Guinea Bissau y el Archipiélago de las Bijagos (2 parte)
Tras disfrutar del Carnaval de Bissau estos últimos días, nos vamos a las islas
Nos despedimos de Marcell, el dueño de la Pensao Creola porque nos trasladamos al puerto con nuestra maleta roja rumbo a la Isla de Rubane en pleno corazón del Archipiélago de las Bigayos. Vamos a instalarnos en PontAnchaca, situada en un extremo de la isla.
Nos vamos a la Isla de Rubane
4 de marzo
Llegamos a PontAnchaca, un resort en una punta de Rubane
La travesía a PontAnchaca esta resultando preciosa. Cae la tarde en el Atlántico mientras navegamos. El mar está tan claro que solo deja adivinar una embarcación que navega a nuestro lado. Parece un lienzo. El viaje dura hora y media desde Bissau.
Desde el mar, aparece PontAnchaca en la noche entre cientos de lucecitas. Parece que hay una fiesta. Xaquín me advierte que la gente esta cenando y que van de largo. Por un momento me lo creo.
PontAnchaca es el resort de Solange, una francesita operada hasta conseguir tener una edad indeterminada que regenta con firmeza este fantástico lodge en el Océano. Por un momento, he pensado que era una de sus excentricidades. Lo más elegante que traigo son bermudas y bañador.
En el muelle de PontAnchaca nos recibe Margarida, una portuguesa angoleña, blanca, de mediana edad que nos comunica casi en un susurro que Solange estaba cansada y se ha ido a dormir.
Efectivamente hay una boda de unos médicos que están haciendo voluntariado en Bissau y que celebran en PontAnchaca el matrimonio de uno de ellos. Por eso van de largo.
Margarida es un personaje interesante, un espíritu curioso, atrevido e intrépido de los que sólo te encuentras por África. Angoleña, de padres portugueses pero que siempre vivieron en Angola. Ella, además, residió en Ecuador, Sao Tomé y varios lugares más. Acaba de caer en el resort de Solange como la nueva relaciones públicas, aunque todavía en periodo de prueba.
Le gusta mucho Angola pero nos cuenta que en este momento es muy peligroso. En Luanda, la capital, la han atracado varías veces, alguna vez con tiroteo incluido. En una de estas refriegas salió herida.
Nos confiesa que Angola es agresiva, violenta y exorbitantemente cara. A pesar de no ser una jovenzuela comienza una nueva vida con su marido en esta isla.
Sólo lleva en PontAnchaca cuatro días. Es una mujer dulce con mucho mundo y muy educada. Un auténtico personaje africano con el que es un placer hablar. Siempre tiene algo que contar que no apesta a vulgaridad ni aburrimiento.
PontAnchaca esta formado por fantásticas cabañas a la orilla del mar. La palloza que nos han dado tiene una enorme cama en el centro con mosquitera. Un preciosismo cuarto de baño lleno de maderas nobles. Este lugar es una maravilla para encerrarte y no salir.
En el restaurante de PontAnchaca, la cena se convierte en un placer para el paladar. Solange sabe cuidar a sus huéspedes, cocina francesa de inspiración africana. Hoy, raviolis con frutos del mar y barracuda pescada esta misma tarde en papillote con ensalada de frutas y vino portugués del Dao.
Un placer escuchando las olas del mar. PontAnchaca tiene estos días mucha gente por la boda. Nos vamos a la cama. Mañana tenemos un día entero para disfrutar de este lugar increíble.
La vida en PontAnchaca consiste en pasar el tiempo disfrutando del mar, largos paseos por sus playas paradisíacas de blanquísima arena. Gozar de un sol que abrasa, observar y escuchar a los pájaros que pescan delante de tus narices.
Además bañarte en la piscina o en el mar, sentarte en el porche de tu cabaña a leer o escribir. Es divertido cotillear a los francesitos que van de aquí para allá tomando pastis alegrándose por momentos.
