un pollo, había causado en Nyangwe una terrible matanza de africanos indefensos, murieron unos cuatrocientos, bajo las balas de los mercaderes de esclavos árabes. Livingstone furioso abandono a los negreros y corrió a refugiarse en Ujiji, al otro lado del lago Tanganica, donde esperaba encontrar provisiones y correo. Estaba abatido y con los pies llenos de úlceras.

Stanley llega a Ujiji porque le habían hablado que había un hombre blanco con una barba gris. Por fin, llegó la hora de su encargo.

Así lo cuenta Stanley:

Nos econtrábamos a trescientos metros de Ujiji y me rodeaba una espesa muchedumbre. De pronto, oigo a mi derecha:

Buenos días, señor.

“Sorprendido al escuchar ese saludo entre una multitud de negros, me volví enseguida para ver de donde procedía y lo vi a mi lado. Pregunté:

“Doctor Livingstone, I presume?

Si, dijo él con amable sonrisa, levantando ligeramente su gorra.

Devolví mi sombrero a la cabeza y él hizo lo mismo y ambos nos dimos las manos y entonces dije en voz alta:

“Doy gracias a Dios, doctor por haberme permitido verle”

El respondió: ” Me siento muy agradecido de estar aquí para darle la bienvenida”

Encuentro entre Stanley y David Livingstone

Pocos acontecimientos han tenido tanta trascendencia mundial como el encuentro el 10 de noviembre de 1871 en Ujiji entre el periodista Henry Morton Stanley y David Livingstone, que supuestamente llevaba tres años desaparecido para el público europeo y americano.

La famosa frase “Doctor Livingstone I presume?” ha dado la vuelta al mundo como un ejemplo de flema británica. Livingstone ya no regresaría a Inglaterra y moriría en Zambia dos años después.

Stanley, por su parte, se convertía en uno de los exploradores más famosos y controvertidos del siglo XIX, culminando su carrera en el Congo al servicio de uno de los mayores asesinos de nuestro tiempo, el rey Leopoldo II de Bélgica.

Por lo que se refiere a Stanley, sus biografías no resultan desdeñables. Merece la pena, Ian Anstruther, “I presume: Stanley’s Triumph and Disaster”, Londres, 1957, y R. Hall, “Stanley An Adventurer Explored”, Londres, 1974.

Manuel Iradier: un español en el Golfo de Guinea

Manuel Iradier y Bulfy (Vitoria, 1854) es el mejor exponente español de los exploradores decimonónicos de África. Profundamente humanista, liberal y librepensador, fundó la Asociación Eúskara La Exploradora, cuyo lema era “Conocer lo desconocido”.

Manuel Iradier aún no había cumplido los diecinueve años cuando se enteró de que el famoso reportero Henry Morton Stanley estaba de paso en su ciudad, Vitoria. Corría el año 1873, e Iradier, que soñaba desde niño con ser explorador, pidió consejo a Stanley, quién le sugirió que se adentrara en el continente africano a partir de las islas que España poseía en el golfo de Guinea.

Un año después, acompañado de su mujer y su cuñada, el joven emprendió un apasionante periplo y comprobó en carne propia la enorme dureza del oficio de explorador, las enfermedades se cebaron en él, y vivió con angustia la muerte de su hija primogénita, enterrada al pie de un caobo en Fernando Poo.

A su regreso a España, Iradier siguió acariciando su sueño en África, y en 1884 logró que le enviaran en misión oficial al golfo de Guinea, de manera que propició la colonización española del Rio Muni, la parte continental de la actual Guinea Ecuatorial.

Con la salud minada y sin ver reconocida su obra exploradora, la vida de Iradier fue un cúmulo de infortunios, inventor sin suerte, empleado de compañías de ferrocarril que quebraban y de compañías mineras sin porvenir, el hombre nunca se rehizo ni supo encaminar su futuro profesional.

Falleció olvidado por los suyos, en 1911, a la edad de cincuenta y siete años, en una localidad segoviana.

De esta experiencia nació “África“, el libro donde se recogen las memora de Iradier. Fue un hombre sensible y apasionado, que soñó con África y tuvo el valor de ser fiel a sus sueños incluso en las condiciones más adversas.

