Karen Blixen una colona aventurera en Kenia

“Yo tenia una granja en África, a los píes de las colinas de Ngong”. Así comienza “Out of África” (Memorias de África), una de las obras más conocidas de la literatura universal del siglo XX. Su autora Karen Blixen.

Karen Blixen firmó su libro “Memorias de África” con el seudónimo, Isak Dinesen. Vivió en Kenia durante años, el recuerdo de su granja y de las colinas de Ngong lo llevó siempre clavado en su corazón. Karen publicó el libro pocos años después de abandonar Kenia. El libro es evocador, lleno de poesía, de sensualidad y de amor.

Cuando se estrenó la película “Memorias de África” del director Sydney Pollack, basada en el libro sobre la historia de amor de Karen Blixen y su amante, el cazador inglés Denys Finch-Hatton se convirtió en un éxito de taquilla. La actriz Meryl Streep, que daba vida a la baronesa Blixen y Robert Redford, a su amante Denys, nunca imaginaron lo que aquella película iba a significar para Kenia.

Out of Africa

En 1986 se estreno la película. Hacía más de veinte años que Karen había muerto y el mundo entero descubría ahora la grandeza del país que ella llevó siempre en su corazón. Hoy el recuerdo de Karen Blixen permanece vivo al pie de las colinas de Ngong donde se encuentra su maravillosa casa. El gobierno danés compró su vivienda regalándosela al joven país keniata que acababa de alcanzar su independencia con la condición de convertirla en un museo.

La casa de Karen es un lugar de culto para soñadores y aventureros

Casa Museo de Karen Blixen en Nairobi

Karen Blixen nació el 17 de abril de 1885, en Rungsted (Dinamarca).

Fue la segunda de los cinco hijos (tres chicas y dos chicos) del matrimonio formado por Wilhelm Dinesen e Ingeborg Westenholz. El padre había sido militar y participado en varias guerras europeas.

En 1895 su padre se suicidó ahorcándose en la habitación de un hotel de Copenhague, ella tan sólo tenía diez años. Este hecho marcó profundamente a Karen porque admiraba profundamente a su padre, del que heredó su espíritu aventurero y rebelde. A pesar de la muerte del padre, los niños crecieron en unas condiciones seguras, un hogar de clase alta acomodada e intelectualmente refinado. Su madre no quiso que sus hijas fueran al colegio, por lo que tuvieron una institutriz de la que recibieron una educación de un elevado nivel lingüístico y cultural.

La madre, Ingeborg, su tía Bess y su abuela formaban un potente matriarcado, eran mujeres rectas, con formación, virtuosas y progresistas.

En 1899, Karen viajó a Suiza para estudiar francés. Visitó varias ciudades europeas con el fin de estudiar también pintura. Completó los estudios de arte en París y Roma y finalmente se instaló a vivir en Copenhague.

En 1907 apareció un relato escrito por un tal “Osceola”, Karen Blixen había hecho su debut como escritora. A Karen siempre le gustó ocultarse bajo diferentes seudónimos. En su casa desde niña, la llamaban Tanne.

En Copenhague comenzó a alternar con jóvenes aristócratas ociosos. Es allí cuando conoce a unos primos lejanos, los gemelos Hans y Bror Von Blixen-Finecke que pertenecían a la nobleza sueca.

En 1909, Tanne se enamoro de uno de los gemelos, Hans Blixen intentando sin éxito captar su atención pero él no se fijaba en ella. Este amor no correspondido desencadenó una depresión cuando ella tan sólo tenía 25 años.

El otro gemelo era Bror Blixen. Bror era alto, delgado y fuerte, un atleta nato. Tenía un alegre encanto y un contagioso humor. Poseía también la habilidad de vivir únicamente el presente. Era la oveja negra de su familia, irresponsable con el dinero, amante de la buena vida y de las mujeres.

