Masai Mara el gran tesoro de la vida salvaje
(Continuación de Samburu Reserve y Lago Naivasha)
Un viaje de 24 días por Kenia, tercera parte
Masai Mara, el hechizo
Llegar a la Reserva Nacional de Masai Mara es volverte loco. Nada de lo que has visto anteriormente se parece, ni el Parque Nacional de Etosha, Desierto del Kalahari, Parque Nacional del Kruguer, Parque Nacional de la Pendjari, etc.
La Reserva Nacional de Masai Mara lo reúne todo. A la puerta, ambiente, mucho ambiente, mujeres y hombres masai embutidos en las shukas (los masai se visten con la conocida y tradicional “manta masai”, cuyo nombre original en idioma masai es shuka que significa “envoltorio del cuerpo”. Consiste en una tela de colores con dibujos geométricos que se anuda sobre los hombros o alrededor de la cintura como una falda). Además, llevan cuentas de colores adornando el cuello y pelo.
Los masai se acercan, revolotean y amontonan junto a los coches que entran en la reserva intentando vender su artesanía. Un espectáculo de color único.
La teoría más extendida sobre el origen de la shuka de los masai es que llegó a través de los misioneros escoceses que llegaron a Kenia. Es cierto que el estampado y los colores se parecen.
En 1895 ya existía al menos una misión, la África Inland Mission establecida por un escocés estadounidense.
Los masai de Masai Mara
Masai significa hablante de maa. La zona de ocupación de los masai también ha ido variando con el tiempo. En el momento en que los europeos entraron en contacto con los masai de manera más habitual a finales del siglo XIX, la tribu estaba en el ocaso de su poder y decadencia.
Esta comunidad nómada se había extendido procedente de Sudán por todo el valle del Rift keniano. Tenían fama de guerreros implacables siendo, altos, fibrosos, valientes, capaces de resistir duras marchas en muy poco tiempo.
Aunque los masai no estaban muy interesados ni en conquistar territorio, mujeres o esclavos, sus batidas para robar ganado eran frecuentes. Sin embargo, cuando los blancos llegaron a Kenia estaban muy debilitados.
En torno a 1890 hubo una plaga de peste bovina y el ganado masai se redujo a la nada, muchos masai murieron de hambre y su población se redujo en dos tercios, esto unido a otra epidemia de viruela y a una severa sequía hicieron que su fragilidad y declive fueran más fuertes. Los británicos se ganaron a la tribu sin tener que someterla a la fuerza.
Hoy día, viven en asentamientos llamados “zamoras”, círculos de cabañas hechas de ramas y rodeadas de paja para rodear el rebaño. Su vida esta llena de ceremonias y celebraciones, que empiezan con el nacimiento. Los masái dividen los grupos de edad en niñez, guerrero menor (moran), guerrero mayor, adulto menor y adulto mayor. Cada generación de hombres constituye un grupo que pasa sucesivamente por cada grado de edad. Después de la circuncisión, los chicos se vuelven hombres y guerreros menores. Antiguamente, para convertirse en adulto, tenían que pasar una prueba que consistía en cazar un león.
Eso ahora ha cambiado porque su nueva vida hace que el bienestar de los masais que viven en Masai Mara dependa tanto de la supervivencia de sus vacas como de la supervivencia de los leones. Ahora los masai se dedican a rastrear para los miles de turistas que cada año viajan desde todos los continentes hasta el Parque Nacional de Masai Mara.
Un ambiente de color rodea la entrada del gran parque. Nos recoge la gente de “Enkewa Mara Camp”, el campamento del mallorquín, José Serrano. Dicen que José disfruta tanto con su trabajo que contagia su entusiasmo.
A la puerta viene a buscarnos Pere, un masai rastreador de sonrisa abierta y dulce, machete al cinto, abalorios varios y la shuka atada a la cintura y cuello. Viene con Jacob que no es masai sino samburu pero que cayo por aquí, y aquí se quedó. Nos van a acompañar los días que pasemos en la reserva.