Solange es otro personaje. Es una mujer de pequeña estatura, inteligente, lista, hábil, inquieta, cínica, pija y déspota con su staff. Es una verdadera relaciones públicas. Se detiene a hablar con todo el mundo pero en realidad no habla con nadie. Es increíblemente escurridiza.
Lectura, siesta y otra vez, lectura y siesta, aperitivo, baños y a esperar la cena. Cada día, los cocineros de Solange se superan. Hoy toca cangrejo gratinado, tallarines con salmón y capitán a la plancha con exquisitos postres.
La vida en PontAnchaca es tan maravillosa que no apetece abandonar este lugar ni este paraíso inigualable.
Hemos decidido dar un paseo solos por la isla de Rubane
Rubane es una locura de belleza. Recorrerla es un festín para los ojos y los sentidos. Comenzamos el paseo en una playa blanquísima cerca de PontAnchaca, seguimos atravesando otra más blanca y luminosa. Al llegar a la tercera playa, las cosas dan un giro, repentino, súbito e inesperado.
La marea esta baja muy baja, tanto que me recuerda a la isla de Ivo en Mozambique. La playa está repleta de grandes cangrejos, cientos de miles. Da miedo andar entre ellos. Transportados por tanta belleza intentamos avanzar por la arena.
Me voy hundiendo poco a poco. En África, en un segundo las situaciones se transforman.
Así que en dos zancadas no es que me hunda es que me traga la tierra. He tenido suerte porque no he dado un paso más. El azar o la casualidad ha permitido que Xaquín haya podido agarrarme.
La tierra me engullia
Eran autenticas arenas movedizas como en las películas que veía de pequeña y que siempre me horrorizaban.
Me he puesto de lodo hasta las trancas y me he dado un susto de muerte. Esto es África, lo que parece que va bien, de repente da un giro brusco, imprevisto e insospechado.
Se nos han quitado las ganas de recorrer bucólicas playas llenas de pájaros cantarines y de blancas arenas. Nos vamos a PontAnchaca. Hay que tener mucho cuidado si andas solo por estos lares. No aprenderemos nunca.
Amanece otro día en PontAnchaca de mar azul y arena blanca.
Hacia la Isla de Orango
En un barco de Solange, nos vamos a pasar el día a otra playa paradisíaca en la Isla de Orango, otra de las islas del archipíelago. Nos cuesta un pastón (200 pavos con picnic incluido). Vamos a buscar delfines.
La Isla de Orango se ha convertido para nosotros en algo inalcanzable. Es la tercera vez que intentamos llegar a ella. Aunque en este viaje, habíamos reservado un ecolodge para dormir, vamos muy ajustados de tiempo. Nuestro vuelo sale el sábado de madrugada.
Nos han soplado que como el domingo son las elecciones legislativas en Guinea Bissau se va a paralizar todo el país. Hasta han prohibido navegar.
Es muy arriesgado alejarnos a una isla que se encuentra muy lejos del continente y de la capital del país. Cualquier complicación y no llegamos al avión. Pasaremos únicamente el día. Esta claro que Orango esta gafado.
Una hora de viaje. Nos hemos puesto las botas a ver delfines. Es muy difícil fotografiarlos porque la barca va muy deprisa. Que espectáculo, saltaban a nuestro lado por todas partes.
El archipiélago de las Bigayos es un paraíso sin duda. He visto pocos lugares tan fantásticos en el mundo.
El Archipiélago de las Bijagos es el edén de la pesca deportiva
Este archipiélago tiene a muchos apasionados y entusiastas de la pesca deportiva. Se les reconoce rápido. Van en grupo (por lo general, tres o cuatro franceses maduritos, uniformados con bermudas, polo, una buena tripa y todo un arsenal de instrumental de pesca. Su rutina es siempre la misma.
Se levantan al amanecer y en un barco se adentran en el mar, buscan un buen sitio para echar las cañas. Llevan picnic, se acercan a deliciosas playas en desiertas o semidesiertas islas. Vuelven de nuevo al mar hasta que empieza a caer la tarde.