Despechada por Hans Blixen, Tanne se comprometió con su hermano Bror pero con la condición de establecerse lejos de Dinamarca. Tenían que salir de este país y cuanto más lejos, mejor. Bror se contagió pronto del entusiasmo de Karen ante la idea de una vida por el ancho mundo.

A Karen la idea de escaparse a un país remoto y comenzar una nueva vida la atrajo desde el primer instante.

La pareja decidió asentarse en África. Con esta unión el barón Von Blixen ofrecía un título nobiliario a Karen pero no dinero. Fue la familia materna de Karen quienes aportaron el capital para comprar una granja en Kenia para criar ganado.

A mediados de 1913, Bror embarcó por primera vez hacía Mombasa y de ahí viajó en tren a Nairobi para comprar la granja, la casa y contratar personal doméstico. A su llegada al continente africano absorbió desde el primer momento todas las sensaciones que le ofrecía el continente. Mombasa (solo su maravilloso nombre le desbordó por lo sugerente), el gentío del mercado, los colores y olores desconocidos, su exotismo etc.

Consiguió un fiel sirviente somalí que los acompañaria a partir de ese momento, Farah.

Con el dinero de la familia de Karen compró una granja en MBagathi para cultivar café, a pesar de que la idea de la familia era criar ganado.

Así describía Karen los recuerdos de sus diecisiete años en Kenia:

“Llegué al Protectorado del África oriental británica antes de la Primera Guerra Mundial, cuando aún se podía decir que las tierras altas eran un feliz coto de caza y cuando los pioneros blancos vivían en confiada armonía con los hijos del país. La mayoría de los inmigrantes habían llegado a África y permanecido allá porque la vida en aquel lugar les gustaba más que en su país de origen, porque preferían ir a caballo a ir en coche, y a hacer una hoguera a encender la calefacción. Querían, como yo, dejar sus huesos en tierra africana”

A principio del siglo pasado el África oriental británica (Kenia) era un lugar de reclamo para colonos que se atrevieron a viajar para empezar una nueva vida en aquellas remotas tierras vírgenes. Al llegar, se encontraron que no había ni carreteras, ni luz, ni agua potable y por la noche, leones, hienas y leopardos merodeaban las cabañas matando al ganado.

Nairobi parecía una ciudad salvaje del Oeste americano

La ciudad había nacido por la necesidad de los británicos de alcanzar Uganda, un punto estratégico en la cabecera del Nilo, que en 1894 se convirtío en Protectorado.

El gobierno británico decidió construir una línea de ferrocarril que partiera desde Mombasa en la costa del Índico hasta Kisumu en la orilla oriental del Lago Victoria.

En 1899 la línea atravesaba una región inhóspita poblada de leones y tribus salvajes a la que los masai llamaban Engore Nyarobe “lugar de las frías aguas” Los ingleses establecieron en ese lugar, un abastecimiento para las obras del ferrocarril y poco a poco, la gente se fue instalando allí, en tiendas de campaña. Ese fué el origen de Nairobi. Tardaron cinco años en finalizar las obras del ferrocarril que costó la vida a más de 2.500 coolies (indios contratados como mano de obra barata para la construcción del ferrocarril).

Junto a las riadas de emigrantes llegó a Kenia un puñado de aristócratas y militares atraídos por las emociones fuertes y la caza de animales salvajes que se habían educado en Eton y Oxford.

Karen Blixen llego a Kenia en enero de 1914

Viajó en el barco Admiral embarcando en Nápoles. En el buque conoció a Von Lettow (comandante alemán de la campaña del África Oriental Alemana durante la Primera Guerra Mundial) que se dirigía a Tanganika para hacerse cargo de las tropas de la colonia alemana cuando ya los aires de guerra soplaban en Europa.

Karen y Von Lettow simpatizaron en el largo viaje, se intercambiaron direcciones, y el coronel le dedicó una fotografía. Su amistad traería más de un problema a Karen cuando estalló la Primera Guerra Mundial.