Pere nos suelta nada más vernos que los masai saben leer señales que nosotros no vemos. Por ejemplo, si estamos buscando un leopardo…, por cómo están ubicados los animales alrededor, el masai rastreador intuye o sabe que el leopardo pudiera estar allí (nos señala con el dedo una colina cercana) aunque no lo haya visto aún.
Para los masai antes la fauna era una amenaza. Ahora saben que proteger animales y entorno es clave para mejorar sus vidas y el futuro de sus hijos.
Los masai son rastreadores de animales. José Serrano trabaja con los masai. Los rastreadores son fundamentales para encontrar animales. Esa es la gran diferencia entre ir con buenos rastreadores que ven señales por todas partes o no.
Nos vamos de safari en un coche abierto. En cuanto entras en Masai Mara, te das cuenta de que no tiene que ver con nada. Hay cientos, digo miles de animales desde el primer momento.
Masai Mara es absolutamente único e irrepetible
Camino del “Enkewa Mara Camp” hemos visto de todo. Una increíble manada de cientos y cientos de búfalos mirándonos desafiantes. Ha sido estremecedor.
Además, el paísaje y la temperatura de Masai Mara tampoco se parecen a nada. Es un clima frío y con viento. Parece ser que esa fría brisa procede del lago Victoria que queda muy cerca de aquí.
Es un horizonte verde con árboles esparcidos, grandes extensiones llenas de búfalos, ñus, cebras, impálas, antílopes, elam, toda la variedad de la naturaleza salvaje.
Pere y Jacob nos explican minuciosamente cada detalle. Son fantásticos estos chicos del “Enkewa Mara Camp”
“Enkewa Mara Camp”
Al llegar al campamento la gran sorpresa. Se encuentra escondido en un bosque. Es increíble. Dos tiendas de campaña nada más entrar. Los masai nos dan la bienvenida con unos exquisitos zumos de sandía.
Una de las dos grandes tiendas es el living room con cómodos y acogedores sillones rodeando un par de mesas de tosca madera. Una librería llena de libros sobre Masai Mara y los masai hacen las delicias del viajero.
La otra gran tienda es para desayunar, comer y cenar con seis mesas dispuestas de tal forma que es imposible no charlar con los vecinos de mesa y acabar contando las anécdotas y sorpresas del día.
A continuación, nos llevan a nuestra tienda y entonces, la traca final. Francamente en Madrid, no tuve tiempo ni de echar un vistazo, confiamos en José y nos pusimos en sus manos. La tienda es fantástica, enorme y cómoda. Una gran cama la preside, gigantesca, un baño imponente y un pequeño cuarto de estar. Además, en el exterior tiene unas sillas de campamento para disfrutar de la impresionante sábana.
Nos avisan que a partir de las siete de la tarde, no se puede ir solo de nuestra tienda de campaña (donde vamos a dormir) al centro del campamento (donde se encuentra el living room y la tienda donde se cena) sino que un masai vendrá a buscarnos. Los leones merodean por los alrededores y José Serrano tiene a su gente controlando todo.
Un masai nos explica cada detalle de la vida del campamento avisándonos que de madrugada, nos vamos de safari. Antes hemos conocido a dos parejas que coinciden con nosotros en “Enkewa Mara Camp”. Unos médicos del Hospital Vall de Hebron y otra pareja de Jaén. Carlos lleva la voz cantante cuando se habla de covid y de malaria.
Primer safari en Masai Mara
A las cinco y media de la madrugada viene un masai a por nosotros para salir de safari. Nos vamos solos con Jacob y Pere. Masai Mara es el top de la naturaleza salvaje.
La diferencia, es que aquí se ve a los animales interactuar
Hay muchos y el paisaje no tiene apenas árboles, así que los puedes ver cazar y sobrevivir de la manera más brutal.
Lo primero buscar un leopardo y lo encontramos en un árbol descansando. Es muy difícil verlos.
El leopardo comienza a desperezarse. Trepa a lo más alto del árbol. Otea alrededor, se le ve incómodo y oh, sorpresa, desciende rápido ante nuestro estupor. Atento estudia con sus sensores la situación echándo un ojo a un facocero (jabalí africano) con sus retoños. En menos de un segundo agarra a uno de los pequeños llevándoselo entre las fauces ante la desesperación de la madre. Todavía no nos podemos creer lo que vemos y sólo llevamos unas horas en Masai Mara.