De vuelta al lodge llegan pletóricos, enseñando como niños sus trofeos. Tras la cena, se ponen hasta las botas de pastis, típica bebida francesa parecida al anís contando una y otra vez sus batallas marineras.
La casa de Bob es otro pequeño lodge donde muchos de sus huéspedes son pescadores de pesca deportiva. Se encuentra en una preciosa cala en la Isla de Rubane muy cerca del resort de Solange.
En el barco de Solange, llegamos a una playa de blanquísima arena en la isla de Orango. Nuestro barco atraca en la orilla. Bajamos las neveras con nuestro picnic. Nos damos un paseo bajo un sol abrasador.
Gabón, nuestro marinero nos acompaña a la orilla para vigilar las provisiones porque ha sido bajar del barco y en minutos, llenarse de buitres rodeando nuestras toallas y avituallamiento.
Unos veinte o treinta que no nos quitan ojo. Nos comemos los bocadillos con cierto mosqueo rodeados de varios mirones al acecho. Cansados de nadar ponemos rumbo de nuevo a PonAnchaca.
Ya de vuelta a PontAnchaca se me antoja acercarme a conocer alguna de las tabancas de pescadores que hay en la isla. Nos va a acompañar un trabajador del lodge. Llegar a la primera tabanca o poblado nos ha llevado tres horas de una hermosa caminata.
La primera tabanca es estacional. Se habita sólo una vez al año cuando viene la gente de la vecina isla de Bubaque a plantar arroz. La tabanca o villorio está formada por varias chozas de madera y paja pobladas durante la época de lluvias. En Octubre abandonan las barracas hasta el próximo año.
Ahora está vacía. Seguimos nuestro camino llegando a una segunda tabanca. En esta viven una docena de familias cultivando la tierra. Tienen alguna que otra cabra. Le piden dinero a todo el que se deja caer por el poblado. No suelen ser cordiales ni amables con los forasteros que se acercan.
Tras una hora más andando, encontramos la última tabanca. Ya no puedo con mi alma, estoy agotada. La gente que vive en este villorrio también pide dinero a todo forastero que aparece por aquí.
Tenemos que volver a PontAnchaca ya no puedo mas. El paseo ha sido fantástico. Esta isla es el paraíso con sus aguas cristalinas y sus blanquísimas arenas.
Margarida y Solange nos salen al encuentro. Estaban preocupadas por que hemos tardado mucho. Se nos ha hecho de noche por el camino. Traemos tanto calor en el cuerpo que antes de cenar nos vamos a dar un buen baño en la piscina aunque ya sea noche cerrada.
Uno de los mejores momentos del día en PontAnchaca es la cena que nunca defrauda.
Mañana nos vamos a la isla de Bubaque a ver a Melchor
Le conocimos hace cinco años cuando visitamos por primera vez esta preciosa isla del Archipiélago de las Bijagos. Una isla maravillosa aunque pobre y sucia pero muy especial. Dábamos un paseo cuando desde una destartalada casa, escuchamos una voz que nos gritaba, ¿sois españoles?.
Era Melchor que se acababa de instalar en este lugar del mundo harto de la mediocridad de nuestra sociedad europea. Nos invitó a su casa y mientras cocinaba un inolvidable arroz nos iba contando todos sus planes.
Quería construir un pequeño restaurante con un horno para hacer pizzas y hasta se planteaba acondicionar varias habitaciones para los viajeros que se dejasen caer por su hogar.
Cada vez que volvemos a este país procuramos verle. Tengo ganas de saber como le va y charlar con él. El médico de la ong española del hospital de Bissau nos dijo el otro día que le va de maravilla.
Me gusta la gente que lo que cuenta me interesa. Los expatriados siempre tienen algo que contar que siempre despierta mi interés y curiosidad.
Desde PontAnchaca en la isla de Rubane hemos venido a la isla Bubaque en un barco de Solange “cortesía de la casa” con un par de francesitos que se hospedan con nosotros.
