Etiopía por libre en tres semanas (Última parte)
Addis – Arba Minch – Jinka – Valle del Omo – Harar – Addis
Arba Minch. La puerta del Sur
Llegamos a Arba Minch después de casi dos semanas (*recorriendo) por el norte de Etiopía. Es como el día y la noche. Pasamos de las highlands etíopes, con su paisaje marrón y rocoso a un paisaje tropical más propio de centro-américa.
Es nuestra primera parada en el camino al Valle del Omo. Hemos leído que es un buen sitio para ver animales. A pesar de no ser Etiopía un destino de safaris, aun alberga unos cuantos sitios a visitar para los amantes de los animales. Uno de ellos es Arba Minch.
La ciudad entre los lagos
Arba Minch es una de las ciudades más grandes e importantes del sur de Etiopía. Se encuentra a 450 Km al sur de Addis Abeba, entre los lagos Abaya y Chamo. Este último colinda (*colindante) con el parque nacional Nechisar, lugar marcado en rojo para ver animales como zebras. El propio lago Chamo es hogar de cientos de cocodrilos e hipopótamos, así como de diversas aves.
Al llegar a Arba Minch nos enteramos de que el parque está cerrado. Al parecer dos tribus que habitan en el parque están en conflicto y puede ser peligroso para el visitante. Una lástima pero no conviene bromear con estas tribus, que están de Kalashnikov hasta los dientes. la visita al parque deberá esperar al siguiente viaje.
Cuando uno viaja por libre (*sobre todo por África) conviene no estresarse y ser flexible. Las cosas no pasan siempre como uno planea, pero ahí está también lo divertido. Aunque nuestro viaje por el Sur comience con una pequeña desilusión, seguro que Arba Minch aun nos guarda algunas sorpresas.
Primer destino: Lago Chamo
En cualquier aeropuerto, estación de tren o de autobús, uno está en contacto con un buen puñado de buscavidas al acecho del turista. Uno no deja de llamar la atención en un país como Etiopía, por lo que es inevitable tener más de una conversación (*encontronazo) con esta gente.
Recién aterrizados se nos acercaron varios, de los cuales uno fue el más rápido y avispado, que en seguida al olor de su presa y en su propio idioma obligó a alejarse a sus compañeros. Ya le pertenecíamos, al parecer.
Nuestro nuevo amigo nos ofrece un paquete turístico a nuestra medida para la ocasión, al parecer a un precio más que económico, a juzgar por sus gestos. Lamentablemente tenemos que interrumpir su sagaz discurso para que nos deje subirnos a un tuc-tuc e ir a nuestro hotel, que si no recuerdo mal, se llama Pensión Roma (muy recomendable).
Una vez en nuestro hotel, nuestro colega aparece (no podía ser tan fácil darle esquinazo) con una oferta aun mejor que la que nos ha ofrecido en el aeropuerto. Decidimos escucharle, ya que, en realidad, no tenemos mucha idea previa de qué se puede hacer en Arba Minch. Nos servirá para orientarnos. Una vez conseguimos algo de información y un precio (muy alto) como orientación, nos despedimos correctamente y le decimos que gracias, pero que otra vez será. Ya sabemos cuál va a ser nuestro primer destino: El lago Chamo
Tirando de TripAdvisor conseguimos un guía. Viaje en minibus y barca para nosotros solos nos sale por un pico, 70 $. Es lo mejor que hemos podido gestionar, así que aceptamos. Nos recogen en el hotel y nos vamos. Nuestro guía es originario de Harar y, como no, va cargado de chat, el estimulante etíope.
En la barca vamos María, el guía, el conductor, un chaval que nos pide educadamente permiso para subirse (por supuesto no tenemos ningún problema) y yo. Ningún (*otro turista) turista ni nada. La barca para nosotros.
El guía no se muestra muy hablador (será por el chat) y solo nos responde a nuestras preguntas, lo que es un poco decepcionante. No obstante, para mi la visita merece la pena. Vemos hipopótamos, cocodrilos, y un montón de aves tales como águilas pescadoras africanas, pelícanos blancos, garzas marbú, garzas barbudas amarillas, etc.
Mosquitos
En Arba Minch la cosa se empieza a poner seria con los mosquitos. Ya no estamos en las highlands el calor y la humedad hacen que los mosquitos campen a sus anchas y se pongan las botas con nosotros.
