Burkina Faso un país a la deriva
Una compañera de trabajo me dijo antes de emprender este viaje “¿sabes qué algún día no vas a volver no?. Nunca me había parado a meditar sobre ello porque realmente ya tengo suficiente con pensar en hoy, intentando poder hacer lo que me apetece y no preocuparme de mucho más. Un aprendizaje que he logrado en este continente donde no hay espacio ni hueco para el mañana.
Lo mismo algún día no vuelvo como dice mi compañera pero habrá merecido la pena conocer e intentar difundir los conflictos olvidados de África, un deber para alguien que ama profundamente este continente.
Es mi forma de viajar y conocer aunque la mayoría de la gente no pueda entenderlo.
Tras diez días en Burkina Faso, me traigo un master acelerado sobre el país y un montón de amigos africanos afectuosos y hospitalarios.
Lo mejor que tiene África es la gente que conoces, los grandes amigos a los que quizás no vuelvas a ver nunca y a lo que tu alma endurecida no se acostumbrará jamás. La vida del viajero africano está marcada siempre por la melancolía de las despedidas muchas veces para siempre.
En estos días he conocido al jefe de la oposición de Burkina Faso, a generales, comandantes del ejército, gendarmes, conductores, periodistas, paramilitares y raperos. Gente diversa que quiere hablar de su país, un país en caída libre.
Cuando el veneno de viajar entra en tu sangre, tienes la obligación de cumplir tus sueños y el mío en estos momentos, se encuentra en el corazón de África.
No niego que me da miedo volar a Burkina Faso, quizás uno de los países más complicados y peligrosos en este momento pero tenemos el compromiso de contar sobre el terreno lo que está ocurriendo aquí donde tan sólo hace un par de meses asesinaron a dos compañeros periodistas.
Burkina Faso es un país sin salida al mar ubicado en el centro de la altiplanicie de África Occidental. Limita con Mali al noroeste; con Níger al noreste; con Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benín al sur. La capital y ciudad más poblada es Uagadugú. Gran parte de su paisaje es sabana. Burkina Faso logró la independencia de Francia en agosto de 1960. El francés es el idioma oficial y como cooficiales figuran el mossi y el diuala. Alrededor del 80% de la población se dedica a la agricultura de subsistencia y el algodón es el principal cultivo comercial.
Volamos hacía Uagadugú
Un país con una deriva muy peligrosa, un conflicto olvidado. Volamos con Air France hacia Uagadugú, la capital de Burkina Faso. Parece que un “taxi de confianza” nos va a venir a buscar. Los contactos que tenemos dicen que la capital está tranquila si no se baja la guardia.
Viajar a lugares de conflicto escapa al sentido común y a la razón pero los mejores viajes están hechos para aquellos que no saben muy bien ni hacia donde se dirigen ni conocen con exactitud lo que buscan.
Estais locos es lo único que escucho a mi alrededor los días previos a nuestro viaje a Burkina, un soniquete que me aburre hasta la extenuación.
Nos instalamos en el Hotel Princess’Yenenga, una recomendación del cónsul honorario de España en Burkina.
Bajar del avión y sentir el calor espeso y caliente de África envolviéndote, abrazándote como si fuera una brisa que parece tener dedos es inenarrable.
Princess’Yenenga es un hotel fantástico, africano y colonial de vegetación exuberante con una pequeña piscina en el centro del jardín. Un diminuto escenario hace las delicias de los clientes, los martes, viernes y sábados con música en vivo. Las habitaciones se pierden en una espesura de plantas y flores. Me recuerda al inovidable Hotel Shangri-La de Accra en Ghana.
18 de junio
Amanece radiante Uagadugú. Estoy tan feliz de poder estar aquí. Dejamos la mañana para el papeleo con nuestro nuevo conductor. Se llama “If”. Es un chico muy eficaz aunque un poco soso, hay que arrancarle las palabras con sacamuelas.