Paseamos por la isla de Bubaque en dirección a la casa de Melchor. Nada ha cambiado. La isla sigue paupérrima, con sus pistas polvorientas y su tierra roja pero llena de vida.
Por fin, encontramos la casa de Melchor. Es un restaurante pizzería. Le escuchamos trajinar en su interior. “Melchor, Melchor”, gritamos desde la calle.
Nos recibe encantado aunque esta muy ocupado. “Estoy hasta arriba de trabajo, me va muy bien”, “aunque estoy hasta las narices de bregar con toda esta panda”, “es como trabajar con niños, todo el día sin bajar la guardia y en cuanto te das la vuelta, te la lían pero estoy feliz”.
La casa de Melchor se encuentra en un alto sobre el mar. Desde el muelle de su casa suben cuatro españoles que vuelven de excursión en barco. Se hospedan en su casa. Melchor ya tiene su propia embarcación.
El grupo ha dormido la pasada noche en otra de las islas del archipiélago y mañana tienen previsto acercarse a la Isla de Orango. Desde el alto podemos ver el muelle donde uno de los empleados de Melchor intenta atracar el barco.
En África todo puede dar la vuelta en dos minutos
El bote comienza una enloquecida danza. Se mueve sobre si mismo como una peonza haciendo círculos. Interrumpimos la conversación.
“¿Que pasa?, ¿que pasa?. Solo podemos ver que el barco da vueltas sobre si mismo. Presiento que va a pasar algo. Escuchamos gritos. La barca ha pillado la pierna de Paolo, el empleado de Melchor. Hay mucho desconcierto. Se oyen gritos y alaridos. El chico está malherido.
Todos empezamos a movernos con mucho nerviosismo. Traen un botiquín, se hacen llamadas, se escuchan chillidos. Suben al chico en volandas desde el muelle a la casa. No puede moverse y pierde sangre. Le hacen un torniquete. Estamos bloqueados. Hay mucha inquietud.
Tengo ganas de llorar. El chico tiene la pierna abierta. Hay que llevarle con urgencia al hospital de Bissau porque en esta isla sólo hay curanderos. Xaquín en francés habla por teléfono con Solange, dueña de PontAnchaca para conseguir llevar al chico en una de sus avionetas al Hospital Central de Bissau. Solange es la dueña de casi todos los barcos y avionetas del archipiélago.
El aeródromo de Bubaque por llamarlo de alguna manera es una pista de tierra por donde se cruzan cabras, vacas y todo lo que se tercie. La avioneta y el piloto están preparados para despegar. Solange ha cobrado cerca de 300 euros por llevar al chico al hospital de Bissau. Era la única posibilidad que tenía de vivir.
Desde la casa de Melchor vemos como la avioneta despega, coge altura y se pierde en el infinito camino de Bissau.
Esto es África y cuando menos te lo esperas, todo se da la vuelta. En un segundo, las cosas más sencillas se tuercen haciéndose irreversibles. Una preciosa mañana de mar azul en la Isla de Bubaque se convierte en un trágico esperpento de horror. Nos volvemos a PontAnchaca llenos de consternación y de incertidumbre.
Africa es terrible y hostil. En un minuto, la muerte aparece en una esquina, aún así, es maravillosa. Todos los vecinos de Melchor estaban a su puerta ayudando a evacuar a Paolo.
Esta mañana vimos a un grupo de seis españoles andando por la Isla de Bubaque. Ahora nos los encontramos de nuevo comiendo en el restaurante de Solange en PontAnchaca. Nos acercamos a ellos para preguntarles de donde vienen y adonde van. Es lo que se suele hacer por África cuando te encuentras a algún compatriota haciendo el camino.
Uno de ellos me pregunta: ¿oye, no serás Sonsoles?. Estamos aquí por tu blog, dice otro. No me lo puedo creer. Estoy feliz. Sirve para algo mi experiencia. Me cuentan que me habían escrito por correo hace unos meses para pedirme contactos.
Es cierto que me escribe mucha gente y procuro contestar siempre. Me han conocido en el corazón de África y además, me cuentan que han venido a Bissau guiados por mi experiencia. Una nueva locura africana que me anima a seguir. Que satisfacción.