Todos coinciden en que en el Valle del Omo será aun peor. El riesgo de malaria es alto y no estamos tomando malarone durante el viaje. ¡Por tanto, antimosquitos y mosquitera van a ser indispensables!
Antes de meternos en la cama tenemos tiempo de conocer el mejor restaurante de lo que llevamos de viaje. El Hotel Tourist, cerca de la estación de autobuses. Una grandísima terraza, buena y variada comida (esto último es una novedad), cerveza fría, espectáculos en directo y mucho cliente local. Totalmente recomendable.
Los Dorze
El segundo día en Arba Minch lo queremos aprovechar para conocer una aldea de la tribu de los Dorze.
Los dorze son una tribu que vive en las montañas, a más de 2500 metros de altitud. Entre otras cosas, los dorze son conocidos por sus características chozas altísimas cuya forma recuerda a un elefante. Esta forma tan especial recuerda a estos paquidermos que poblaban estas zonas de Etiopía hace muchos años. Por otro lado, también nos explicarán que esta forma que tienen las chozas tiene un sentido práctico. Por un lado, las ventanas superiores que recuerdan a los ojos del elefante sirven tanto de iluminación como de extracción de humos, permitiendo a los dorze algo importantísimo: hacer fuego en el interior de la choza.
Uno de los grandes enemigos de este tipo de construcciones son las termitas, que devoran literalmente estas casas, cuyos techos de bambú húmedos por las lluvias los convierten en pasto para estos animalillos (*insectos). El hacer fuego en el interior ayuda a secar los techos y las paredes, ralentizando el desarrollo y la reproducción de las termitas que, a pesar de todos los esfuerzos, acabarán ganando la batalla. Esta técnica la veremos replicada en otras tribus durante nuestra visita al valle del Omo. Es curioso observar que las chozas más pequeñas corresponden a las más antiguas, debido a la necesidad de ir recortándola por culpa de las termitas a lo largo de los años.
Acceso a la aldea
A la aldea llegamos en bus público que cogemos en la estación de Arba Minch con destino a Chencha. Nos bajamos en una hora aproximadamente. Como no pasamos precisamente desapercibidos, la gente se muestra muy solícita en hablar con nosotros e intentar ayudarnos. Alguno intenta aprovecharse haciéndose pasar por guía, pero María se ha aprendido la lección y le para los pies. Queremos llegar al pueblo e ir directamente a la Besa Gamo Guide Association y allí contratar un guía local. Esta fue una de las mejores decisiones que tomamos durante todo nuestro viaje. Muy muy recomendable.
En la asociación conocemos a Kiya, un chaval majísimo del pueblo que va a ser nuestro guía y habla un perfecto inglés. Hoy es día de mercado y la plaza del pueblo está a rebosar de gente de los poblados de la zona. Hemos tenido suerte.
Kiya nos lleva por la aldea y nos explica infinidad de cosas. También nos presenta a dos amigos suyos que también hablas inglés. Desde el primer momento hay conexión con Kiya y los demás, nos hacemos bromas y todo el rato transcurre muy divertido. Ya tras la visita a la primera casa dorze y la primera explicación, uno de los amigos de Kiya saca una botella de areke y nos tomamos el primer chupito, que acompaña una pizza-dorze con salsas riquísimas… ¡Esta visita promete!
El enset
Los dorzes viven principalmente del enset, o planta del falso banano, cuya forma se asemeja muchísimo a la del banano, siendo mucho más grande. El enset, lamentablemente, no da ningún fruto comestible. Sin embargo, esto no detiene a los dorze, que aprovechan literalmente toda la planta para muchísimos usos, como construcción y aislante para sus chozas, depósitos de agua y, como no, base de su alimentación.
Del tronco del enset, los dorze extraen el kocho, que tras fermentarlo, al menos, tres meses, se convertirá en la base de la alimentación de la familia. De este kocho, la madre del chaval colega de Kiya nos prepara una especie de pan que los dorze comen tres veces al día. Una especia de injera para ellos. A pesar de que puede no sonar muy apetitoso, el pan (o pizza-dorze) está delicioso. Y las salsas con la que lo acompañan son exquisitas.
Seguimos visitando la aldea y vamos al mercado
Kiya nos sigue enseñando el pueblo, telares y colegios. Conocemos a un grupo de niños y me pongo a jugar al fútbol con ellos. No vemos a ningún turista en todo el día.
