Ngaounderé, una ciudad con lamidato en el centro de Camerún
Ngaounderé, segunda etapa de un viaje por Camerún
De Yaoundé nos vamos a Ngaounderé
Nos vamos a Ngaounderé, una ciudad del interior del país en nuestra intención de llegar al Lago Chad.
A las seis de la tarde, cogemos el tren para recorrer más de medio país. Una maravilla de viaje. La estación de Yaoundé es preciosa, abarrotada de gente con maletas, un ir y venir de viajeros.
El tren espera en la vía. Es colonial, evocador y muy africano. Tiene un color rojo sugerente.
Tenemos un vagón litera para nosotros dos, todo un lujo. Nos instala una chica amable y no hay sorpresas. limpio, pequeño, la noche promete.
Se instala en nuestro vagón un generalote del ejercito del aire de Camerún
Sube al tren engalanado con su uniforme y acompañado de una escolta digna de país africano.
De avanzadilla va un militar con gafas de sol, último modelo, de esos militares africanos que ponen los pelos de punta. Va retirando a la gente con malos modos: «que viene el general» «que viene el general» «no fotos». Parece el gran dictador y los sumisos súbditos bajando la cabeza a su paso, africanadas.
Estoy encantada de poder ser testigo de un espectáculo tan increíble.
Pronto tomamos posiciones en el vagón restaurante en previsión de una verdadera avalancha de pasajeros. Nos han dicho que viajamos mil personas en el tren. Tiene hasta médico y enfermera.
El médico nos explica que hay muchas urgencias por la noche, sobre todo ataques de asma. No nos gustaría repetir lo que vivimos en un barco remontando el lago Volta en Ghana hace unos años.
En aquella ocasión, viajábamos sólo unos veinte blancos que teníamos billetes de primera clase en un barco que navegaba por el lago. Nos fuimos instalando en nuestros asientos para pasar casi 24 horas de viaje incluida la noche.
Fue zarpar el barco y cientos de personas que salían por todas partes, subieron de segunda y de tercera a nuestro espacio rodeándonos e instalándose sin ningún reparo en nuestros asientos. No nos echaron al agua de milagro. Se pusieron a hacer fogatas para cocinar en la cubierta del barco.
Fue en ese momento cuando comprendí que en África hay que saber defenderse con uñas y dientes y mantener tus posiciones sin ningún remilgo si quieres salir airoso en situaciones complicadas.
El vagón restaurante es precioso, como si de una película en blanco y negro africana se tratase.
Vamos a disfrutar de nuestro paté y vino francés comprados en el supermarket de Yaoundé.
En Africa, el paté francés sabe a «dioses». Cenar paté y vino francés me transporta a inolvidables cenas en distintos países africanos y a las noches más inolvidables en los lugares más lejanos y evocadores (Parque Nacional de Mole en Ghana, Calabar en Nigeria, Parque Nacional de Lope en Gabón).
La cena es una delicia. Este tren recorre mil kilómetros. De repente paramos en mitad de la nada y en mitad de la noche. Se escuchan cientos de miles de ensordecedoras ranas. El sonido de las ranas lo relaciono con África. En España ya no se escuchan ranas. Las ranas no paran de croar, imposible pegar ojo.
Llevamos una hora parados en la vía. Es un ruido ensordecedor pero mágico y maravilloso. De golpe se callan al arrancar el tren. Además, el tren lleva lo que se llama «hilo musical» que no deja de sonar en toda la noche, «cosas de África». Nuestro compartimento tiene música ininterrumpida. No me siento con fuerzas de explicarle a un africano que en España durante la noche dormimos y no escuchamos música.
Hemos llegado a Ngaounderé
Bajamos del tren en Ngaounderé. De nuevo el general con su escolta, avasallando en el anden. La caravana de impresionantes cochazos, abandona la estación como cualquier dictador africano.
Dispendio, lujo, despilfarro mientras la gente tiene hambre y vive en la miseria
No es la primera vez que soy testigo de este despliegue de derroche y corrupción en el África Negra. Lo vimos en Maputo (Mozambique), una ministrilla de segunda y todo su séquito tomaban las mejores botellas de vino francés en un restaurante occidental. La ministrilla era una más en el inacabable organigrama de ministros mozambiqueños.
También en el Parque Nacional de Yankari (Nigeria) pude ver como otro carguillo del gobierno arrasaba con su interminable familia, amigos, escoltas y hasta la televisión nigeriana que le hacía un seguimiento en la tranquila reserva.
La corrupción más absoluta se respira por todo el África Negra
Hemos bajado en la estación de Ngaounderé. Xaquín corre como un león para intentar conseguir los billetes de vuelta a Yaoundé. Tenemos que volver por el mismo camino.