Empieza a lamer al pequeño facocero que todavía esta vivo, chillando y moviéndose. El leopardo le chupa y lengüetea preparándole para el festín. La escena es brutal. A continuación, le empieza a hincar el diente por la cabeza. Todavía sigue vivo. No le mata, literalmente, se lo come vivo.
Nos hemos quedado mudos y estresados, demasiada tensión. Con la boca llena de sangre, dejamos al leopardo acabar el banquete.
Hay animales a cientos, a miles por todas partes. Hemos visto de todo en las dos horas que llevamos de safari.
Masai Mara está lleno de leones, es muy fácil verlos
Llegamos al campamento muy agitados por la experiencia. En la tienda de campaña que hace de living room, tomando un vinito frío coincidimos con los compañeros de campamento. Ellos durante su safari también han visto la naturaleza brutal en esencia.
Acabada la cena que ha sido espectacular, un masai nos acompaña a nuestra tienda. El campamento es abierto y hay que extremar las medidas de seguridad.
Al acostarnos dentro de la cama, dos bolsas de agua caliente que vienen de locura en la fría noche de Masai Mara. Hemos tenido un pequeño vendaval por la brisa procedente del cercano Lago Victoria. La tienda de campaña no paraba de moverse con el viento.
Segundo día en Masai Mara
Masai Mara significa la naturaleza más despiadada, violenta y cruel pero fantástica y fascinante. Aquí sobrevivir un día es un gran desafío.
De madrugada nos esperan Jacob y Pere para hacer un nuevo safari. Otras dos bolsas de agua caliente y unas shukas masai para el coche ayudan a combatir la helada madrugada.
La gran migración de Masai Mara
Es, posiblemente, uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Cada año, al final de la temporada de lluvias, los miles de animales que habitan el parque de Serengeti (Tanzania) ponen rumbo hacia terrenos más fértiles, con abundante vegetación y agua.
Un largo recorrido que suele iniciarse en diciembre y que les llevará meses hasta alcanzar el parque de Masái Mara (Kenia), a mediados de verano. La Gran Migración no culmina nunca, sino que se trata de un movimiento cíclico que sigue la dirección de las agujas del reloj y que se repite cada temporada.
Jacob y Pere nos explican que hemos llegado tarde. Julio y agosto son los meses perfectos para ver el gran espectáculo pero estamos a mediados de septiembre y ya sólo quedan los rezagados.
Unos 20 coches están apostados para poder ver cruzar a los remolones. Esto puede durar una hora o alargarse durante 13 horas o más. Los ñus son muy gregarios, miedosos y el instinto les dice que cruzar el río es muy peligroso porque hay más de un cocodrilo interesando en darse un festín.
Hay hipos por todas partes en las orillas del río Mara.
En Masai Mara cada vez que sales de safari es una sorpresa. Nunca decepciona. La naturaleza más violenta nos espera en cada curva del camino.
Está lleno de manadas de leones. Nos hemos encontrado con una leona con sus cachorros, de un mes aproximadamente, dándoles de mamar, jugando y revolcándose. Además, otras jóvenes leonas jugaban, se lamían, lengueteában. Nos hemos quedado como tontos mirando este fantástico espectáculo.
También nos hemos acercado al río Sam, mas pequeño que el río Mara para ver si veíamos a otros rezagados cruzar sus aguas.
A mediados de septiembre, miles de ñus y de cebras se posicionan a ambos lados de la frontera entre Tanzania y Kenia para ver donde llueve y donde habrá más pastos. Un espectáculo sublime.
Vamos a hacer un picnic, sacamos mesas, sillas y un montón de delicias para desayunar preparadas por el cocinero de Enkewa.
Hacer un picnic en Masai Mara no tiene precio. Todo tiene un sabor único
Hay dos cocineros en Enkewa Camp que hacen rigurosos turnos de una semana de trabajo cada uno. Es de justicia reconocer que son estupendos. El campamento de José Serrano es una auténtica maravilla.