Von-Lettow

El viaje duró tres semanas y en Adén se encontró con que el barón le había enviado a su mayordomo, Farah para que la acompañase el último tramo del viaje. Todavía Karen no sabía la influencia que Farah iba a tener en su vida. Este musulmán se convirtió en su cómplice, confidente y mejor amigo.

Cuando Karen llegó a Mombasa tenía 28 años y era su primer contacto con la cultura swahili.

Se casó con el barón Bror Blixen-Finecke en Mombasa, al día siguiente de su llegada a Kenia tomando el apellido y el título de su marido.

Tras la boda, se fueron de viaje de novios al Lago Naivasha en el condado de Nakuru a escasos cien kilómetros de Nairobi. Se alojaron en una rústica cabaña y Karen nunca olvidaría su primer contacto con la naturaleza salvaje. Así describe este primer encuentro y este lugar:

“Alrededor, por todos lados, encuentras la naturaleza más espléndida y maravillosa que apenas pueda imaginarse, poderosas montañas azules a lo lejos y la amplia pradera llena de cebras y gacelas, mientras que durante la noche oigo rugir a los leones”.

La baronesa Blixen se adaptó rápidamente a su nueva vida de granjera

Desde el primer día que pisó tierra africana, Karen se sintió cautivada por la majestuosidad de los paisajes africanos

“Allí arriba respirabas a gusto y se absorbía seguridad vital y ligereza de corazón. En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: “Estoy donde debo estar”, escribiría en Memorias de África

Cuando llegó a Nariobi se dedicó con todas sus energías a remodelar la casa y adaptarla a sus necesidades. Ansiosa por crear espacios civilizados en su vida cotidiana, Tanne dedicó al principio su tiempo en Mbagathi a abrir las cajas de la mudanza que le traían los aires de Europa pero nunca se cansaba de aspirar la naturaleza en el exterior de la casa.

A medida que pasaba el tiempo aumentaba el interés de Karen (Tanne, como la conocían sus allegados) por los africanos, aspecto en el que muy pronto se diferenció de la mayoría de los europeos de la región. Se puso a estudiar swahili para poder hablar con ellos. Su fascinación por el africano se convirtió en admiración:

karen Blixen con sus sirvientes

“Cuando me paro a pensar que aquí en la granja tenemos a 1200 hombres jóvenes viviendo juntos en pequeñas y míseras cabañas de hierba, y que jamás he visto una cara enfadada ni oído reñir, que todo discurre entre cantos y sonrisas, que los conceptos de atrocidad e impertinencia, les son desconocidos por completo, que constantemente les ves con los brazos los unos alrededor del cuello de los otros pienso en la cantidad de problemas que darían 1200 trabajadores blancos. entonces juzgo que son mejores que nosotros, Además, poseen una gran dignidad y verdadero buen gusto en todo lo que se refiere a ropajes y la combinación de colores, aparte de que la naturaleza les ha hecho realmente bellos.”

En una de sus primeras cartas desde África escribe esto sobre los africanos:

Después de observar aquí diferentes razas, opino que la superioridad de nuestra raza blanca es ficticia. Nosotros podríamos aprender muchas cosas de los africanos.

La misma opinión tuvo desde muy pronto sobre el islam, que conoció a través de Farah, su criado, afirmando que era una religión superior.

Las primeras desavenencias con Bror comenzaron pronto

En las primeras cartas a su familia, Karen, apenas habla de la relación con su marido y cuando lo hace es para alabar su valor y su espíritu emprendedor. Sin embargo, no podría por mucho tiempo disimular las desavenencias con su esposo obsesionado por la caza, los safaris y las mujeres y poco o nada por la granja.

Mientras Bror se desentendía de la granja, Karen se implicaba cada vez más con los kikuyus, el grupo étnico de su granja, sembrando café, colaborando con ellos, buscando la manera de educar a sus niños y preparando a su personal doméstico.