Este tren tiene unos enormes problemas para poder hacerte con un coche cama. Se los tienen repartidos entre todos los gerifantes del gobierno y sus familiares para desplazarse por el país. Hay que reservarlo con mucho tiempo.
Hemos conocido a una funcionaria de la estación, a la que hemos caído bien que nos asegura la reserva para la vuelta, eso si, tenemos que estar llamándola cada día para hacerle la pelota. Mientras hace sus gestiones, me quedo esperando dentro de un taxi camerunes.
Es complicado poder explicar el fenómeno que se repite siempre que llegas a una estación de autobuses o de trenes africana. Ni te has dado cuenta, y en cinco segundos, dos o tres tipos que no sabes de donde han salido, te han cogido la maleta y metido casi en volandas en un taxi sin que todavía hayas podido reaccionar, taxi que por supuesto te va a timar.
Desde el taxi, observo el incesante ir y venir de la gente, el fantástico ambiente de la estación, una locura africana de color por todas partes. Empiezo a preocuparme porque Xaquin tarda. Le veo llegar por fin, diciendo, solucionado el tema» «vamonos».
El taxi nos lleva al primer hotel que hemos elegido «Le petit relais», un hotel pequeño, sin pretensiones, no resulta caro y es limpio.
Al llegar el taxista como era de esperar nos da «el palo», 3000 cfa, una pasta por el hecho de ser blanquitos. Por ahí, ya no paso. Conocemos de sobra, las argucias para sacarnos dinero. Un NO rotundo que acaba con amenazas de ir a la policía, «ese no es el precio», «que pasa que por ser blancos pagamos más?».
Pedimos ayuda a la dueña del hotel «Le petit relais» que decide no tomar parte en el asunto y quedarse al margen. Nos queda ponernos como fieras y no entrar por el aro o pagar. Tenemos todas las de perder. El taxista mide cerca de dos metros.
En otras circunstancias, habríamos peleado hasta el final pero estoy cansada de numeritos africanos y prefiero pagar al truán de turno.
No nos vamos a quedar en este hotel en el que la dueña no nos ha echado un cable, nos largamos. Como única opción sólo nos queda el mejor hotel de la ciudad. Es un buen hotel, caro pero muy bonito y muy bien atendido.
Entregamos la ropa a lavar, una ducha y nos damos cuenta de que el general y su escolta también se hospedan aquí. Como no pasamos desapercibidos, uno de sus escoltas ya nos ha echado el ojo, dice que nos conoce del tren. Tras los consiguientes saludos, nos largamos a conocer Ngaounderé.
Emplazada sobre la meseta de Adamawa
Ngaounderé es una ciudad que goza de un ambiente muy agradable. Es un lamidato musulmán en una ciudad antigua, llena de rincones para descubrir con sus mercados y barrios de calles polvorientas.
El viernes al mediodía se puede contemplar el impresionante rito religioso del lamidato. Cuando volvamos de vuelta, intentaremos verlo. El lamido sale del palacio acompañado de su séquito y los músicos reales encaminándose hacía la gran mezquita. Es un momento único. La plegaría dura cerca de 20 minutos.
Hemos contactado con un guía, familiar de un militar que conocimos ayer
El Lago cráter Tisón
En esta ciudad, hay varios lagos cráter extinguidos. Uno es el Lago cráter Tison, rodeado de un bosque pero hay varios más.
Como siempre en África, habíamos acordado con el guía un precio por teléfono hace un rato. Ahora aparece en el hotel acompañado de un chófer, pidiendo más dinero. Nos ponemos en marcha. Los lagos cráter son bonitos pero nos resultan normales para lo que su nombre sugería. Son simples lagos bonitos pero nada más. Me han decepcionado.
Nuestra habitación da a un jardín precioso lleno de flores y pájaros, plagado de esa vegetación que sólo existe en África. Exuberantes árboles, flores de mil colores por todas partes y pájaros cantando con sonidos jamás escuchados.
Nos movemos por la ciudad en zemiyans
Paseamos Ngaounderé en moto-taxi. Se llaman zemiyans. Desde el último viaje a Nigeria no habíamos vuelto a coger ninguno. Son pequeñas motos que constituyen el medio de transporte más habitual de todo el África Negra. Son rápidas, ágiles, eficaces y baratas pero muy muy peligrosas.
Nosotros ya lo experimentamos en Nigeria donde el zemiyan o moto era nuestro único medio de transporte. Tuvimos un accidente pasando por uno de los momentos más complicados de nuestros viajes africanos.