Esta tarde queremos descubrir las otras tabancas de la isla de Rubane. Nos acompaña Carlos, el marido de Margarida y un trabajador de PontAnchaca. Carlos es fotógrafo. Tras una fantástica caminata, llegamos a una pequeña aldea de pescadores a orillas del mar. Las chozas salpican la playa y cae la tarde.
Un grupo de mujeres con varios niños come con las manos de una olla común. No tienen platos ni se sirven, meten la mano en el bol, cogiendo un puñado y llevándoselo a la boca. Nos ofrecen comer con ellos. Así es África. No tienen nada pero para ellos es un privilegio que un blanco se siente a su mesa.
La gente en la tabanca anda a su aire, cada uno absorbido por sus quehaceres. Traen leña, las mujeres cocinan, algunas se arreglan el pelo, otros miran absortos al mar. Es un espectáculo. Nos miran con recelo.
Carlos se maneja bien entre ellos. Charlamos lo que podemos con la gente, apenas algunos hablan algo de portugués.
Volvemos a PontAnchaca agotados. Ya es de noche cerrada aunque da un poco de respeto bañarse en el oscuro mar, necesito un baño tonificante para quitar el cansancio y calor de la tarde.
Solange viene a comunicarnos que mañana el mar estará bravo y no podremos navegar. Nos pone una avioneta para volver a Bissau. Perfecto porque el viaje será mucho más corto.
Las avionetas me dan mucho respeto pero reconozco que desde el aire, ver el archipiélago es algo que no pienso perderme por nada del mundo aunque me muera de miedo.
Me da mucha pena dejar este lugar donde hemos sido tan felices celebrando años de felicidad pero no queda otra que volver a la capital. Nos han llegado rumores de que con las elecciones legislativas del domingo se podría anular nuestro vuelo.
El gobierno de Guinea ha prohibido toda actividad y piensa cerrar las fronteras del país. C’est l’Áfrique. Solange nos ha dicho que ni los pescadores pueden salir a pescar. Un día de elecciones en Bissau puede convertirse en una verdadera ola de violencia. Si se cierran las fronteras, nuestro vuelo está en entredicho.
Nos vamos despidiendo de Margarida y de su marido Carlos, gente amable e interesante que conoces cuando viajas por el continente negro.
A Margarida le da pena que nos vayamos. Le han renovado el contrato de relaciones públicas en PontAnchaca. Le gusta este lugar aunque a veces es complicado atender a tanto francesito pijo para una angoleña portuguesa con mucho bagaje a sus espaldas.
La avioneta sale a primera hora de Bubaque
El piloto uniformado desayuna a nuestro lado en PontAnchaca. En un barco de Solange abandonamos los tres Rubane para llegar al aeródromo de Bubaque.
Mientras el piloto rellena y echa combustible a nuestro medio de transporte prefiero distraerme con unas niñas que divertidas miran todos los preparativos.
Nos subimos como podemos porque la avioneta es mínima. El viaje maravilloso. He procurado no pensar. Desde el aire las islas son preciosas y el archipiélago es un sueño.
Llegamos al aeropuerto de Bissau sanos y salvos. Un taxi nos lleva a la Pensao Creola. Marcel se va unos días con sus hijos. Tiene la pensión llena y nos da una nueva habitación que da a una terraza corrida que mira a la calle. Es grande y espaciosa con una ventana con mosquitera y con una cerradura que funciona a trancas y barrancas.
Nos vamos a recorrer esta ciudad maravillosa. Cambiamos dinero, 200 euros para los dos días que nos quedan con nuestro cambista de confianza, Samu. En el puerto, un espectáculo inenarrable porque es viernes y las barcazas parten a las islas del archipiélago hasta arriba de gente. Una tras otra se echan al mar. Hay un ambientazo. El puerto es un trasiego de gente y de color.