Cuando llevaba un mes en MBagathi, Karen empezó a sentirse mal, tenía escalofrios, dolor de cabeza y fiebre muy alta. Había contraído malaria y durante varias semanas hubo de guardar cama. Su marido como siempre estaba ausente y su criado somalí, Farah la cuidó, enseñándole swahili y hablándole sobre el Islam. Farah se convirtió en su sombra, pagando las cuentas, salarios, dirigiendo la cocina y el servicio doméstico y finalmente, controlando todo.

La comunidad blanca de Nairobi nunca simpatizó con la baronesa creyéndola pedante, extravagante y excéntrica. Cuando se enteraron que iba a construir una escuela para los kikuyus que vivían en su granja pusieron el grito en el cielo. Los colonos blancos de aquel Nairobi trataban a los negros como esclavos. Karen siempre despreció a estos colonos blancos tachándolos de “incultos, racistas y provincianos”.

La baronesa Karen Blixen con sus perros en su granja Nairobi

Pronto los nativos comenzaron a respetarla y acudían con frecuencia a su casa a pedir consejo o a ser curados con los remedios médicos de Karen. Las ancianas kikuyu la llamaban Jerie que significa “la que escucha”.

En 1914 cuando ya estaban sembradas y creciendo seiscientas plantas de café, Karen y su marido se fueron de safari a la reserva masai. Era la primera vez que acamparía en tierras africanas cazando animales salvajes. En este viaje descubrió su pasión por la caza. “No hay nada en el mundo como la caza”, “La caza es siempre una aventura amorosa. El cazador está enamorado de su presa”

Karen Blixen en Kenia

La Primera Guerra Mundial llega a Kenia

El estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914 hizo que en Nairobi reinase una confusión total. No existía ninguna enemistad manifiesta entre colonos ingleses y alemanes pero la guerra lo cambió todo. Bror para evitar que le acusaran de proalemán se alistó como oficial apoyando a los ingleses y se fué a la patrulla fronteriza de Lord Delamere, uno de los hombres más poderosos del Protectorado.

Karen se quedó sola en la granja. Los oficiales británicos pidieron a las mujeres que abandonaran sus casas y se trasladasen todas a la ciudad con los niños. Karen ni por asomo quería ir con las mujeres y decidió cerrar la casa y marchar con Farah y su cocinero, varios sirvientes a buscar a su marido organizando una caravana para suministrar provisiones a las tropas. Tardó cuatro días en llegar enfrentándose a un león que les intentó atacar durante la noche. Cuando llegó al campamento sucia, llena de tierra dejo sin habla a todos los soldados, a Delamere y a su propio marido. Sin lugar a dudas, ella estaba hecha para una vida nómada no exenta de peligros y así lo expresó en una carta a su madre:

“Está muy bien vivir a la manera nómada, y es antinatural, por el contrario tener casa siempre en el mismo lugar; sólo se siente uno verdaderamente libre cuando puedes ir en la dirección que se te antoja por las llanuras, acercarte al río al ponerse el sol y acampar allí y saber que puedes dormir bajo otros árboles, otras vistas a la noche siguiente”

A su vuelta, la granja estaba irreconocible. Los peones había abandonado el trabajo y los soldados británicos habían requisado casi todo para hacer frente a la guerra. Por sí fuera poco, Karen de nuevo comenzó a sentirse mal. Su médico de Nairobi le diagnosticó sífilis en estado avanzado, aconsejándola volver a Europa para ponerse en tratamiento. Conocía bien las infidelidades de Bror incluídas sus relaciones con mujeres masais.

Karen tuvo que volver a Dinamarca en 1915 para ponerse en tratamiento por sifilis

Enferma y debilitada ingreso en un hospital de Copenague durante tres meses.

En 1916 Bror llegó a Dinamarca para reunirse con Karen logrando convencer a los inversores de que el negocio del café con la guerra iba viento en popa. La familia de Karen volvió a creer en él. Tras el tratamiento de Karen, la pareja decidió volver a África.