Recorremos la ciudad de arriba abajo, una ciudad roja y caliente. Tarjeta local y datos de Internet compradas en un puesto de la calle como se compra casi todo en África. El permiso para poder trabajar como periodistas en Burkina no ha resultado tan farragoso como en Nigeria. Dedicamos el día a hacer agenda, gestionar citas y entrevistas con el objetivo de lograr un reportaje que pueda ofrecer una visión completa de lo que está ocurriendo en este nuevo conflicto olvidado de África.
Uagadugú o Ouagua como la llaman los burkineses es una ciudad llena de vida por todas partes. Se parece a las ciudades del norte de la República de Benin, terrosa y polvorienta, puro Sahel. A primera vista parece fea y desgarbada pero cuando la vas conociendo y sintiendo su pulso, te va atrapando.
Este reportaje necesita la voz de Cruz Roja. Loren es el máximo representante de esta organización en Burkina. Es suizo y prefiere hacer la entrevista en francés. Nos ha hecho un speech de media hora narrando la situación preocupante y de deriva que esta sufriendo Burkina en los últimos tres años, alcanzando la cifra de 1.200.000 desplazados. Hace escasos tres años solo había 50.000. Casi todos los representantes de Cruz Roja que he conocido nos brindan el mismo speech. Parece que les dan cuerda, contestan como robots pero no a lo que se les pregunta, simplemente siguen su discurso aprendido.
Acabamos de llegar al hotel agotados del día. Hay música en vivo. Cuando ya hemos cenado y estamos a punto de irnos a la cama, una llamada del cónsul honorifico de España confirma que viene a saludarnos al hotel, casi me da algo, solo soñaba con poder dormir. Bronceado, bien vestido con camisa blanca y vaqueros cuidadosamente elegidos, tiene mirada rápida e inteligente, no se le escapa una, todo en él es negocio puro y duro. Tan resuelto como vino se va. Hemos quedado en repetir para comer el próximo martes.
19 de junio
La noche no ha sido para echar cohetes. El calor que hacía me ha hecho rememorar las terribles noches de Maiduguri.
Ayer tarde un paramilitar le dijo a Xaquín que si los yihadistas tomaran una ciudad a 100 kilómetros de Uagadugú, los terroristas tardarían horas en entrar triunfalmente en la capital sin encontrar resistencia alguna. La información que escuchas de día, durante la noche se distorsiona, elucubrando e imaginando imágenes terribles de aeropuertos cerrados, vuelos cancelados, asesinatos selectivos de blancos, yihadistas entrando a saco en los hoteles internacionales, etc que no me dejan dormir.
Los lúgubres pensamientos de la noche desaparecen con el nuevo día.
La ciudad amanece con lluvias. En África son tan terribles que la ciudad se encuentra literalmente inudada.
El objetivo de hoy es encontrar a los refugiados que huyen de los yihadistas. Muchos se han cobijado en un barrio de los arrabales de Uagadugú. En tres años, el aumento de desplazados ha aumentado vertiginosamente de 50.000 a 1.200.000. El gobierno no deja entrar a los campos de refugiados a nadie pero hemos podido localizarlos en este barrio en unas condiciones infrahumanas.
Ha sido complicado encontrar el barrio con la lluvia, era conducir a través de un lago. Aunque nuestro chofer no es el mejor chofer del mundo porque no abre la boca y tiene cero iniciativa, su coche es un buen coche. Hoy se ha ganado con creces el sueldo.
En una especie de chabola se cobijan varias mujeres con niños dormitando en el suelo. No hay un solo mueble. La pobreza es extrema. Los pequeños me miran con cara de sorpresa dejando que fotografíe todo el horror de sus vidas. Una mirada indolente es lo único que saben regalar en su corta existencia.
Todos relatan la misma historia, los yihadistas llegan al pueblo, queman las escuelas y obligan a la gente a unirse a ellos. Los que tienen suerte, huyen del terror.
El hotel es un remanso de paz con una vegetación que te envuelve y llena de frescor. En Burkina hace mucho calor y solo apetece comer algo de fruta con unos anacardos y salir de nuevo a trabajar.
