Murchinson Falls en Uganda
Dos semanas recorriendo Uganda en coche
(Continuación de https://sonsolesmeana.com/the-queen-elisabeth-national-park/)
Después de conocer “The Queen Elisabeth National Park”, el siguiente destino será “Murchinson Falls National Park ” y el Lago Alberto. Nos ponemos en marcha en nuestro 4*4 camino de las famosas cataratas de Murchison. Recorrer Uganda es un regalo. El camino es fantástico. Atravesamos fértiles campos de té a ambos lados de la carretera. Una maravilla de paisaje.
La primera parada cayendo la tarde la hacemos en «Kibale Forest National Park» Llegamos a Kibale hechos polvo después de conducir durante todo el día.
Hemos acabado en Kibale Forest pero podríamos haber terminado en cualquier otro lugar. Cuando nos cansamos de conducir disfrutando de este espectacular país, decidimos parar y buscar donde dormir. No llevamos nada reservado. Uganda es un país que tiene mucha oferta de lodges y campamentos. Es una tarea complicada elegir agotados entre tanta oferta (algunos son muy caros y otros demasiado baratos), pero a mi me seduce decidir sobre la marcha e improvisar.
Kibale Forest National Park
El Parque Nacional Kibale en Uganda se encuentra entre los 1.100 y 1.600 m sobre el nivel del mar y está ubicado en la parte occidental del país a lo largo del Valle del Rift.
El parque se ha convertido en la capital de los primates de Uganda y, en gran medida, de África Oriental. Las numerosas especies de árboles (más de 350) que se extienden a lo largo de las vastas llanuras y mesetas incluyen, además, varios bosques premontanos.
Cientos de mandriles de todos los tamaños nos esperan a ambos lados de la carretera. Obligatorio cerrar las ventanillas del coche. Son listos y buscan cualquier resquicio para colarse y pillar lo que puedan. He visto situaciones dantescas en Ghana, Nigeria y Sudáfrica con estos mamíferos.
El panorama es sublime en Kibale Forest. Hace frontera con el Congo que está justo al lado. Nos separan “Las Montañas de la Luna” y el lago Alberto. El paisaje por tanto es tan frondoso, exuberante, misterioso y espectacular como en el país colindante y los sonidos de los primates se escuchan por todas partes. Kibale Forest National Park tiene una población estimada de mas de 1200 chimpancés, la más grande del país.
Hemos llegado exhaustos a Kibale Forest. Se está haciendo de noche, hora peligrosa para andar con el coche de un sitio a otro. Tengo localizado en la guía para dormir el “Primate Lodge Kibale”. Subimos por un camino precioso al lodge lleno de maravillosa vegetación. Nos sale a recibir una chica con cara de idiota y zumos en una bandeja. La guía de Uganda que llevamos dice que el bungalow cuesta la entre 99 y 135 dólares por noche, mas que razonable con el cansancio que llevamos en el cuerpo.
Se une a nosotros un tipo con sonrisa de oreja a oreja. No se ve un alma en el lodge. El sujeto nos habla tan bajito que apenas le entendemos. Comienza a soltarnos un discurso sobre horarios, excursiones y funcionamiento. Nos lleva por un sendero a ver una cabaña (bonita y muy lujosa) situada muy lejos de las zonas comunes del lodge, eso si, entre gritos de monos y árboles. El lugar desde luego es fantástico. Con cara de tontos, preguntamos el precio y el tipo con toda normalidad, masculla que 400 dólares por persona ¿por persona?, 800 dólares la pareja por una noche. Le mandamos literalmente a la mierda y nos marchamos airados, cabreados y estresados porque ya se ha hecho casi de noche.
Como siempre que se viaja a la aventura se tuercen las cosas pero tengo seleccionado en la guía, un plan B, el “Kibale Guets Cottages”. Llegamos literalmente arrastrándonos. Es simplemente bonito.
Nos sale a recibir eufórico y exultante, Fred, el encargado, un chico encantador que habla algunas palabras de castellano, le gusta nuestro país. Nos acomoda en una banda (aquí llaman banda a las cabañas), cómoda y bonita. Cenamos en el restaurante, rústico y agradable acompañados de una familia de americanos, todos juntos hemos visto el partido, entre España y Marruecos y después nos hemos tragado, Reino Unido y Francia de la Copa del Mundo. Ni un solo primate a la vista, Ya se ha hecho de noche. Mañana a primera hora, nos pondremos en ruta hacía Murchinson Falls National Park.