Verney Lovett Cameron: Cameron fue el primer europeo en cruzar África Ecuatorial de costa a costa

Cameró Verney Lovett

Nació en Radipole, Inglaterra, en 1844. Se alistó en la Armada Británica en 1857 apenas con catorce años, tomando parte en la campaña abisinia de 1868 y en la lucha contra la trata de negros en África Oriental.

Fue elegido en 1872 por la Royal Geographical Society para asistir a David Livingstone en una de sus expediciones en torno al lago Tanganica y los ríos de la región trazando los cursos del Congo y Zambeze hasta llegar a la costa occidental en Angola el 7 de noviembre de 1875.

Por su hazaña, en 1876 recibió la medalla de oro de la Royal Geographical Society. Un año después, publicaría su libro “Across África“. Falleció en 1894 al caer de un caballo.

En sus memorias, “A través de África” (Ediciones del Viento, 2010; Trad. Susana Carral Martínez) traza algunas de las ideas que guiarían el colonialismo británico. Acompañó a Richard Francis Burton con el que escribió “A la Costa de Oro por Oro” (1883).

Arthur Rimbaud: el poeta maldito que se hizo comerciante en Harar, Etiopía

Arthur Rimbaud

Arthur Rimbaud nace en Charleville Francia, en 1854. Hijo de un militar y segundo de cinco hermanos, muy pronto sufrió el abandono del hogar por parte de su padre, dejando a los hijos a cargo de una madre autoritaria.

Rimbaud Paul Verlaine se conocieron en 1871, cuando el primero sólo contaba con 16 años, y envió a Verlaine algunos de sus poemas, Verlaine se interesó por el joven. Tras una relación tormentosa, su historia de amor de sexo, drogas y problemas con la ley, se acabó en 1873 cuando el autor de «Poemas bajo Saturno» disparó a Rimbaud en la mano después de que amenazara con abandonarle.

Paul Verlaine y Rimbaud en París

Verlaine pasó 555 días en prisión por disparar a Rimbaud, que sobrevivió con heridas leves y no denunció a su agresor.

Regresó a Charleville, donde escribió “Una temporada en el infierno” y, en 1874 viajó a Londres, donde finalizó sus “Iluminaciones”. En 1880 llega a Yemén y permanecerá a ambas márgenes del golfo de Arabia hasta su regreso a Marsella, en 1891 con una pierna gangrenada, cuya amputación no lograría evitarle la muerte.

Arthur Rimbaud en África

Rimbaud en Etiopía

En 1880 Rimbaud también llega a Harar, Etiopía. En Harar comercia con cuero, café y sobre todo con armas. 

Harar significaría el punto de escisión entre las dos más importantes etapas en la vida de Rimbaud; entre sus años como poeta y su trabajo como comerciante. Muere con 36 años.

Roger Casement: un explorador luchador por los derechos humanos

Roger Casement en el Congo

Roger Casement nació en Dublin, en 1864. De niño se trasladó con su familia a Londres pero regresaría a Irlanda tres años después.

En 1884 se desplazó al Congo para trabajar en el África International Association, y conoció a Henry Morton Stanley. En 1890 conocería también a Joseph Conrad, al que aconsejo sobre la navegación sobre el río Congo (que daría lugar a la novela “El corazón de las tinieblas“).

En 1903 ante las noticias sobre las atrocidades que se están cometiendo en el Congo bajo dominio del rey belga, Leopoldo II, es enviado para redactar un informe, que resulta demoledor.

En 1906 viaja a la Amazonia peruana, para investigar a la cauchera Peruvian Amazon Company. Por ello, es nombrado Caballero del Imperio Británico. No obstante, los sentimientos nacionalistas que dormían en su interior afloran, y en la Gran Guerra, procura el apoyo de Alemania a la causa irlandesa, lo que le acarrea la pena de muerte. Fue ejecutado en Londres el 3 de agosto de 1916. Hoy es considerado un luchador por los derechos humanos.

La tragedia del Congo

Cuando en 1876, Leopoldo II de Bélgica creó la Asociación Internacional Africana y financió luego la expedición de Stanley al río Congo (1879-1884), se estaban poniendo las bases para una de las mayores tragedias de la humanidad.