Nos vamos a reunirnos con Lucas, un guardia civil español que forma parte de un proyecto de la UE que tiene como objetivo formar e instruir a varias compañías de soldados burkineses para luchar contra el terrorismo que asola este país. Nos acompaña también un coronel de los gendarmes franceses que también forman parte de esta misión. Nos invita el viernes a la entrega de medallas y diplomas de la nueva compañía recién formada
20 de junio
Un Domingo en África es un día perdido o ganado, ganado si se trata de descansar, dormir, leer y dejarse llevar. Perdido si quieres trabajar. Los domingos en África se quedan sin gente, todos se van a misa, a las maravillosas misas africanas.
Uagadugú o Ouagua no es ciudad para investigar, eso era antes, ahora mejor intentar pasar lo más desapercibido posible. Los blancos son un objetivo y se les distingue a kilómetros.
Desayunamos en una pastelería que hemos descubierto.
Las pastelerías en los países de tradición colonial francesa son muy especiales. Heredaron el estilo y las recetas de la bollería francesa. El croissant y los pao chocolat desprenden el mismísimo olor que envuelve la atmósfera en las cafeterías parisinas.
La mañana de un domingo en una pastelería del centro de Ouagua aglutina todo el paisanaje de la sociedad local burkinesa, familias con niños acicalados, engullendo un buen desayuno, parejas pulcras y emperifolladas, algún que otro hombre blanco solitario y aburrido bebiendo un zumo de frutas que nunca se acaba mientras observa el tendido con ese aire afligido y melancólico del expatriado.
Nuestro plan para hoy es conseguir una entrevista con el jefe de la minería industrial cuya concesión tiene Canadá. Nos recibe en su despacho, campechano, trajeado, reloj visiblemente caro, con un constante intento de tener aire europeo. Se ha mosqueado y echado a temblar en cuanto le hemos preguntado la relación del yihadismo con las minas y explotación de oro.
Burkina es el cuarto país productor de oro de África. El tipo ha echado balones fuera aunque ha confirmado lo que ya sabiamos. Hay una relación estrecha con el interés de los yihadistas por Burkina. Hay oro. Nos remite a un colega, el director de la explotación de minas artesanales del país. Nos pide el permiso de trabajo como periodistas y los fotocopia una y otra vez. Es el típico cagado que no quiere que nada ponga en peligro la poltrona donde sentar su culo. Llegará lejos.
He conocido de cerca a un par de personajes parecidos pero en mi país y en mi entorno laboral que también han llegado lejos mirando a otro lado con tal de no perder su trono.
El día de trabajo acaba. Nos vamos al hotel a descansar. Es un hotel caro pero fantástico. Aquí se hospedan también soldados europeos incluidos españoles que trabajan en Burkina. Las habitaciones están situadas alrededor de un jardín donde te machacan vivo los mosquitos a cualquier hora del día y de la noche. Para sentarte en cualquier mesa de su preciosísimo jardín tienes que parapetarte enfundado en camisas que no dejen un cm libre para que estos devoradores de hombres no te saquen hasta la medula.
En el hotel se esta de maravilla fisgoneando tanto personaje que desfila por aquí. Tarde de lectura junto a la piscina.
21 de junio
Amanece soleado en Ouagua. Hay un montón de cosas que hacer. Lo primero un desayuno en “El Festival de glaces“, la pastelería libanesa con sabor a París. Hoy la libanesa guapa está haciendo guardia en la barra del local. Todo irá más rápido, los dependientes se pondrán las pilas y tendremos que esperar menos por el zumo de naranja natural.
Lo primero de hoy visitar al director de las minas de oro artesanales del país. Nos espera en su despacho mirándonos con absoluta desconfianza. Aquí todo el mundo, de primeras parece tener miedo a meter la pata. Como si todo fuera un secreto de estado. Nos piden de nuevo las credenciales de periodistas. La conversación comienza fría y llena de precauciones y cautelas pero Xaquín poco a poco se le lleva a su terreno con suaves preguntas del tipo ¿Cuánta producción de oro exporta Burkina? ¿cuántas minas artesanales hay en el país? ¿Dónde se exporta, quienes son los receptores?. A continuación como un mago, entra en terrenos pantanosos. Lo que está más que claro es que a las esferas institucionales le da miedo reconocer la relación del yihadismo con el oro.