El ambiente a primera hora de la mañana en el “Centro de Conservación de primates” que pertenece a la Autoridad de Vida Silvestre de Uganda (UWA) en el Kibale Forest es fantástico, lleno de gente, rangers y coches preparados para ir a buscar chimpancés. Hay mucha gente que elige la opción de ver chimpancés en vez del gorila de montaña porque es mucho más barata. Nos da mucha envidia no quedarnos pero preferimos avanzar y conocer mejor este país.
Las Montañas de la Luna o Ruwenzori
Estableciendo la frontera con el Congo al norte del lago Edward, las montañas Ruwenzori, más conocidas como “Las Montañas de la Luna” incluyen 20 picos, uno de ellos, el pico Margarita tiene 5109 metros siendo el tercer pico más alto de África. Estas montañas ya fueron nombradas por Ptolomeo en su mapa como el lugar donde nacía el río Nilo.
Henry Morton Stanley descubrió las Montañas de la Luna
No es fácil contemplar “Las Montañas de la luna”. La mayor parte del año, la bruma esconde por entero la fisonomía de esta cadena montañosa que marca la frontera entre el Congo y Uganda. El bosque tropical cubre las faldas de sus cimas y de ellas descienden cientos de riachuelos, manantiales y ríos. La cercanía del ecuador y el calor genera una evaporización constante. Salvo los días de mucha lluvia o de fuerte viento, la larga cresta de la cordillera permanece oculta. Contemplar las cumbres majestuosas es un raro privilegio para el viajero.
La primera referencia de las Montañas de la Luna se encuentra en el antiguo Mapa de Ptolomeo, el mismo mapa donde también aparecen dibujados dos grandes lagos en el centro de África y en los que sitúa el nacimiento del Nilo.
Claudio Ptolomeo (c. 90-168 d.C.) fue un astrónomo y matemático griego radicado en Alejandría. Su mapa durante siglos fue tenido por fantástico. Ptolomeo llamó a esta cordillera “Lunae Montes” y es aquí, donde comenzó la leyenda de las fuentes del Nilo.
La leyenda de las fuentes del río Nilo
La leyenda se convirtió en un reto cuando John H. Speke descubrió en 1858 el lago Victoria y en 1962 el nacimiento del río Nilo, y de que Samuel Baker llegara en 1963 al lago Alberto. En 1876, Henry Stanley demostró que ambos lagos suministraban el caudal de agua al río Nilo. Entonces, todo el mundo estuvo de acuerdo, en afirmar que el agua debía provenir de unas altas montañas. La existencia de las Montañas de la Luna, se convirtió en una justificación científica.
Henry Morton Stanley descubrió las Montañas de la Luna en 1889, durante su último gran viaje a Africa.
En los mapas la cadena montañosa aparece indistintamente con dos nombres, el que le dio Ptolomeo cuando la llamó Montañas de la Luna y aquel con el que siempre fue conocida por las tribus que habitaban la zona, el Ruwenzori que quiere decir mas o menos “el lugar donde se hace lluvia“.
Henry Morton Stanley
Henry Stanley nació en el condado galés de Denbighshire en enero de 1841, hijo ilegitimo de John Rowlands y Elizabeth Parry recibió en el registro el nombre de John Rowlands. Su padre desapareció de su casa poco después de su nacimiento y su madre le abandonó dejándole al cuidado de su abuelo.
Fue un niño que creció entre la dureza y la humillación, eso marcó su carácter ya que entendió que no debía nada ni a la vida ni a nadie. Se educó en el desprecio y aprendió rápido a despreciar a todos. A los quince años se escapo del internado donde le había metido su abuelo y a los dieciocho años, se embarcó en Liberpool en un carguero desembarcando en Nueva Orleans en 1859.
En America encontró lo que no había tenido en Gales, un padre. Fue un comerciante llamado Henry Morton Stanley quién adoptó al muchacho, dndole su nombre. Stanley siempre conservó el nombre y apellidos de su padre adoptivo y ni siquiera cuando le concedieron la nacionalidad británica, los cambio por los que tenía de nacimiento. Poco después murió su padre y volvió a quedarse solo.