Al principio, tanto Europa como los Estados Unidos apoyaron lo que creyeron que era una misión humanitaria y civilizadora. Pero en realidad se estaba permitiendo que uno de los peores monstruos de la historia, diese rienda suelta a sus ansias de riqueza sin que nadie supiera lo que estaba de verdad ocurriendo, el exterminio cruel de los habitantes del Congo. Cuando comenzaron a surgir textos de denuncia, la opinión pública empezó a ser consciente de la realidad.

El informe del cónsul británico Roger Casement sobre la situación en el Congo en 1903 constituye una obra terrible y un documento espeluznante sobre la masacre perpetrada por el rey de los belgas, Leopoldo II en Congo. Además, “La tragedia del Congo” representa un magnifico libro de viajes. Lamentablemente y por presiones de Leopoldo II, el texto tardó en publicarse y cuando lo hizo, estaba seriamente censurado, sin dar nombres de lugares ni de personas y obviando muchos detalles.

André Gide: el hombre que provocó una verdadera convulsión social en Francia por su libro “Viaje al Congo”

André Gide

André Gide nació en París en 1869. En 1891 publicó su primer poemario , “Les cahiers d’André Walter”. Poco después viajó a Argelia donde conoció a Oscar Wilde, al que apoyaría enérgicamente durante el proceso al que éste fue sometido y que lo llevó a prisión por homosexualidad y sodomía en plena era victoriana.

En 1895, Gide se casó con Madeleine Rondeaux, si bien nunca consumaría el matrimonio, como reconocería muchos años después en su novela “Et nunc manet in te“. No obstante en 1923 tendría una hija con Elizabeth Van Rysselberghe.

En 1896 fue alcalde de una comuna de Normandía. En los años sucesivos publica “Los alimentos terrestres”, “Prometeo mal encadenado” y “Cartas a Ángela”. Simpatiza con el ideal comunista pero tras su visita en verano de 1935 a la Unión Soviética, regresa desencantado y un año después publica “Regreso de la URSS” que Rubén Dario traduce al español. En 1947 recibió el Premio Nobel de Literatura. Fallece el 19 de febrero de 1951 en París.

Viaje al Congo

En julio de 1925, André Gide, junto con su joven amante, el fotógrafo Mark Allegret, emprendió un viaje a las posesiones francesas de África ecuatorial como enviado especial del Ministerio para las Colonias.

De aquella estancia, que duró, aproximadamente un año, surgió “Viaje al Congo” una dura crítica a la política colonial francesa. El libro, que provocó una verdadera convulsión social en Francia, no es tan sólo un testimonio vivo de una de las actuaciones más infamantes del hombre blanco en el continente negro, sino uno de los grandes exponentes de la literatura de viajes de todos los tiempos.

Charles G. Gordon: un mártir victoriano y el héroe de Jartum

Charles Gordon

Los sucesos de la Guerra mahdista (1881-1899), que estalló en el Sudán como consecuencia del avance incontenible de un movimiento fundamentalista islámico fueron la causa de la tragedia de Gordon en Jartum. El final de dicha revuelta no sería otro que el asedio de Jartum y la muerte el 26 de enero de 1885 del oficial al mando de su defensa, el popular general Charles George Gordon.

Una muerte que tiene todos los ingredientes de la perfecta tragedia victoriana: el martirio del héroe abnegado, ejemplo de rectitud, abandonado por su timorato Gobierno de Londres cuyo sacrificio, sin oponer resistencia, a manos de «salvajes», transformaba una cruenta derrota y una afrenta nacional en una suerte de victoria moral ante sus enemigos.

La muerte de Charles Gordon en Khartoum

La imagen de su solitaria figura, esperando serenamente su destino en lo alto de la escalera del palacio del gobernador frente a la barbarie, se convertiría en encarnación de los valores civilizadores victorianos y en justificación no solo de la posterior reconquista del Sudán en 1898 sino también de la ulterior expansión imperial británica en África.

Bibliografía:

“Explorers of the Nile: The Triumph and Tragedy of a Great Victorian Adventure”, Tim Jeal; “Exploradores y viajeros por África”, Eduardo Riestra, Ediciones del Viento; “Viajeros intrèpidos”, Jesús Torbado, Planeta; “Los exploradores de la reina y otros aventureros victorianos”, Cesar Vidal; “Dios, el diablo y la aventura”, Javier Reverte.

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