Al final, el tipo se ha relajado confirmando la estrecha relación entre los yihadistas y el oro. Los terroristas intentan ocuparlas echando a los mineros que trabajan en ellas, es una cuestión más que de principios religiosos de dinero. El director nos ofrece visitar una mina para ver el trabajo artesanal del oro, charlar con los mineros, etc. El único problema es que se encuentra relativamente lejos de Ouagua. Xaquín ya no piensa en otra cosa.
Uagadugu es una ciudad destartalada pero a mi me gusta. Me recuerda mucho a las ciudades de Benin. Tiene muchas calles sin asfaltar llenas de tierra roja como sólo se pueden ver aquí. La gente es amable. Ha perdido el poco turismo que tenia y que se dejaba caer por aquí hace unos cuantos años para visitar el famoso País Dogón que puso de moda Barceló. La ciudad como todas las ciudades africanas es muy gremial. Todo va por barrios, los herreros, los modistos, las pastelerías, las zapaterías, etc.
Hay fantásticos puestos de frutas con los mangos más exquisitos que uno se pueda imaginar amarillos y maduros: Son increíbles. Te alimentarías solo de mangos el resto de tu vida. Trabajando apenas nos da tiempo para comer. Además, hace tanto calor que el cuerpo no te pide más que agua y fruta.
Nos vamos a ver al comandante, D’je, al Estado Mayor. Varios soldados con sus imponentes uniformes nos salen al paso para pedirnos las acreditaciones. Entrar en “El Etat Maior“, no es moco de pavo. Se quedan con nuestros pasaportes. Nos dirigimos al despacho del comandante y como todo comandante del ejercito que se precie, nos hace esperar el tiempo reglamentario para darse pisto dejando claro hasta donde llega su poder. D’je es fortachón, un camión de hombre. Aparece con una dentadura que reluce como la nieve y una mirada brava fingidamente campechana. El tipo es listo como un águila. Nos escudriña y estudia con voracidad. Tras la presentaciones, las bromas de rigor sobre Barcelona, Madrid, los catalanes y luego directos al grano.
Queremos asistir al acto de entrega de diplomas de la nueva promoción del ejercito burkines. La Guardia Civil española, la Gendarmería francesa y los Caravinieris italianos han formado y entrenado a los burkineses como parte de un proyecto de la UE. El acuartelamiento se encuentra a menos de 80 kilómetros, una hora de carretera. Este país se ha convertido en uno de los más complicados de África para que un blanco viaje en coche. Queremos que el comandante D’je nos meta en un convoy de prensa local o en un convoy del ejercito para llegar al campamento de entrenamiento.
El Embajador de la Unión Europea vendrá al acto lo que significa que la carretera estará más vigilada que un día normal. Nos promete el oro y el moro pero el tipo no me da buen rollo, le he calado en 5 minutos.
El día ya no da para más. Ouagua es un horno en esta época del año. Están comenzando las lluvias y los mosquitos te comen vivo, te succionan hasta el hígado. Aunque el calor agota aprovecharemos la tarde para hacer unas fotos con buena luz. Una de las cosas que identifican a esta ciudad son las motos taxis. En la República de Benín se las llama zemidjan ou zem. Nuestro driver dice que aquí no tienen nombre. En Ouagua son cientos, miles de motos recorriendo la ciudad.
Hace años eran la imagen de Cotonou (República de Benín), Kano (Nigeria) y varias ciudades africanas más pero ahora los respectivos gobiernos locales las han prohibido por diferentes motivos, contaminan mucho, son muy peligrosas porque provocan muchos accidentes y además suponen un grave problema en la lucha contra el terrorismo yihadista. Una moto con un terrorista se cuela por cualquier rendija llegando a la puerta de un destacamento militar o un hotel de blancos.
La soberbia imagen de un semáforo con cientos de motos ansiosas esperando el cambio a verde para salir enloquecidas armando un estruendo es indescriptible. Las mujeres también pilotan las motos, incluso señoras entraditas en años aprietan el acelerador.