A la vuelta del viaje en el que descubrió las Montañas de la Luna, en 1890, se casó con Dorothy Tennar. Luchó en la Guerra de Secesión. Se embarcó en la Marina americana y se hizo periodista.
En 1867 comenzó a trabajar como periodista en “The New York Herald“. Viajó a Etiopía y más tarde a Madrid para informar sobre la guerra civil de 1869. Fué en una pensión madrileña, en la calle de la Cruz donde recibió un mensaje de su director, John Gordon Benner, quien le enviaba a Africa para encontrar al famoso explorador escocés, David Livingstone, del que no se tenían noticias en Europa desde varios meses antes. Livingstone se había internado en África en 1866, en busca de las fuentes del Nilo, que él suponía que se hallaban en un lugar distinto al que luego descubrió Speke en 1862.
Stanley se embarcó y llego a Zanzibar en 1871. Alcanzó las orillas del lago Tanganika, en Ujiji y allí se encontró con Livingstone.
Henry Stanley y David Livingstone se encuentran en Ujiji
Así describe Stanley el famoso encuentro:
“Habría corrido hacía él, pero me sentía turbado entre tanta cantidad de gente. Le habría abrazado. pero él era inglés, y yo no podía saber como me recibiría. De modo, que hice lo que el temor y el falso orgullo, me sugirieron que era lo mejor. Caminé con determinación hacía él, me quité el sombrero y dije: “El doctor Livingstone, supongo….”. Los dos hombres se hicieron amigos explorando juntos las orillas del lago Tanganika. Después Stanley volvió y publicó el libro “En busca de Livingstone”, espléndido relato de aventuras. La crítica se cebó con él. Uno de los críticos literarios llegó a afirmar: “el peor libro posible sobre el mejor tema posible”
“La Royal Geographical Society” le concedió la más importante de sus condecoraciones, la Patron’s Medal. A las críticas que tuvo hizo caso omiso porque Stanley solo tenía en este momento de fama, dos cosas claras, tremenda gratitud a Livingstone, el único hombre al que respeto toda su vida y una gran pasión por África, “el oscuro continente”, la tierra a la que debía su gloria y de la que se había enamorado perdidamente.
Henry Morton Stanley volvió a África en noviembre de 1874, dos años después de su primer viaje y cuando se había cumplido uno de la muerte de David Livingstone. Ahora su ambición era mayor, quería inscribir su nombre junto a los grandes exploradores del continente.
El misterio del Nilo seguía sin aclararse tras el descubrimiento de Speke con tres tesis que dividían a los geógrafos, la tesis de Speke que situaba las fuentes del Nilo en el Lago Victoria, la teoría de Richard Burton que insistía en que las fuentes estaban en las orillas del Lago Tanganika, y la de David Livingstone que sostenía que el Nilo podía ser el gran río Lualaba, y cuyo nacimiento situaba en el Congo.
Stanley tenía el propósito de aclarar definitivamente el asunto y establecer con exactitud la situación y extensión de los grandes lagos del centro de África.
Consiguió que el periódico “The New York Herald” y el londinense “The Daily Telegraph” financiaran su expedición, a cambio de la exclusiva de sus crónicas, y en 1874 se encontraba en Zanzibar al mando de un verdadero ejercito.
Trescientos cincuenta y seis hombres entre porteadores y soldados le acompañaron. En marzo de 1875 llegaba a Mwanza, en las orillas del sur del Lago Victoria, el lugar donde Speke descubrió por primera vez el gran lago en 1958.
Stanley navegó de sur a norte, por las orillas orientales, hasta alcanzar, tres semanas más tarde, las Ripon Falls, el nacimiento del río Nilo. Quedaba demostrado para la historia que el Lago Victoria era un único lago y que una sola y gran corriente salía de sus orillas septentrionales, en tanto que por el oeste, entraba otra corriente, la del río Kagera.
Los meses siguientes, Stanley siguió el curso del Nilo y exploró el Lago Alberto. Comprobó que el río que llegaba a este lago, era el mismo que nacía en Ripon Falls, y que al mismo tiempo, en el Lago Alberto, desembocaban otras corrientes de agua. Por lo tanto, desde el Lago Alberto, el río continuaba hacía el norte.