Las tareas en el poblado dorze se reparten en función del género. Mientras los hombres se encargan del ganado y de tejer (los textiles son una de las especialidades de los dorze), las mujeres mientras tanto se afanan en la casa y en los grandes jardines alrededor de la choza. Es decir, en todo lo relacionado con el enset.
Incluso en los días de mercado, la diferencia de género se aprecia en cada esquina. Durante todo el día, son mayoritariamente las mujeres las que están al sol vendiendo y comprando los diferentes productos. A pesar de que también se encuentran algunos hombres en el mercado, es a partir de mediodía cuando uno prácticamente no ve a un solo hombre vendiendo o charlando en el mercado. Casi todos se han ido al bar a gastarse parte de lo ganado en el día en areke. Las mujeres, en cambio, se quedan en el mercado, aunque eso no signifique que no beban, pues se juntan para tomar lo que ellos llaman local beer, que se bebe en una pequeña piel de calabaza y de cerveza solo tiene el nombre. Por el módico precio de 5 birr compramos una y nos sentamos con las mujeres a beberla. ¡Honéstamente, me quedo con mi querida y fresquita Habesha!
El momento surrealista del día
Lo que hasta este momento ha sido un día bastante divertido y muy interesante dio un giro inesperado cuando a María se le ocurrió la gloriosa idea de acercarnos al bar a tomarnos un areke con los hombres del pueblo. Kiya no lo duda y vamos para allá. A las hora que son, debería estar a tope. ¡Y vaya como se lo pasan! El bar, un lugar oscuro y con la música bastante alta, está bastante lleno. No obstante, nosotros, faranyis (*blancos), enseguida encontramos asiento. Nos sentamos y pedimos tres arekes. El areke es un aguardiente bastante fuerte, por lo que te lo vas tomando despacito. Antes de acabar el vaso, los parroquianos de mi lado ya nos han rellenado el vaso. En un inglés muy limitado nos conseguimos comunicar. Se vé que no es muy habitual encontrar extranjeros en el bar. Somos el centro de atención. Poco a poco la música empieza a subir de volumen y alguna gente sale a bailar. Nosotros no vamos a ser menos. Más areke y más bailes. Nos enseñan algunos bailes locales y los imitamos. La gente se parte.
Nos lo estamos pasando en grande, así que María y yo decidimos comprar dos botellas de areke para el personal (70 birr). El júbilo se apropió aun más de todo el mundo, incluidos nosotros. Seguimos bailando y bailando, y nos fuimos despidiendo entre abrazos y apretones de manos. Incluso un párroco de la zona nos bendijo (con traducción directa de Kiya para nuestro entendimiento). Acabamos la tarde con un corto discurso en inglés de despedida que Kiya también tradujó al dorze.
Por supuesto, el alcohol nos nubló a todos la cabeza y la razón, pero aquella experiencia con los dorze en aquel día de mercado no lo olvidaremos jamás. La visita a esa gente maravillosa nos marcó y significó un antes y un después en nuestro viaje.
Salimos del bar y nos despedimos con abrazos de Kiya, cogemos el bus y volvemos a Arba Minch algo borrachos pero felices.
Cenamos cerca de la estación y vamos rápido a acostarnos. Mañana sale nuestro bus hacia Jinka, capital del valle del Omo, a las 6 de la mañana.
Valle del Omo
Jinka
Jinka está a unos 250 Km de Arba Minch. Descartada la opción de volar hasta allí (requeriría volver a Addis y de ahí volar a Jinka) nuestra única opción es coger el autobús.
El trayecto durará más de 6 horas de viaje, a lo que hay que sumar dos horas más de espera en la estación de Arba Minch hasta que el autobús está “suficientemente” lleno para que el viaje les rente a los organizadoes. En total, 8 horas de viaje. Un día entero.
Es un palizón, pero como siempre, disfrutamos de la experiencia de viajar en transporte público en Africa. Conocemos a un hombre que habla un exquisito inglés que nos pone al día de la situación del país e incluso, a pesar de nuestras repetidas quejas, nos invita a comer en la parada.
Se reune el equipo
En Jinka nos volvemos a encontrar con Ana y Brandon, que llegan directos de Addis Abeba.
Ana incluso nos ha reservado ya una habitación en una sencilla pensión sin agua corriente. El favor que nos ha hecho es inmenso porque resulta que Jinka está completamente lleno. Todos los hoteles ocupados. Temporada alta en el valle del Omo.
Jinka es la capital de la región y el campamento base para recorrer el valle del Omo