Al llegar al hotel solo queda una buena ducha, ropa limpia y salir a la exuberante palloza de nuestro hotel a tomarte un vino rosado fresco y a poner las notas del día en orden.
22 de junio
Otro día en Ouagua. De nuevo, la noche no ha sido para echar cohetes. Ayer por la tarde estuve leyendo y viendo fotos sobre la masacre perpetrada el 15 de enero de 2016 cuando tres hombres armados con rifles atacaron el restaurante “Cappuccino” frecuentado por extranjeros y hombres de negocios y el “Splendid Hotel” en el centro de la capital de Burkina donde se hospedaban expatriados, soldados franceses, americanos, miembros de la ONU y diplomáticos. Murieron 34 personas y hubo cientos de rehenes. Lógicamente me he pasado la noche dando vueltas a la idea de que los terroristas volvieran a tomar un hotel de blancos. Menos mal que con el nuevo día, los terrores se diluyen.
Hoy el día comienza lleno de energía. Lo primero acercarnos a la Agencia Estatal de Minas Artesanales de oro. A Xaquín se le ha metido en la cabeza visitar una de ellas a pesar de estar a unos cien kilómetros de Ouagua. Nos van a acompañar en nuestro coche un par de trabajadores de la Agencia. Nos aseguran que no corremos peligro, no se lo creen ni ellos. Ellos no tienen problema pero para nosotros es otro cantar. Tenemos que acercarnos a una mina artesanal para hablar con los mineros y ratificar sobre el terreno que los terroristas los están echando del norte y que no les queda otra que buscar nuevas minas cerca de la capital del país en zona segura.
Hemos quedado en recoger a los dos trabajadores que nos van a llevar a la mina, mañana a las 7:30
Ahora entrevistamos al representante de una asociación de derechos humanos local. El tipo tarda un buen rato en llegar a la cita. Cuando ya nos vamos hartos de esperar aparece por la puerta. La entrevista resulta más que provechosa. Ha dibujado una contextualización cojonuda del conflicto y de su evolución.
Burkina comienza su declive en el 2015 cuando el presidente del gobierno, Blaise Compaoré es expulsado mediante un golpe de estado del poder. A partir de ahí, los terroristas avanzan en una escalada de apenas cinco años, recrudeciéndose los dos últimos.
Respecto al problema del tráfico de oro, personas, cigarros, drogas, en Burkina se trafica con todo. Este fenómeno es la base del terrorismo. Terrorismo y delincuencia van de la mano. Además, el cambio climático está causando un dramático conflicto en todo el Sahel entre ganaderos y agricultores. Los ganaderos no tienen pastos y ocupan los territorios de los agricultores generando cientos de muertes y un odio que ha ido aumentando sin tregua. Un fenómeno trágico que ya pudimos observar en Nigeria, República de Benín, Togo y ahora también en Burkina.
Burkina tiene como caldo de cultivo un conflicto entre las etnias mosi y pels Los yihadistas se han unido y echado raíces con familias pels, lo que no quiere decir que todos los pels sean terroristas. La consecuencia es la estigmatización de los pels que son victimas de persecuciones por el hecho de ser pels o tener un nombre pel.
Me estoy haciendo un master acelerado sobre Burkina Faso
Me llamó la atención un videoclip de denuncia de un rapero burkines crítico con todo el sistema, tradiciones, política, ablación, etc. Estaba en París cuando contactamos con él. Hijo de madre burkinesa y padre francés nos recibe hoy en su estudio de Ouagua. Está grabando y se hace esperar. Aquí todo el mundo tiene secretaría. La chica lo único que hace es retocarse la ropa y mirar al tendido. Aunque tiene ordenador no ha tocado ni una tecla.
Por fin, llega Sergei, el lider del grupo “Smokey“. Guapo, alto, estilososamente progre y cara de tipo listo. Contestatario, antisistema y anticapitalista. Conoce Madrid, Barcelona y alguna que otra ciudad española. Dice que la última vez que visitó España se reunió con Pablo Iglesias.