Cuando se acaba el día, estamos agotados pero comienza otro gran momento, ducha, ropa limpia y un vino helado en el living room donde coincidimos con las dos parejas que están en el campamento. Intercambiamos las experiencias, cada uno ha salido de safari con sus rastreadores, todas son distintas, todas insuperables. Han visto cuatro guepardos matar y comerse un impala. Están muy excitados. Lo que se vive aquí son dosis de adrenalina a lo bestia.
Otro día en Masai Mara
Es increíble. La noche siempre en la sabana da miedo. Me imagino que es un miedo atávico donde el hombre se siente tremendamente solo ante la violencia de la naturaleza que vives durante el día y que sabes que por la noche es mucho más feroz.
Nueva madrugada en Masai Mara. Nos viene a recoger un masai a nuestra tienda. Nunca se puede saber si algún león o leopardo merodea por el campamento. Nos vamos de safari de madrugada para volver a ver de todo.
Nada más salir, manadas de leones. Pere y Jacob que son unos osados, nos plantan delante de los leones, a escasos 5 metros. A mi me parece que de un salto van a destrozarnos de un zarpazo pero no lo hacen, siguen a lo suyo, ignorando nuestra presencia.
Las manadas de leones están muy activas a primera hora, moviéndose de un lado a otro, se trasladan, otean, observando que se puede cazar.
Hemos visto dos Cheetahs (guepardos) relativamente cerca de la manada de leones. Pere, nuestro rastreador dice que los leones se comen a los cheetahs.
Tras una larga hora disfrutando de los leones, viendo como juguetean, divierten y asean, advertimos que hay una madre leona con sus cachorros, que de repente, se levanta para echar un vistazo a la caza. Otra leona que dormitaba a su lado se ha puesto furiosa con los cachorros de la vecina que la estaban molestando. Como la cosa se ponía fea, la leona cazadora ha vuelto rauda a ocuparse de sus traviesas crías. En Masai Mara puedes observar los distintos comportamientos y relaciones entre los miembros de la manada.
Era muy difícil superar a Oference, nuestro guía rastreador de Botswana pero estos chicos también son fantásticos.
Los días en Masai Maran pasan deprisa deprisa. Quieres disfrutar de la vida del campamento pero no tienes tiempo.
Es peligroso andar solo por el campamento de noche
Hay animales salvajes y hay que tener cuidado. Los animales merodean entre las tiendas de campaña en la tenebrosidad. Las carcajadas de las hienas se escuchan muy cerca. La oscuridad potencia los ruidos y sonidos poniendo los pelos de punta. Es la noche africana.
La traca final ha llegado al anochecer
Llevábamos escuchando a los leones muy cerca desde hacía dos noches. Los rugidos y los pasos de los masais vigilantes con sus linternas, en la oscuridad se habían convertido en historias para no dormir.
Esta misma mañana, nada más salir de safari nos habíamos topado con una gran familia merodeando el campamento.
Como siempre, después de la cena, nos acompañaba un masai a nuestra tienda siguiendo el protocolo de rigor con su linterna. De repente, hemos escuchado un rugido muy muy cerca. El tipo y la linterna han salido “echando leches” tras enfocar nuestra tienda al grito de vamos deprisa, deprisa…
Para mi, que al alumbrar vio al león o leona agazapado. Se puso nervioso y tiró como un loco hacía donde estaban el resto de masai. Del susto que me he dado (con mi pequeño ordenador que llevaba en la mano, libros y demás) me he pegado una leche de mucho cuidado pensando que las fauces del león, me iban a agarrar una pierna. En un minuto, todos los masai del campamento han venido con sus linternas a ayudarnos quitando hierro al asunto. A mi no me quita nadie de la cabeza que el masai vio al león.
Nos vuelven a acompañar a la tienda jurando y perjurando que no pasa nada, vigilarán toda la noche. Yo tengo un susto que no me lo quito de encima haya masai inspeccionando o no. A ver quien es el listo que duerme así. Como era de esperar, se les ha escuchado rugir muy muy cerca durante toda la noche.