En 1917, el matrimonio amplió las propiedades comprando Mbogani, la mansión bajo las colinas de Ngong que inmortalizó en su libro veinte años después. La casa había sido construida en 1912 por un colono sueco. Pero Karen no era la propietaria de la granja. Su acaudalado tío Aage (que tenía explotaciones de caucho y cocos en Thailandia), su propia madre y algunos otros parientes, formaban parte del grupo de inversores del proyecto, que tenía como objetivo la producción de café.

El proyecto se llamaba “Karen Coffee Company”.

El barón Blixen comenzó de nuevo a desinteresarse por los negocios, en tanto crecía su interés por la caza y por organizar safaris para millonarios europeos en lo que llegó a ser un experto. También retomó su interés por las mujeres.

La guerra no había terminado, la derrota británica frente a los alemanes era inminente y los colonos británicos comenzaron a hacerla de lado acusándola de ser una espía alemana.

Karen conoce a Denys Finch-Hatton el gran amor de su vida

El matrimonio hacía aguas y Karen comenzó un apasionado idilio con un amigo de su marido, Denys Finch-Hatton, al que conoció en el Club Muthaiga de Nairobi en 1918. Denys había llegado a Kenia a hacer negocios comprando varías propiedades. Pero Denys además, de aristócrata era un hombre deseoso de aventura, aburrido de Inglaterra, lector apasionado de poesía y melómano incurable. Buscaba en África no solo aventura sino una vida libre. Denys amaba los retos y el riesgo, la vida al aire libre y el contacto con la naturaleza convirtiéndose en uno de los más famosos cazadores y organizadores de safaris del país.

Denys
Denys

Desde ese primer momento, Karen se sintió atraída por este hombre atractivo, culto, inteligente y ocurrente.

Un mes más tarde, Denys y Karen se reencontraron en una cacería en su granja quedándose a dormir en M’bogani. Bror estaba al tanto de la relación pero seguía viviendo en la granja con Karen comportandose como un matrimonio normal ante la gente. El barón no era celoso y además, Denys y él eran amigos y compañeros de cacerías.

A finales de 1918 una gran sequía amenazaba con arruinar las cosechas. Los pozos se secaron, los kikuyus morían de hambre. Fueron tiempos muy duros para Karen. Los acreedores la perseguían y su familia culpabilizaba a su marido de todos los males.

La guerra terminó y la gente volvió a su casa. El hermano de Karen, Thomas que había luchado en la guerra fue condecorado con la Cruz Victoria de los británicos convirtiéndose en un héroe. La baronesa dejó de ser criticada por tacharla de proalemana.

En 1919, el matrimonio Blixen viajó de nuevo a Dinamarca. Bror regreso a África tras una visita a Suecia ignorando que la familia de Karen quería verle fuera del negocio. Mientras Karen continuaba en Dinamarca, Bror convirtió su granja en un hotel donde se divertía con sus amantes. Había vendido algunos muebles para saldar sus numerosas deudas. Cuando Karen regresó, no le quedó otra que abandonar definitivamente M’bogani y establecerse en la reserva masai dedicandose a la caza profesional.

En 1920, cuando Bror abandonó la casa de Ngong tras la separación de Karen, Denys se mudo a vivir con ella con su gramófono, discos y libros de poemas.

Karen junto a dos leones muertos en Kenia

En 1921 Karen sustituyó a su marido en la gerencia de la plantación. Hacia 1922 Bror Blixen le pidió el divorcio a Karen para casarse con Cockie Birkbeck. La idea a Karen no le gustó en absoluto porque no quería perder su título de baronesa.

La relación con Denys seguía siendo maravillosa, trasladándose en 1923 definitivamente a la granja. Aquellos momentos de felicidad que compartieron en Ngong se recogen maravillosamente en Memorias de África. Así lo describe Karen:

“Cuando esperaba el regreso de Denys y oía su automovil acercarse por el camino que llevaba a la casa, oía hablar, a su vez, a todas las cosas de la granja, anunciando lo que realmente eran. Él era feliz cuando estaba en la granja, solo venía cuando tenía ganas de estar allí. Y la granja conocío algunas cualidades suyas que el mundo, por lo demás ignoraba: su humildad, su gratitud, una amable ternura.”

