Lagos la ciudad que te atrae como un imán, Dos meses viviendo en África
Vuelvo a África durante dos meses
1 de enero
Vuelvo a Africa. Es un viaje largo, dos meses. Un viaje arriesgado, no exento de peligros de todo tipo. Me da respeto y miedo. Tengo la intención de viajar al norte de Nigeria para ver que está ocurriendo exactamente en esta parte tan opaca del mundo.
Quizás en este momento sea uno de los lugares más peligrosos del planeta. Tengo una licencia de dos meses sin empleo y sueldo.
Me gusta mucho mi trabajo. Estoy encantada en mi departamento. He tenido suerte. Me siento a gusto entre mis compañeros pero necesito hacer algo diferente, algo que rompa y ponga distancia en mi vida. Alejarme de mi barrio, de mi casa, de mis amigos y de mi familia. No quiero esperar unas vacaciones para conocer el mundo y que mi existencia se reduzca a una vida del trabajo a casa viendo informativos para conocer que se cuece por ahí.
Me gusta África. Amo este continente. Me interesa su gente, su cultura y su manera de vivir.
Nigeria es un país feroz
Es el quinto país más peligroso del continente negro y el dieciseisavo del mundo. Demasiado interesante. Todo me sorprende. Todo me interesa.
Nigeria vive una guerra olvidada para el mundo
El grupo terrorista Boko Haram lucha contra el ejercito nigeriano y domina parte del norte de país.
En febrero de 2019, Muhamadu Buhari fue reelegido presidente de Nigeria.
El pais apenas tiene infraestructuras, las carreteras son infames, de las peores que he visto en África. Un sistema educativo pésimo. Un sistema de salud terrible, cinco camas de hospital por diez mil habitantes y 0’4 médicos por cada mil habitantes.
Un país todavía tribal, corrupto hasta la saciedad lleno de nepotismo y graves conflictos sociales y religiosos.
Dirigentes hasta arriba de corruptelas y sobornos acumulando exorbitantes fortunas, succionando la riquezas del país e invirtiendo en el extranjero en su propio beneficio mientras que la mayor parte de la población no tiene nada de nada.
Lagos, la megaciudad que engancha
La llegada al aeropuerto Internacional de Murala Muhammed de Lagos tras un viaje cansado no ha sido lo estresante que se espera en un aeropuerto africano. Todo ha sido rápido. El paso por inmigración, la entrega de visados y yelow cards. La cinta de recogida de equipaje facturado. Nos tendría que estar esperando un coche del hotel Eko. Son las cuatro de la madrugada y no es buena idea coger el primer taxi que veamos con todo el dinero para dos meses encima.
Como era de esperar no ha venido nadie del hotel a recogernos.
Toca salir y coger un taxi. Estamos agotados. La ciudad de Lagos nunca duerme.
Nos vamos a instalar en el hotel Eko. Es fantástico. Hace unos años era uno de los mejores hoteles de Lagos, entonces muy caro para nosotros. Ahora tiene competencia y eso le ha hecho ponerse las pilas.
2 de enero
Nos levantamos como nuevos. Tenemos que conseguir un chofer. Mikel fue nuestro “driver pirata” en Lagos cuando nos casamos pero en esta ocasión nos ha fallado. Ya no tiene coche. Hemos conseguido otro driver.
Se llama Ademeyi. Es alto y fuerte como un camión. Listo como el hambre y todo iniciativa. Lo que se necesita en un buen driver. Apenas habla de su vida privada sólo nos ha contado que está casado y tiene dos niños. Trabaja para Uber. Tiene una casa bonita, colonial y vieja de las que se han ido ocupando en estos años pero de cierto nivel. Maneja las nuevas tecnologías como un lince. Se presta para todo y a nada dice que no siempre con una gran sonrisa. Con este chico vamos a poder hacer muchas cosas.