Stanley demostró que Speke tenía razón era el auténtico descubridor de las fuentes del Nilo
Pero Stanley quería demostrar todo y llegar hasta el final. En 1876 estaba en Ujiji (actual Tanzania), en las orillas del Lago Tanganika. Circunnavegó el lago. No había ninguna corriente de agua que saliera del Tanganika y sí una que entraba desde el norte. Richard Burton se había equivocado.
A principios de 1876, Stanley estaba preparado para navegar el río Lualaba. Llegó al punto más alejado alcanzado por Livingstone, en Nyangwe, y siguió adelante, sin saber donde le iba a llevar la corriente, tal vez al Nilo, tal vez al Atlántico, muchos días después, acabo en el Atlántico. Livingstone tampoco tenía razón.
Hemos llegado a Murchinson tras un largo viaje. Nos hemos instalado en el “Red Chilli Rest Camp”, un campamento barato y alternativo con mucho movimiento y un ambiente insuperable. Estoy sentada, disfrutando del río Nilo ante mis narices. Se aproxima una fuerte tormenta. Unos estremecedores rayos iluminan el horizonte. Se ha levantado un aire que no te deja sostenerte en pie. Comienza a tronar el cielo como sólo puede pasar aquí.
Las tormentas en África son sobrecogedoras y no se olvidan. Esta se anuncia con fuerza.
El campamento es fantástico. La banda o cabaña (50 dólares) que nos han dado no está nada mal.
La preciosa terraza del Red Chilli que hace diez minutos estaba llena de viajeros y trotamundos, se ha quedado vacía. La verdad es que los rayos ponen los pelos de punta pero merece la pena permanecer aquí saboreando la absoluta brutalidad de una tormenta africana.
Empieza a llover. Xaquín se ha quedado en la cabaña y ahora le va a resultar imposible alcanzar la terraza.
El Red Chilli tiene viajeros de todo el mundo. Un acierto esta elección. Ambiente garantizado, acampada libre, cabañas muy básicas pero con mucho sabor, ventilador de aire africano y cama con mosquitera. La terraza está bajo una palloza con una barra de bar preciosísima, gente de todas partes, alemanes, británicos, americanos, etc.
Un cartel informa que “no hay wifi para hacer amigos“, y así es, la gente intercambia experiencias del viaje. Tiene una atmósfera fabulosa que recuerda al “Baobab Beach” Vilanculos en Mozambique donde paraba gente de todas partes de mundo con buen rollo.
El campamento o lodge es cerrado así que no es fácil ver animales deambulando entre las cabañas como pasaba en The Queen Elisabeth. De vez en cuando, se escucha algún elefante a lo lejos. Hay buena cocina y el sitio es fantástico.
Hemos contratado una excursión a pie con un ranger del propio parque. Se llama Simba. En Sudáfrica y en Zimbabwe disfrutamos de esta forma de ver animales. No tiene nada que ver con cualquier otra. Es mucho más intensa porque vas caminando por la selva. Simba aparece con un rifle y con Fabiola, una chica joven que está haciendo prácticas para hacerse ranger del parque.
El paseo con Simba ha resultado una maravilla. Hemos visto muchos animales, aunque el Nilo se ve de lejos. Simba ha resultado ser un tipo encantador, de amplia sonrisa y mirada inteligente. Le gusta la naturaleza y los animales. No para de contar historias sobre todo lo que nos rodea. Le apasiona la vida salvaje y se nota en como se explica y prepara a Fabiola en su nueva profesión.
Es un tipo muy didáctico. Esa es la gran diferencia entre los rangers del propio parque, públicos y los privados como pudimos comprobar en The Queen Elisabeth. La excursión caminando durante tres horas con Simba nos ha costado 15 dolares por barba.
En un pequeño muelle, subimos a una barcaza para navegar el río Nilo y acercárnos a las cataratas Murchinson.
El Nilo se abre ante nosotros espectacular y poderoso.
Desde las orillas, un elefante nos mira amenazante, varios hipos juguetean en el agua, un cocodrilo abre la bocaza mientras espera ver pasar el día, tostándose al sol.