Las visitas de Denys estaban llenas de amor y de romanticismo. Tras cenar a la luz de las velas vestidos de etiqueta y escuchando el gramófono que Denys había regalado a Karen, ésta le contaba relatos que extasiaban al aventurero. Denys la animó a escribir sus relatos. También salían de caza, montando sus tiendas en mitad de la sabana escuchando música clasica como telón de fondo. Otras veces, se iban a la casa que tenía Denys en Mombasa. Así lo describía Karen:

“Dormíamos con las puertas abiertas al mar plateado, y la brisa juguetona y cálida arrastraba con un largo murmullo un poco de arena suelta hasta el suelo de piedra.”

En las largas ausencias de Denys, Karen sufría pasando mucho tiempo sola y deprimida. En contra de su voluntad, cada vez, dependía más de él.

“Estoy unida para siempre a Denys, destinada a amar el suelo que pisa, a ser feliz más allá de cuanto pueden decir las palabras cuando está aquí y a sufrir mil muertes cuando se va….”

Los dos años siguientes, Denys y Karen se vieron muy poco. Denys se pasaba la vida de safari en safari o largas temporadas en Inglaterra.

En 1928, el príncipe de Gales, futuro rey Eduardo VIII visitó la granja cenando en casa de Karen. Entre los invitados se encontraban Beryl Markaham, la atractiva hija del capitán Clutterburk, entrenador de caballos. Tenía 24 años, deportista y rebelde que se convertiría en una pionera aviadora. Karen la sentó junto a Denys, sin saber que acabarían siendo poco después amantes.

Beryl Markham
Beryl

Hacía 1929 Karen se quedó embarazada de Denys enviándole un telegrama a Londres donde en clave le informaba de su estado y del bebé que esperaba, al que llamó Daniel. Denys se limitó a responderle con escuetas palabras:

“Te pido encarecidamente que canceles la visita de Daniel”

Karen siempre había deseado ser madre. Desde entonces el silencio y la distancia se interpuso entre los dos. Karen se había vuelto celosa y posesiva, algo que él no podía consentir. La consecuencia fue que Denys cada vez espació más sus visitas a la granja.

Hacía 1931, Denys se mudó oficialmente de Mbogani regresando definitivamente a su apartamento en el Club Muthaiga. En ese tiempo, Beryl Markham se convirtió en su amante y se fué a vivir con él. La partida definitiva del cazador ocurrió tras una fuerte pelea con Karen que seguramente ya sabía que había otra mujer en su vida y también quien era y eso era casi lo peor.

Un buen día, Denys se compró una avioneta, un Gipsi Moth amarillo de dos alas a la que los nativos llamaron Ndege qué significa pájaro en swahili (y que Tanne y Denys llamaban Nzige, saltamontes). El cazador llegó a la granja un buen día invitando a Karen a volar con él. Denys había vuelto. Pasaron tres días y tres noches juntos. Allí parado, alto, feliz con su avioneta hizo que de nuevo Tanne se rindiera a sus sentimientos. Él era todo para ella. Tanne pudo ver su granja desde el cielo y muchas cosas más. Así expresaba Karen la experiencia:

“Considero dudoso que pueda haber una felicidad mayor para mí que volar sobre la llanura africana y Ngong Hills con Denys. Aquí debo decir… qué Dios tiene infinitamente más imaginación que nosotros. Porque yo probablemente no podría haber inventado ni a África ni a Denys”

“Claro, he pensado alguna vez, éste era entonces el sentido de la vida y ahora lo entiendo todo”

Para Tanne, Denys era la esencia del aire. Sobre él dijo:

“Es un efecto mágico el que tiene sobre mi. Nunca he sentido una sensación de felicidad similar a la de su compañía, es como si recibiese luz y aire después de estar mucho tiempo en una habitación”

Los vuelos con Denys fueron el mejor recuerdo de sus últimos años en Kenia. En aquellos días, Denys ya compartía su vida con Beryl Markham, que paso a la historia por ser la primera mujer en cruzar en avión sola el Atlántico de este a oeste.

