Lamu, la esencia del mundo swahili
Un viaje de 24 días por Kenia, septima parte
Es la luz lo que hace del oriente africano uno de los lugares más bellos del mundo, mientras que es el olor lo que se ocupa de fijar en tu memoria el sueño de África (decía Javier Reverte)
No hay en todo el litoral del este de África una población que conserve tan intactas las trazas arquitectónicas de la cultura swahili. Al mismo tiempo, las características de sus habitantes son las más expresivas de los swahilis y la lengua que hablan, el Ki-amu sirve de base a casi toda la poesía escrita de Kenia. La esencia más intensa se respira en este maravilloso lugar anclado en el tiempo.
Las leyendas más antiguas hablan de los primeros moradores de Lamu procedentes de Siria y Yemen. Se cree que Lamu ya existía en el año 1200 de nuestra era. Sus habitantes fueron siempre tributarios del sultán de Paté hasta la llegada de los portugueses en el siglo XVI. Era entonces una ciudad rica que contaba con un floreciente mercado de esclavos que exportaba a Persia y Arabia.
Lamu se rindió a las naves portuguesas sin lucha aceptando pagar tributos anuales. A finales del siglo XVI, tras aliarse con el turco Ali Bey, el rey de Lamu fue decapitado.
Entre los siglos XVII y XVIII fue foco de un importante movimiento cultural. La literatura swahili comenzó a echar raíces. Al mismo tiempo se desarrolló una fantástica artesanía de madera para mobiliario de casas, puertas de hogares y faluchos de pescadores que pervive hasta nuestros días.
Por aquellos días de esplendor, las casas de los nobles de Lamu tenían baño de agua caliente y fría e incluso un retrete en un sitio apartado de la vivienda. Eran casas de fantásticos salones.
A principios del siglo XIX, Mombasa dominaba la isla de Lamu. Inglaterra y Alemania se repartieron África Oriental en dos esferas de influencia a finales del XIX. Lamu y sus territorios fueron causa de disputa permanente entre las dos potencias. La ciudad entró a formar parte del Imperio Británico en 1895 hasta la independencia de Kenia en 1963.
Un viaje en avioneta con la compañía Safarilink de Malindi a Lamu
La avioneta de la compañía, Safarilink que hemos cogido desde Malindi a Lamu me ha dado un viaje de media hora terrible. Resulta insoportable escuchar el ruido de las escuálidas hélices pensando que se van a parar en seco. Nos acompañan otros veinte pasajeros camino de Lamu.
Aquí, la gente miente mas que habla (en África en general). En Kisumu preguntamos al dueño de un bar de copas donde fuimos una noche a cenar como ir desde Mombasa a Lamu. El tipo dijo impasible que en avión porque son nueve horas por carretera. Hasta aquí, todo claro. Esta era nuestra idea. Pero la cosa cambió cuando llegamos a Mombasa y en el cafetín encantador del hindú que conocimos, nos dijó que Mombasa Lamu se puede hacer por una carretera estupenda que acaban de inaugurar en unas tres horas y se quedó tan ancho. Su colega que nos hizo de guía por la vieja Mombasa, nos confirmó lo mismo. Así que descartamos el avión.
Al llegar al resort de Malindi, Salma. la dueña nos dice que imposible ir a Lamu por carretera. Los vuelos no son caros, unos 30 euros por persona y te dejas de problemas. Lo que no acabo de entender es porque algunos africanos con tal de informar sea lo que sea, son capaces de meterte un verdadero camelo. No será la primera ni la última vez que nos pasa.
El aeropuerto de Lamu se encuentra en el continente y Lamu en una isla. Desde la pista de aterrizaje llegas a un pequeño embarcadero donde una barca cruza al muelle de Lamu. Hoy el oceáno está revuelto y hemos llegado empapados hasta las orejas.
Desde el mar, la vista de Lamu es insuperable. La ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2001. La atmósfera y actividad que rodea el malecón, la vista de las casitas swahili alienadas de colores son absolutamente maravillosas.
Salma nos había recomendado un hotel en primera línea, propiedad de una de sus amigas pero no quedan habitaciones al mar.
Lamu musulmana, Lamu pintoresca, Lamu única
La capacidad de Lamu a lo largo de la historia para rendirse a tiempo o para protegerse a muerte ha dejado intactas sus tradiciones y su espíritu swahili. La ciudad es el centro religioso musulmán más importante del litoral. Tiene veintidós mezquitas.
El viajero en Lamu retrocede en la historia haciendo una inmersión profunda en un tiempo pasado.
El medio de transporte en Lamu es el burro
Decenas de burros deambulan por las calles como “pedro por su casa“, son los auténticos dueños de la ciudad.