Todo lo rodea un aire fresco que penetra en la piel. Mientras con cara de idiotas, escuchamos a las águilas pescadoras, gaviotas, cormoranes, pelicanos, ciguéñas negras a nuestro alrededor, en una curva del río, aparecen las Cataratas Murchinson, uno de los más bellos saltos del agua del mundo. Hay un islote y una ancha piscina natural formada por la caída blanca del agua.
En este lugar, en la cornisa donde se precipita el río, Stewart Granger y Deborah Kerr rodarón las primeras escenas amorosas de “Las minas del rey Salomón“.
Cerca de aquí, también se estrelló la avioneta que llevaba a bordo al premio Nobel, Ernest Hemingway, que salvó la vida milagrosamente, aunque tuvo graves heridas y una gran depresión que años después le llevaría al suicidio.
El explorador británico Samuel Baker junto a su esposa Florence Von Suss, fueron los primeros europeos que en 1864 descubrieron las cataratas Murchinson, nombrándolas en honor al presidente de la “Royal “Geographical Society”, Roderick Murchison.
Hemos decidido que la segunda noche que vamos a dormir en Murchinson Falls nos vamos a instalar en el otro extremo del parque, en el “Pakuba Safari lodge”.
El Pakuba tiene una terraza con baranda y mesas para disfrutar del río Nilo. Nuestra habitación es bonita y lujosa, más de lo que a mi, me gusta. Lo mejor que tiene el lodge es que hay animales merodeando por el jardín. Los facoceros están por todas partes. Supongo que por la noche, teniendo el Nilo tan cerca se llenará de hipopótamos como en el Queen Elisabeth National Park, sólo que aquí tenemos el baño en el interior de la lujosa cabaña.
Un escarabajo africano se pasea ante mis narices. Los grillos también hacen de las suyas en la noche africana. El Nilo tranquilo nos observa enfrente (aunque no tan cerca como me había imaginado). Los mosquitos me están atravesando la piel escuchando embelesada la noche africana pero no quiero perderme este momento mágico e irrepetible.
Aquí también se filmó la película “La reina de África”, rodada íntegramente en Uganda.
Aunque desde el Pakuba se disfruta del Nilo, me quedo cien mil veces con el Red Chilli, básico y sencillo. Aunque me brearon las arañas, la palloza tenía el sabor de tantos lugares inolvidables de África. Pakuba lo olvidaré en cuanto salga de aquí, el Red Chilli no lo olvidaré nunca. Es un campamento para no olvidar.
Si además, eres un mitómano de la exploración en África, la experiencia de acercarte y descubrir las cataratas Murchinson no tiene comparación a nada. Saber que Samuel Baker y Florence contemplaron lo mismo que estoy contemplando en este momento, no es comparable a nada.
Hay otra manera de descubrir las cataratas Murchinson sin navegar por el río Nilo. El gobierno ugandés lo tiene bien organizado y funciona bien como todo en este parque. Hay un punto de encuentro donde te espera un ranger que te acompaña a verlas desde arriba, tal cual, las vieron los Baker. Es una fantástica experiencia.
Un panel con la historia del matrimonio Baker y un antiguo sendero llamado “Baker trail”, nos recuerdan ese momento histórico.
Nunca he llegado a comprender como a nadie se le ha ocurrido hacer una película con una historia tan fantástica.
Antes de seguir la ruta por Uganda, nos acercamos a Businda, un pueblo destartalado, pobre y pintoresco para ver las orillas del Lago Alberto, (descubiertas por Samuel Baker y Florence). Xaquin cotilleando llega a una choza que parece una especie de cine club, en torno a una televisión se proyecta una película, mujeres y niños se arremolina junto a la pantalla. Una imagen de la España de los años 30.
Los Baker descubrieron el lago Alberto tras un encuentro con John Hanning Speke y James Grant cuando éstos últimos volvían tras descubrir el Lago Victoria de retirada a Europa. Speke comentó que algunos nativos hablaban de que por encima del lago Victoria había otro lago.
Acabada la experiencia del Lago Alberto y de las cataratas Murchinson Falls, seguimos nuestro viaje por Uganda. La siguiente parada será Jinja, el lugar donde se ubica la fuente del río Nilo.
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