Los negocios no le iban bien a Karen que gastaba la mayor parte de su energía en intentar salir de una situación ruinosa. Los desastres naturales, inundaciones, incendios, plagas parecían perseguirla. La mantenía en pie, su amor a África y su amor por Denys. El mundo de Karen como la de otros muchos granjeros africanos se hundió a finales de los años veinte, con la Gran Depresión. Su empresa entro en bancarrota y su familia decidió no mandar más dinero desde Dinamarca. En 1931 estaba arruinada. La granja fue vendida en subasta pública.

A principios de 1931, Denys preparaba un safari a Voi en el parque de Tsavo y Karen le pidió que le dejara ir con él. Denys se negó. Fue la última vez que se vieron. El cazador se estrelló en un extraño accidente aéreo cuando regresaba a Nairobi en avioneta.

Habían roto su relación tiempo atrás pero Karen no había renunciado a recuperarle.

Karen decidió enterrar a su amante en las colinas de Ngong, muy cerca del lugar que los dos habían elegido años atrás.

En una carta de Denys a Karen decia:

“Esos crepúsculos de Ngong tienen un ambiente de reposo y contento que no he sentido en ningún sitio. Creo que podría morir feliz al anochecer en Ngong contemplando las colinas, con sus preciosos colores desvaneciéndose sobre el cinturón cada vez más oscuro de la selva cercana.”

El periódico inglés The Times publicó en el Reino Unido la noticia de la muerte de Denys Finch-Hatton:

“Murió como a él le hubiera gustado, al aire libre, entre los vastos espacios que tanto amó, impávido y libre hasta el final”

La escritora regresó arruinada a Dinamarca, a su casa natal de Rungstedlund, junto a su madre, y allí siguió viviendo hasta su muerte, en 1962. Karen Blixen sobrevivió a su amante más de treinta años.

En 1937, seis años después de haber abandonado África, publicó su libro “Memorias de África”. Tenía 52 años. Su éxito fue enorme.

Varias operaciones de estómago y de la espina dorsal mermaron su salud. Karen pesaba sólo 35 kilos. En 1958 se creó la Fundación Rungstedlund que se ocupa de los derechos de sus obras.

Karen Blixen falleció el 7 de septiembre de 1962 por mala nutrición en su casa de Rungstedlund y fué enterrada a los pies de la colina de Ewald. Tenía setenta y siete años y ese día había escuchado poco antes de su muerte, un aria de Handel que Denys Finch-Hatton solía escuchar con ella en sus visitas a la granja.

Durante el tiempo que Karen vivió en Kenia, fundó una escuela para los kikuyus logrando que las autoridades coloniales buscasen acomodo para esas familias kukuyus cuando ella abandonó el país. Nunca se olvidó de sus sirvientes a los que ayudó hasta el final de sus días enviándoles dinero desde Dinamarca.

Su primer libro de narraciones, Siete cuentos góticos (1934), se adentraba en el terreno de lo sobrenatural. África mía (1937) narra sus vivencias en Kenia. Memorias de África, dirigida por Sidney Pollack y protagonizada por Robert Redford y Meryl Streep, fue galardonada con ocho Oscars en 1985. Su novela, Los vengadores angélicos (1944) se publicó bajo el seudónimo de Pierre Andrézel. Entre sus últimos trabajos se encuentran Cuentos de invierno (1942), otro conjunto de historias acerca de lo sobrenatural, y Sombras en la hierba (1960).

Bibliografía: “La leona” de Tom Buk-Swienty; “Las reinas de África” de Cristina Morato; “El sueño de África, en busca de los mitos blancos del continente negro” de Javier Reverte

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