El barrio de Yaba en Lagos
Vive en Yaba, un barrio de fantástico aire colonial que está de moda aunque las fachadas de los edificios centenarios se caen a pedazos, albergan a cientos de emprendedores en nuevas tecnologías.
Tenemos que conseguir una tarjeta local para el teléfono. Aunque parece una cosa fácil, en Nigeria se complica convirtiéndolo en un trabajo de chinos.
Lagos ha cambiado
La ciudad agrede con carreras, gritos y prisas entre el aturdimiento que provoca el sol y el calor. Los danfos, minibuses amarillos y emblema de la ciudad van tan repletos que las piernas y los brazos salen por todas partes.
Los vendedores ambulantes vociferan corriendo detrás de los coches vendiendo insospechadas mercancías que te meten por las ventanillas entre gritos desafiantes, provocadores y violentos.
Los danfos que colorean la ciudad están desapareciendo. El ayuntamiento los está prohibiendo para regular el tráfico caótico de la megaurbe por motivos higiénicos, medioambientales y de seguridad.
Lagos sigue plagado de socavones. Las casas aparecen sin orden ni concierto extendiéndose como una mala hierba. Una ciudad que te llena de confusión pero que es un verdadero imán.
En este viaje (hemos estado en Lagos en más de seis ocasiones, una de ellas para casarnos) parece que todo funciona mejor aunque buscar un lugar donde desayunar un croissant con un café sigue siendo una misión complicada sino es en un hotel.
Esta megaciudad es la segunda concentración urbana más grande de África por detrás de El Cairo. Es muy cierto que Lagos despierta una atracción muy difícil de explicar.
Es la ciudad de los yorubas (una de las etnias más importante del país), metrópoli que mezcla de innovación, fascinación, temor, atracción, desesperanza, miseria, increíble riqueza y terribles contrastes que te hieren sin piedad.
3 de enero
Queremos ver la oración del viernes
Nuestro driver nos dice que el barrio de Yaba es un buen sitio porque los musulmanes ocupan rezando toda la calle. Nos vamos a Yaba.
Hay que pedir permiso para tomar imágenes. El que en Nigeria no haya turismo, facilita las cosas o las complica.
El jefe del barrio nos da permiso para grabar y para poder asistir a pesar de que soy una mujer blanca. La oración empieza hacia la una de la tarde.
Varios miembros de la organización uniformados extienden larguísimas alfombras para que todo el mundo pueda rezar en la calle.
Los niños hacen sus ablaciones. Un momento inolvidable.
No puedo entrar al interior de la mezquita donde el imán dirige la oración por ser mujer. Me quedo fuera para no llamar la atención.
En este país, las cosas se pueden torcer en un segundo y no está bien visto que una mujer blanca con cámara en mano se mueva entre el personal durante la oración del viernes.
Esta mañana hemos visitado el barrio de Ebute Meta donde nos hospedamos la última vez que estuvimos en Nigeria. Han cerrado el hotel precioso y colonial. Ahora está abandonado y se cae a pedazos.
Era el año 2012. Un viaje agotador y muy estresante. Nos acercamos a Sokoto, una ciudad del norte del país donde ya comenzaba a actuar con fuerza el grupo terrorista Boko Haram.
Acabe jurando en arameo que no volvería a este país ni muerta
Aquí estoy de nuevo. Una y otra vez, vuelvo a tropezar en la misma piedra.
Nigeria es duro pero fascina
Tiene una atracción imposible de definir para una aventurera africana. Un magnetismo y seducción que te atrapan sin piedad aunque eches pestes del país. Con Lagos ocurre lo mismo.
También nos hemos dejado caer por el Consulado de España donde nos casamos hace unos años. (Me quise casar lejos de Madrid porque nunca me han gustado las bodas convencionales y menos si soy yo la protagonista).
En el consulado ya no queda casi nadie de aquellos años. Hay unas medidas de seguridad tremendas para entrar.
Nos recibe Teresa, casualmente la hermana del cónsul que celebró nuestra boda hace unos años en este mismo lugar.