La situación de su país es insostenible, una democracia que no tiene herramientas en un estado corrupto y débil, un país sin poder. Se nota que ama a su patria y hace lo posible para que se conozca lo que aquí ocurre.
Después, desayunamos con Didier, un salesiano de Togo. Habla castellano porque hizo Teología en Granada y Sevilla. En el 2019 fueron asesinados en Burkina dos salesianos españoles, Antonio César Fernández Fernández y Fernando Hernández. Desde entonces solo quedan en Burkina los salesianos africanos y que además, hablen las lenguas locales.
Didier tiene una sonrisa permanente, dulce y acogedora. Viaja mucho a Costa de Marfil, Togo y la República de Benín supervisando los proyectos vinculados a jóvenes. Confiesa que tiene miedo, viaja solo, a veces en transporte público para pasar desapercibido. Cuando atraviesa el punto fronterizo de Togo donde mataron a su compañero, Cesar se le acelera el corazón. Aunque Cesar iba con otros salesianos de color, solo le mataron a él. Los blancos están en el punto de mira. Ahora se han complicado las cosas todavía más. No solo es que seas negro para los yihadistas sino que debes hablar las lenguas locales para demostrar que no eres un extranjero.
Los niños malditos
Hablamos de los niños malditos de Togo. Es una terrible práctica extendida en algunos países africanos y que tardará mucho tiempo en desaparecer. Eliminan a los niños que tienen alguna malformación o simplemente por el hecho de tener un comportamiento distinto o diferente. Una mirada extraña o esquiva puede hacer que un niño pase a ser mirado por su familia como sospechoso de ser brujo o bruja. Muchas veces es la propia familia quien acusa a un niño para poder deshacerse de él. Algunos niños son sometidos a tratamientos contra la hechicería muy duros.
Didier se encontró a un niño pequeño deambulando por un mercado (es uno de los lugares donde los salesianos salvan a estos niños). Solo tenía una mano con dos dedos y la otra con uno. Se los habían cortado en un ritual de expulsión del demonio.
El fenómeno de los niños malditos o de los niños brujos está muy extendido en algunos países como Benin, Burkina, Togo, Cote D’avoire y Congo. Aunque algunos sobreviven pero siempre arrastrarán terribles secuelas.
Hoy nos toca comprar nuestro cuadro
De cada país africano que conozco, me llevo un cuadro de algún pintor. Localizó su taller y conozco su pintura. Es una de las cosas más preciadas de mi vida. Mi pintura africana
Como Burkina es un país francófono, la Alianza Francesa tiene mucha fuerza. Nos han puesto en contacto con varios pintores que nos han enviado una representación de su obra pero Ferdinand nos ha enamorado a primera vista. Nos vamos a conocer a Ferdinad a su taller.
El cuadro es una mujer dormitando en un sillón. Una pintura tranquila llena de paz, de dulces sueños. La joven negra con su vestido de flores, el contraste de colores, la luz tenue que cuelga del techo de la habitación, la suavidad del entorno hace de esta pintura algo cálido.
Burkina antes del avance yihadista era un país con mucha tradición cultural. Se celebraba un certámen (SIAO) muy importante que reunía en Ouagua a los pintores africanos y artesanos más importantes de África.
Ferdinand nos cuenta que viaja a Bruselas y a París con frecuencia vendiendo en galerías sus pinturas. Nos llevamos a nuestra negrita dormilona a Madrid
Nos vamos a visitar una mina artesanal. Nos acompaña un séquito, un par de funcionarios de la Agencia de minas artesanales y nuestro chofer. Los yihadistas se avisan en cuanto un blanco sale de la ciudad pero hemos tomado nuestras precauciones.
Los dos periodistas españoles asesinados hace unos meses iban acompañados de un efectivo de 40 soldados del ejercito y se encontraron con un ejercito yihadista que les superaba con creces y muy bien armados. Todo el mundo dice que los terroristas tienen armas sofisticadas con la última tecnología mientras que el ejercito de Burkina apenas tiene fusiles para poder frente a esto.