Hay que buscar plan B para dormir. Nos vamos al “Lamu House“. Una tipa entrada en carnes y muy borde nos comunica que solo le queda una habitación carísima.
Como nunca llevamos nada reservado, ahora nos encontramos en una complicada situación porque no tenemos acceso a wifi y llevamos los teléfonos descargados. La gente que nos hemos encontrado hasta ahora solo ha querido agradar pero la lerda del hotel Lamu House no es capaz ni de dejarnos cargar un teléfono. Se nota que Lamu es un sitio turístico.
Por fin, encontramos habitación en el “Samaki House”, un palacio swahili que perteneció al sultán de Zanzibar hace 200 años y que actualmente pertenece a una pareja sueca.
Absolutamente fantástico. y además, nos han hecho precio.
La gente de este maravilloso hotelito es encantadora y no pueden ser más serviciales. La habitación que nos han dado se encuentra en una de las partes más altas del palacio, justo a la espalda del “Lamu Fort” la fortaleza de la ciudad. La decoración es árabe muy evocadora y la cama tiene dosel. Las suaves corrientes de aire penetran por todas partes abrazándote con delicados susurros y meciendo la mosquitera durante la noche.
La ciudad está llena de cuervos revoloteando por todas partes. A medida que cae la tarde, los gritos inundan la ciudad, niños y mujeres salen de sus guaridas con ganas de disfrutar la llegada de la noche.
Nos instalamos como reyes y nos vamos a patear Lamu.
Desde el primer momento, supera con creces nuestras expectativas
Lamu es una ciudad indescriptible. En el malecón se llevan a cabo, las faenas marineras, desembarco y una pintoresca subasta de pesca, zurcidos de redes, preparación de aparejos para la jornada siguiente, etc. Un espectáculo único.
La vida de la ciudad palpita en la calle principal, “la Usita wa Mui“, paralela al malecón, oculta a la vista del mar y protegida de tormentas y tempestades. En esta calle se encuentran las principales mezquitas, comercios, cafetines y talleres artesanos.
La Usita se abre a una plaza rectangular a los pies del “Lamu Fort” la fortaleza de la ciudad. La plaza tiene bancos de piedra y dos enormes árboles que dan sombra a todo el espacio. Es un maravilloso lugar para observar el paísanaje de la ciudad, los hombres viejos se entretienen con diferentes juegos de mesa, los niños corretean por la plaza y los jóvenes y adultos se sientan a fumar en los bancos con el frescor del atardecer
La presencia de burros en Lamu viene de muy antiguo
Lamu es una ciudad inenarrable con sus cientos de burros acarreando enormes sacos de todo lo inimaginable.
Un cronista portugués del siglo XVI afirmaba que los burros de Lamu tienen las orejas más grandes y son más trabajadores que los portugueses. Los burros andan siempre sueltos, libres de arreos, riendas y guarniciones. Se abren camino entre la gente. Además, en la ciudad se encuentra la única clínica de burros de África.
Es una ciudad tan imprevisible que hasta te puedes dar de bruces con un grupo de presos custodiados por soldados de vuelta a la prisión tras una jornada de trabajos “forzados” en cualquier calle.
Las mujeres van de uniforme, el burka negro, apenas, una pequeña nota de color las diferencia unas de otras. Deambulan de dos en dos, de tres en tres paseando por la plaza, solas o con sus críos. Las niñas con cuatro años también llevan la cabeza cubierta mientras sus madres hablan por el móvil como si estuvieran en una calle de Madrid. Son los contrastes de esta inolvidable ciudad.
Lo peor de Lamu son los buscavidas. Los hay por todas partes como buena ciudad turística y patrimonio de la humanidad que se precie, te asaltan ofreciéndose como guías pero no te atosigan, ni hostigan.
Nuestro palacio swahili es una gozada, un verdadero lujo sentarse en la terraza de nuestra habitación al atardecer con un vinito frio escuchando a los muecines llamar a la oración, mientras la brisa del océano te abraza.
Estos días, hemos desayunado, comido y cenado en el “Samaki House” . Una delicia de zarzuela de frutas escogidas con especias increíbles del Índico que nunca olvidarás. Nada que ver con los tristes bufetes de los hoteles internacionales.
La mayor parte de los turistas que vienen a Lamu se hospedan en la playa de Shala. Nosotros hemos preferido escoger Lamu como lugar para dormir. Además la playa de Shala nos ha decepcionado, una girilandia a diferencia de Lamu tan increíble y maravilloso.
Volvemos de Shala decepcionados para pasar otra noche deliciosa de brisas marinas con los cantos que vienen de las mezquitas en nuestro palacio del sultán de Zanzibar.
Mañana volamos a Nairobi