Al subir una pequeña montaña, el zemiyan de Xaquin volcó. Era imposible no haberse roto la espalda. El susto fue mayúsculo. Decidimos no volver a coger un zemiyan en la vida.
Pero nada de lo que dices vale en África
El placer de volver a subir a zemiyan y recorrer las callejas es único e irresistible.
Paseando por las calles de Ngaounderé nos encontramos con la tienda de un libanés. Vamos buscando un buen sitio donde cenar. El libanés nos sale al encuentro, quiere charlar. Suponen que un blanco siempre tiene algo interesante que contar.
En un cuarto de hora, nos cuenta su vida. Es un tipo curioso, amanerado, muy exagerado en sus gestos. Los ojos rojos se le salen de las órbitas. Huele a alcohol y parece que está inspirado.
Nos cuenta que ha nacido en Camerún. Es hijo de padres libaneses que llegaron en 1940 a este lugar. Se siente africano, habla peul y nos cuenta maravillas de esta etnia.
Nos aconseja acercarnos a una de sus villages para conocer su rica y extraordinaria cultura. Nos describe con pasión a las mujeres peul, sus costumbres, sus tradiciones.
Los peuls
Los peuls representan a uno de los pueblos nómadas más grande del mundo cuyo origen es desconocido. Viven en África occidental. Se dedican a la ganadería y son pastores. Tienen rostros alargados y tez más clara, pelo ondulado y ojos saltones. Son musulmanes en su mayoría.
El libanes tiene un restaurante que es precioso, colonial y muy decadente. Tiene una decoración exquisita, cuidada y con un cierto aire destartalado pero con mucho encanto.
Hablamos de pintura. En su restaurante hay una exposición de cuadros de pintores africanos. Me interesa el tema. Procuro comprar siempre un cuadro de cada país africano que conozco. Me preocupo de buscar a los pintores relevantes de cada país, visito su taller, conozco su pintura y siempre me dejo hechizar con algo. Podría prescindir de todo lo que tengo pero no de mis cuadros africanos.
Es una de mis grandes pasiones, la pintura africana. El libanés se considera amante y buen conocedor de la pintura de Camerún. Nos dice que le gusta estar rodeado de cuadros. Le pido que nos proporcione la dirección de algún taller de un buen pintor camerunés para echar un vistazo. Dice entender de pintura pero no sabe darme ninguna referencia. Suele ocurrir, estas tierras están llenas de blancos decadentes, estrafalarios y un poco majaretas.
Conocemos un empresario español en Nigería que es un buen ejemplo de ello.
Gente diferente, charlatanes que embrujan con sus palabras tan lejos del europeo convencional.
Gente por encima del bien y del mal. Tienen mucho bagaje. Son muy interesantes, un poco bohemios, un poco locos pero que resulta un privilegio conocerles.
África está llena de estos personajes a la deriva que ya no tienen lugar en el mundo de los occidentales
Han perdido el tren. Están pero no están ya en ningún sitio. No tienen espacio solo historias que contar. Tampoco encajan en el mundo de los negros porque tienen nostalgia de occidente donde ya no tienen su lugar.
Volvemos al restaurante del libanés a cenar. Hemos cenado de maravilla, el hígado más rico y exquisito que uno pueda imaginar acompañado de buen vino francés. La cena nos cuesta un pastón pero ha pasado al baúl de nuestros imborrables recuerdos africanos. Un lugar que merece la pena visitar.
Durante nuestro paseo por la ciudad, hemos estado en un maquis o terraza africana con un karaoke tomando una cerveza. Un lugar muy africano donde el tipo que lleva la voz cantante se dirige a nosotros por el micrófono diciendo «el honor que significa tener a dos blancos en un maquis de negros».
Esto suele ocurrir con frecuencia. Los blancos se hacen notar quieran o no. El negro tiene una especie de relación entre sumisa, de admiración y de desprecio al blanco que no puede disimular.
El chico baila como un dios, solo verle moverse con los ritmos africanos, eróticos, sensuales, brutales es un espectáculo. Tras la cerveza, nos despedimos dando las gracias y nos largamos. El día ya no da mas de si.
Pasamos rápidamente y de una forma superficial por los lugares y ciudades. Recorrer un país en veinte días da para mucho y para poco. Al fin y al cabo, una tarde en Ngaounderé resulta suficiente para hacerte una idea pero es muy poco tiempo para conocerla en profundidad. Tenemos que elegir. Si quieres recorrer este país de arriba abajo con el tiempo que disponemos, no podemos permitirnos detenernos unos días en cada lugar.
https://sonsolesmeana.com/yaounde-una-preciosa-ciudad-de-camerun/