Tenemos mucho que hacer en estos dos días que nos quedan. Lo primero comer algo en el Imperio. La cosa se nos está complicando porque acabamos de llamar a Air Maroc y nuestro vuelo la noche del sábado al domingo se ha cancelado por las elecciones.
El gobierno ha cerrado las fronteras
Hoy es viernes y trabajamos el lunes. Vete tu a saber hasta cuando se suspenden los vuelos. Siempre que hay elecciones hay revueltas y enfrentamiento. Lo que nos faltaba.
Nos vamos a echar una siesta a la Pensao porque a esta hora no hay quien pare por las calles con un calor que parte en dos. La cerradura de la habitación funciona mal. Cierro la puerta pero sin echar la llave.
Una hora más tarde, me despierto observando atónita que la puerta de nuestro cuarto esta abierta de par en par. Me extraña. Me acerco a mi bolso.
Nos han robado
Se han llevado todo mientras dormíamos y no nos hemos dado cuenta. Nos han quitado los pasaportes y la documentación. Se han llevado los teléfonos. Vaya disgusto. La culpa es nuestra y la responsabilidad también. No se le ocurre a nadie cerrar la puerta sin echar la llave.
En las más de cuarenta ocasiones que hemos recorrido África a nuestro aire, salvo dos incidentes sin importancia con cambistas en Gambia y Nigeria, nunca nos había pasado nada.
Ahora tenemos un nuevo problema. Somos un par de indocumentados en el continente negro que tienen que salir del país con urgencia. Nuestro vuelo está cancelado para mañana sábado y esto es África.
Lo primero ir a la embajada de España que esta cerca de la Pensao Creola.
A la entrada de la Embajada de España, nos recibe un policía de Ferrol, encantador que enseguida avisa al cónsul de España que no tarda ni un minuto en aparecer. Comienza otra locura africana.
Nos tienen que hacer dos salvoconductos para salir de Bissau lo antes posible, meternos en un avión de Air Maroc cuanto antes porque se cortan las fronteras por las elecciones hasta sabe dios. Aparece el canciller de la embajada que no puede ser más majo y atento.
En las calles de Bissau hay riadas de gente exaltada, entusiasta aclamando a sus partidos políticos. Es cierre de campaña y los países africanos en las elecciones se vuelven locos.
Hay que buscar una comisaría para poner una denuncia. Nos dividimos entre las riadas de gente que inundan las calles. Yo me voy con el cónsul a la comisaría y Xaquín con el canciller a la Pensao Creola para intentar averiguar lo que ha ocurrido.
Necesitamos hacernos fotos de carnet. Sin fotos no hay salvaconductos Además, tiene que mandar la embajada nuestros datos a España para que los cotejen y de vuelta hoy mismo.
Imposible avanzar en un taxi. Las calles están tomadas por el gentío. Esta resultando complicadísimo encontrar donde hacernos las puñeteras fotos de carnet. Nos acompañan el consúl y el canciller en todo momento. Lo hemos conseguido en un garito mitad peluquería mitad barucho.
Nos han recolocado esta misma noche en un vuelo de Air Marroc. Tenemos cuatro horas para conseguir los salvoconductos. El personal de la embajada se pone a ello. Nosotros nos vamos a la Pensao Creola a preparar nuestra maleta y a ducharnos. Nos queda mucho día y mucha noche.
Ya tenemos el salvoconducto. Me siento muy orgullosa de tener un equipo consular que te brinde tanto apoyo y que te hayan ayudado tanto.
Es fantástica la gente de nuestra embajada en Guinea Bissau
Agotados nos vamos a cenar antes de irnos al aeropuerto a coger nuestro avión rumbo a España.
He tenido que salir de África de una forma inesperada y rápida, casi dramática, sin pausa, sin despedirme, dejando muchas cosas pendientes.
Me voy con mal sabor pero como siempre con una sola idea, la de volver.
¿Cuantos meses tendrán que pasar para regresar a mi continente soñado?
Nos han robado mientras dormíamos en una habitación de la Pensao Creola. Esto es África y ya me muero por volver