Maroua, la entrada del Parque Nacional de Waza en el norte de Camerún
By sonsolesmeana on 21 julio, 2016
Maroua, cuarta etapa de un viaje recorriendo Camerún
De Garoua nos vamos a Maroua en el norte del país
La etapa de viaje hasta Maroua es larga. Nos presentamos en la estación de autobuses antes de las siete de la mañana. En estos viajes, hay que salir pronto para no pillar calor y un asiento decente.
La estación de autobuses «Touristique express” de Garoua
Aquí estamos con nuestra pequeña maleta roja africana en la estación de la «Touristique express», la compañia de autobuses de Camerún que es preciosa.
Tiene unos maravillosos asientos de madera para esperar y un trasiego incesante de viajeros con maletas que van llegando en distintos motos, “zemiyáns”. La luz de las primeras horas de la mañana le otorga el colorido de las viejas estaciones africanas. Me da pudor sacar mi cámara, sobre todo al principio del viaje. Me tengo que ir acostumbrando, romper mi timidez y el miedo a despertar un conflicto.
No es fácil fotografiar en África
No es fácil fotografiar en África, o por lo menos en esta parte de África. La gente siempre busca la oportunidad para echarse encima del blanco, buscando un motivo, algo que justifique un rencor de siglos. Es más práctico, pedir permiso y si lo tienes, te pones las botas con el beneplácito del personal. La luz de la mañana es perfecta y yo estoy sedienta de captar y fotografiar cada imagen, cada secuencia, cada instantánea. Saco mi teleobjetivo. Me acerca cualquier rostro a un primer plano desde un sitio discreto. Me dedico a fotografiar todo lo que veo sin que nadie se percate.
Nuestro autobús sale para Maroua. El viaje resulta largo. Hacemos una parada en el camino y todo el personal baja para estirar las piernas.
Llegamos a Maroua
Maroua es una ciudad preciosa, la más poblada del norte camerunés. Es muy pintoresca. Es la plataforma para ir al Parque Nacional de Waza y de los trekkings etnográficos por los montes Mandara. Se extiende a lo largo del río Kaliao. Es una ciudad saheliana con calles arenosas, casas bajas, patios interiores y oraciones de mezquitas como música de fondo.
Nos quedamos en “El Hotel Le Sahel”, una recomendación de Paco Herrera, un empresario español que nos aconseja en este viaje. Es cómodo pero no es bonito. Nos instalamos. Una buena ducha para quitarnos el cansancio del viaje, descargar nuestro equipaje y comer algo.
Nos salen guías y buscavidas por todas partes
que nos ofrecen rutas o que nos alquilan coches. Nos estamos volviendo locos con tanto guía liante ofreciendo sus servicios. Al final, decidimos ir a lo seguro y contactar con el que nos recomienda Joan Riera en la guía “Laertes“. Se llama Hamán Bouba.
Queremos alquilar un coche para ir al Parque Nacional de Waza. Mi interés y pasión por los animales hace que diseñemos nuestra ruta sin dejar el parque de lado.
El Parque Nacional de Waza
El Parque Nacional de Waza se encuentra en la parte norte de Camerún. Situado a 60 kilómetros de Maroua. Es la joya de la corona. Tiene buena pinta. Parece que tiene los mamíferos estrella del continente africano.
Antes queremos acercarnos a la región de Rumsiki en los montes Mandera y poder ver alguna de las etnias que viven por allí.
Petit Colombo es un guía joven que aparece por nuestro hotel. Parece listo y sabe venderse ofreciéndonos su ruta pero no ha logrado embaucarnos con sus delicias.
Hemos quedado en el hotel a las ocho con Haman Bouba. Mientras esperamos el encuentro, recorremos la ciudad, el mercado, las calles, los puestos callejeros, escuchamos los rezos de las mezquitas por todas partes mientras aprovechamos para tomar un té en un puesto callejero. Mejor no mirar como lavan los vasos en un cubo.
En África lo más práctico es no pensar en las condiciones del té que te vas a tomar
Si quieres saborear un té de la calle «chai» y disfrutar viendo pasar gente en un sucio chiringuito de los miles que hay por todas partes, mejor no mirar. Te lo tomas y disfrutas y «que sea lo que dios quiera».
Hacia las ocho, volvemos al hotel a esperar a Haman. De repente aparece por la terraza del hotel. Es musulmán, delgado y elegante. Tiene la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida. Literalmente es de esas personas que te embrujan con la mirada. Unos ojos bonitos de mirada inteligente muy expresivos. Estrecha fuertemente nuestra mano mientras te traspasa con sus ojos llenos de franqueza. A mi me parece de esas personas hechas para ser lideres. Me gusta desde el primer momento y confio en él. No nos equivocamos.
Diseñamos con Haman la ruta, escuchando su opinión y sugerencias. Negociamos y cerramos el trato con buen precio. Nos pone un coche con chófer, un familiar suyo los próximos cuatro días, para llegar al Parque Nacional de Waza.
Estamos cansados del día pero llenos de emoción ante la ruta de mañana hacia el norte del país.
de Maroua al Parque Nacional de Waza
Son las siete de la mañana y ya estamos listos esperando a nuestro conductor y a Haman. El driver tiene buena pinta. Es un chico de unos veinticinco años con aspecto de tímido y callado. Antes de partir, hemos parado a repostar gasoil en una gasolinera pirata de nigerianos. Nos despedimos de Haman.
Los Montes Mandara
Avanzamos hacia Mokolo y el paísaje es bellísimo. Son los montes Mandara donde más de 30 tribús se mantienen hasta nuestros días, ajenas a los cambios que se van sucediendo en la planicie islamizada. Es el Camerún rural.
Recorrer las aldeas de barro y piedra esparcidas y camufladas en las rocas graníticas es inolvidable. La gente trabajando la tierra, maiz, millo, salpicado de pequeñas cabañas circulares con sus graneros formando pequeñas construcciones familiares. Hay cabras y ovejas que salen de cualquier lugar, merodeando por los poblados.
Cuanto más subimos al norte, nos encontramos con más grupos de zebús por todas partes, con sus grandes cuernos, tan diferentes a las vacas de nuestro país. La capital de los montes Mandara es Mokolo con los poblados de las etnias mafa, mofu y gudur.
El viaje es una delicia, no pierdo detalle. Quiero guardar en mi memoria cada instante, cada detalle, que no se me escape nada, saborear cada segundo, mirar cada rincón, escrutar con mi mirada todo, retenerlo en mi cabeza, no olvidarlo jamás.
El conductor efectivamente es más tímido y callado de lo que habíamos previsto. Literalmente no dice «ni mu». Hubiéramos preferido un chófer con algo de iniciativa, que se enrollase un poco más, que nos explique las costumbres, las etnias, el día a día. De su boca no sale nada. Se limita a conducir y a parar donde le vamos indicando.
A lo largo del camino, nos detenemos en un par de villages, pidiendo a la gente permiso para que nos enseñen sus casas por dentro y como viven. Nos enseñan sus despensas, graneros, su forma de vivir, como cocinan. La gente en Camerún es deliciosa, amable y acogedora. Se enrollan mucho con los viajeros como nosotros.
La ruta sigue por los Montes Mandara recorriendo las aldeas de barro y piedra esparcidas y camufladas entre las rocas del País Kapsiki.