A la mañana siguiente, nos confirman que ha habido leones entre las tiendas intentando cazar un búfalo solitario que merodeaba también por aquí.
La lucha entre el cheetah y las leonas
Nuestro rastreador Pere detecta cheetahs, los localizamos. Es una pareja inquieta, nerviosa y esqurridiza.
Ante nuestra presencia, los guepardos se echan a andar. Jacob, nuestro driver es un crack, les alcanzamos. Sorprendidos, cambian de dirección, así un buen rato hasta que los cheetahs se dan cuenta de que estamos al lado de una manada de leones con sus crías.
De repente, los cheetahs encienden las alarmas detectando a los leones. Los leones comen cheetahs entre otras cosas porque los cheetahs se comen a sus crías cuando las leonas se van a cazar. La violenta realidad de la selva africana.
Los cheetahs entran en pánico observando con ansiedad como los leones se encaminan hacia ellos. Los cheetahs se separan, cada uno tira para un lado. Empieza el dramático show de la vida salvaje de Masai Mara.
Un cheetah ha desaparecido, el otro mide sus fuerzas con una leona que le tiene en su punto de mira escudriñando cada respiración. La leona tras un tiempo prudencial corre hacia él que no puede estar más aterrado.
La leona se lanza a perseguir al cheetah. El guepardo es el animal más rápido de la naturaleza pero la leona está sola. El cheetah ha ganado la primera batalla.
Nos quedan hasta cuatro persecuciones más en las que el cheetah siempre acaba ganando en velocidad.
Nos vamos porque esta lucha en la sabana puede durar todo el día. El cheetah no se puede ir muy lejos porque sabe que su compañera esta por aquí y no la puede abandonar. La violencia de la supervivencia es mejor afrontarla en pareja.
Hemos sido testigos de otro momento irrepetible en Masai Mara.
Ningún día te deja impasible
Un águila ha echado el ojo a un pequeño facocero, está claro que los bebes de facocero son presa fácil. No lo ha pillado por los pelos.
Que pena irse de este paraíso. Jacob y Pere todavía nos tenían una sorpresa, el último atardecer en una pequeña montaña desde donde se puede ver toda la inmensidad de la sabana africana. Hemos sacado la mesa para hacer un picnic después de ver leones hasta aburrir.
Hemos podido contemplar como copulan una pareja de leones
La leona llevaba la voz cantante, el macho la espera una y otra vez hasta que ella esta preparada y lista, según nos explica Jacob. Cada diez minutos tienen un nuevo encuentro. Acaban exhaustos y necesitan tiempo para recuperarse hasta el siguiente.
Los días pasados en “Enkewa Mara Camp” han sido imborrables. El ambiente que crean los masai es increíble en este lugar aislado del mundo.
Lo voy a echar de menos. He comprado a los masai, tres suckas, dos para nuestra casa y otra para mi gran amiga Nati. Nunca olvidaré el calor que nos han dado en las frías madrugadas de Masai Mara.
En avioneta (cuarenta minutos, ganamos un día) nos vamos al gran Lago Victoria, uno de mis grandes sueños. La próxima parada Kisumu, ciudad a orilla del gran lago.
Lago Victoria, la fuente del Nilo
El aerodrómo se encuentra en Masai Mara, muy cerca de nuestro campamento.
Siempre me da respeto coger una avioneta pero también es cierto que la experiencia es única. Ver Masai Mara desde el aire, las manadas de ñus y cebras o los elefantes recorriendo el parque es una gran experiencia. Además, contemplar desde el aire el Lago Victoria es algo que nunca vas a olvidar.
Aterriza la avioneta para recogernos. En su interior un pequeño grupo de americanos que también han decidido que su próximo destino sea el Lago Victoria.
Somos los nostálgicos que buscan las fuentes del Nilo
Ver aparecer el Lago Victoria, soberbio, inmenso, azul, regio, orgulloso y único rodeado de montañas verdes y vegetación frondosa.
Aterrizamos en Kisumu