La República de Benín, la esencia del África Negra
Benin, un buen destino para viajeros primerizos
Por su extensión, su ubicación en el centro del Golfo de Guinea; por tener un perfil rectangular que deja la mitad norte para los musulmanes y la sur para los animistas; además de la autenticidad de sus raíces tribales. Por todas estas razones y muchas más, Benín es el destino ideal para el viajero primerizo que realiza una primera inmersión africana.
Cotonou, típica capital africana
Cotonou reúne todos los ingredientes de una capital del Africa del Oeste,motos zemiyán por todas las esquinas; mercados atestados de gente; la laguna confundiéndose con el océano Atlántico; barriadas ocupando las playas; restaurantes, hoteles y lugares de alterne de todos los niveles a un precio razonable.
Para recorrer el país hay dos rutas
La ruta del este, Porto Novo y Parakou
Desde Cotonou, en transporte público (taxi compartido o autobús) nos internamos en el país por dos rutas: la del este por la colonial Porto Novo y Parakou, la segunda ciudad del país, hasta llegar a la ciudad de Malanville, en la triple frontera del río Níger: Benín/Níger/Nigeria.
La ruta del oeste, Ouijda
La ruta del oeste nos lleva a Ouijda, en la costa, donde veremos una de las puertas de esclavos más simbólica de Africa; hacia el interior está Abomey, sede del antiguo reino de la tribu fon y su temible ejército de amazonas.
Es también capital de Zhou, la provincia más castigada por el estigma del tráfico de niños esclavos. Djougou, ya en territorio musulmán, es territorio de los niños malditos oenfants sorciers. Su obispo ha abierto un orfanato para acoger a estos niños, amenazados de una muerte segura.
Los niños malditos o los niños que nacen con algún problema físico
Tras visitar las casas fortificadas de la tribu de los Tata Somba, la capital del norte, Natitingu, nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en el único parque nacional transfronterizo de Africa del Oeste, la Pendjari que comparte territorio con Burkina Faso.
En Benín hay varios hitos inexcusables: el vudú, la religión de los animistas sureños y el tráfico de niños esclavos. Aunque sólo fuera para entrar en contacto con estas prácticas estaría justificado el viaje.
Texto de Xaquín López y Sonsoles Meana