África es generosa. Está resultando fácil trabajar en Burkina. La gente como en Sudán es amigable y acogedora. Sacar el permiso de trabajo como periodistas, pedir algo, entrevistar a alguién. Todo el mundo se pone a tiro con tal de explicar al mundo lo que está pasando aquí. Los burkineses quieren que la gente se entere que este país se encuentra en caida libre, al borde del abismo. Los terroristas tienen ocupado más de un 70% del territorio. No se puede salir de la capital si no eres negro, si eres blanco eres hombre muerto, que es lo que le pasó a nuestros compatriotas. Hay muy poca seguridad.
Mucho ministerio, muchas institución, mucha burocracia pero el sistema no funciona. Se puede salir y entrar en Ouagua sin ningún tipo de control. No hay controles de salida ni de entrada a la ciudad. Todo el mundo sabe que los yihadistas van a entrar en la capital de un momento a otro. Los hoteles donde hay blancos intentan hacerlos inexpugnables.
La ciudad de momento esta tranquila pero se respira una sensación de que en cualquier momento va a ocurrir algo.
Este es el pulso de la calle, desanimo, desconfianza en las instituciones, resignación ante el fracaso, indefensión absoluta de un ejercito que no vale para nada y poca esperanza. Hay quien dice que Burkina esta al borde de un golpe de estado o algo peor.
Vamos a ir a la entrega de diplomas que dan a los soldados que han formado la Guardia Civil. Vamos como parte de un convoy de periodistas locales y una chica de la televisión francesa. Dentro del convoy nos acompañan cuatro soldados como camiones con sus Kalashnikov.
Independencia en 1960
El 5 de agosto de 1960 el país consigue su independencia pasando a llamarse República Independiente del Alto Volta. Maurice Yameogo fue el primer presidente del país. En julio de 1984 el país cambia su nombre por el de Burkina Faso.
Desde su independencia de la metrópoli, los golpes de estado, las revueltas y las crisis políticas han dominado un país que tiene como vecinos a los también inestables Malí, Costa de Marfil y Níger, además de Benin, Togo y Ghana. Su posición geográfica le ha valido también un importante papel como mediador en crisis regionales.
Después de la primera presidencia de Maurice Yameogo (1960-1966), se sucedieron numerosos gobiernos militares encabezados por Sangoulé Lamizana (1966-1980), Saye Zerbo (1980-1982) y Jean Baptiste Ouedraogo (1982-1983).
Y en mayo de 1983 se produjo un golpe de estado liderado por el capitán Thomas Sankara, que estableció un Consejo Nacional Revolucionario y nombró a Blaise Compaoré ministro de Estado de la Presidencia.
El 15 de octubre de 1987 un nuevo golpe de Estado destituyó a Sankara, que fue ejecutado, y Compaoré se hizo con el poder, que no había abandonado hasta ahora.
Último golpe de Estado
El nuevo hombre fuerte de Burkina aprobó en 1991 en referéndum una nueva Constitución, que establecía la división de poderes entre ejecutivo, legislativo y judicial e inició la Cuarta República.
Compaoré fue reelegido presidente para un segundo mandato en las elecciones del 15 de noviembre de 1998 con el 88% de los votos, algo que repitió, para una tercera legislatura, en los comicios de 2005.
Tras las elecciones presidenciales de 2010, ganadas de nuevo con mayoría por Compaoré, la oposición, que denunció fraude electoral, pidió un cambio en el sistema de votación.
Desde entonces y en protesta por los planes del presidente de cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder se han producido protestas de forma cíclica que han generado graves episodios de violencia. La última y definitiva, comenzó el pasado 28 de octubre, con el incendio del Parlamento y el asalto al palacio presidencial. Esta vez Compaoré tuvo que escuchar el clamor popular y forzado por militares, renunciar a su cargo, abriendo una nueva etapa.
Como ya dije al principio, de este viaje me traigo un master acelerado sobre Burkina Faso y un montón de amigos africanos.
Además, vuelvo a cerrar mi mochila, me la echo al hombro y ya no soy yo, sino un ser nuevo que nace dentro de mi y al que todavía conozco muy poco.