Teresa se enamoró de un italiano que vivía en Lagos en una de las visitas que hizo a su hermano y lleva 12 años viviendo en esta maravillosa urbe.
Hemos recordado juntos la terrible experiencia que vivió en la Republica de Benin, el país de al lado, cuando visitando un poblado se encontró de bruces con la muerte de un niño maldito, bebes que matan en este parte del mundo por tener alguna malformación. Una historia brutal.
El hotel Eko lo recordaba como un hotel lleno de blancos. Ahora es un hotel de la nueva clase pujante negra de Nigeria bañada en petrodólares que llenan con sus niños mimados y pudientes la piscina del viejo hotel.
Nos levantamos pronto porque hemos quedado con el imán de la mezquita de Yaba para charlar y hacerle una entrevista.
Nos recibe en su casa donde su familia trajina con cubos, escobas y cacerolas. Tiene water lo que indica que no vive en la miseria como la mayoría de gente en Lagos.
Usamos por primera vez un iPhone 6 estabilizado con una osmo para grabar la entrevista. Ha salido bien. Nos vamos a la iglesia adventista de Yaba. La misa dura tres horas. El pastor nos va a recibir al finalizar la ceremonia.
La gente empieza a llegar a misa engalanada con los aderezos yorubas. Es fascinante. Es una misa cantada como todas las ceremonias africanas. La concurrencia esta pendiente y agradecida a los dos españoles que se han acercado a su iglesia.
El pastor nos quiere subir al altar para agradecernos la visita, lo que nos faltaba. Nos le quitamos de encima educadamente.
El barrio de Makoko
Nos vamos ahora al barrio de Makoko. Es el barrio de la madera, pobreza extrema pero increíble lugar. La gente vive de los troncos.
Lagos es una enorme ciudad llena de islas. Varios puentes las unen con tierra firme. Desde uno de ellos, el Third Mainland Bridge se puede ver Makoko. Es el segundo puente más largo de África.
El barrio es un conjunto de casas de madera edificadas sobre una laguna. Hay canoas de pescadores y enormes balsas de troncos de madera sobre los que caminan las personas.
Makoko existe desde finales del siglo XIX. Pescadores procedentes de la República de Benin, Togo y Ghana se fueron asentando aquí. Hoy día más de diez mil personas viven aquí de la madera.
El barrio tiene mucha mortalidad infantil. No hay servicios sanitarios ni los niños van a la escuela. Se estructura por zonas y jefes tradicionales como en toda Nigeria.
No hay policía ni organismos municipales. La gente organiza la limpieza y seguridad del barrio. Patrullas vecinales salvaguardan la protección de los vecinos.
El gobierno municipal de Lagos quiere desmantelar el barrio. En el 2012 ya hubo una tentativa fallida debido a la resistencia de sus habitantes.
Paseamos el barrio acompañados de una treintena de elementos que no nos quitan ojo ni a mi, ni a la bolsa de mi cámara. Eso si, logramos hacer la entrevista a uno de los cabecillas.
Como todo en África, las cosas se complican. Nos piden dinero. Nuestro driver que es todo sonrisa y control de la situación comienza a negociar pero se le nota nervioso. La situación puede dar la vuelta en un minuto, esta gente vive en la miseria más absoluta y quiere el dinero de los blancos. Si se ponen nerviosos, te pueden linchar aquí mismo.
Aparentando tranquilidad, pasito a pasito, nos acercamos a la salida del barrio dejando a nuestro driver rodeado de treinta enloquecidos y exaltados tipos dando voces. Les ha convencido. El lunes se acercará con money para ponerse todos hasta arriba de birras. Salimos airosos de una situación que se empezaba a complicar.
Este chico vale para todo. La tarde para descansar en el hotel Eko. Hay que recargar baterías para lo que nos espera los próximos días, lugares infinitamente más hostiles.
Mañana nos vamos a Abuja, la capital del país. Nuestro vuelo sale a primera hora de la mañana.