Zambia por libre, vivir la aventura de acampar en plena sabana
El hechizo de perderse en la Zambia más salvaje
14 de agosto · Madrid – Lusaka
Tenía muchas ganas de volver a Zambia, este país que me robó el corazón en el viaje de enero pasado con sus paisajes virgenes y su autenticidad intacta. Aquella primera experiencia fue breve, pero suficiente para despertar algo profundo en mí. Dormir en una tienda de campaña, vivir con lo justo, conducir durante horas por pistas solitarias y sentir que el coche es tu casa… todo eso me regaló una sensación de libertad difícil de encontrar en otros lugares.

Un viaje por la Zambia más indómita donde la vida salvaje marca el ritmo
Esta vez el viaje será más largo y ambicioso. El plan es recorrer el país de sur a norte, atravesando parques nacionales y aldeas remotas hasta alcanzar las aguas del lago Tanganica. En el camino nos espera el remoto North Luangwa National Park, uno de los más aislados y menos visitados de Zambia, donde la naturaleza sigue imponiendo sus reglas y las pistas solo se dejan conquistar con paciencia, experiencia y espíritu aventurero.
Como en la ocasión anterior, hemos alquilado un Toyota Hilux con tienda en el techo a través de la misma agencia local. Llevamos todo lo necesario para movernos con autonomía total: combustible, agua, comida y refugio. La ruta marcará su propio ritmo, con paradas en campamentos comunitarios y campsites dentro de los parques, siempre buscando mantenernos cerca de la naturaleza.
El propósito sigue siendo el mismo que la primera vez: volver a sentir la libertad de la vida al aire libre y rendirnos de nuevo ante la belleza primitiva e inexplorada de Zambia, ese país que no se visita una sola vez, porque siempre te deja con ganas de regresar.
El comienzo de una nueva aventura
Después de doce horas de vuelo con Qatar Airways y una escala en Doha, aterrizamos por fin en Lusaka, la capital de Zambia. Todo ha ido perfecto. En el aeropuerto nos esperan los hombres de Hans, el propietario de la agencia con la que hemos alquilado nuestro fiel Toyota Hilux, el mismo todoterreno que nos acompañó en las pasadas navidades.
Subirnos de nuevo a él es como reencontrarnos con un viejo amigo: sólido, confiable, recio y con ese aire de compañero de ruta que inspira confianza. Sabemos que nos llevará, una vez más, al corazón más auténtico de África. Sobre el techo lleva montada la tienda de campaña que será nuestro hogar durante las próximas semanas. El plan no puede ser más sencillo, ni más emocionante, dormir bajo las estrellas, cocinar al aire libre y recorrer los parques nacionales por nuestra cuenta, en modo self-catering.
No queremos perder ni un minuto. Ni siquiera hacemos noche en Lusaka. Queremos llegar cuanto antes al Lower Zambezi National Park, así que cargamos el coche, revisamos el equipo y ponemos rumbo hacia el este. El asfalto se abre ante nosotros y, con él, la promesa de un nuevo viaje. África nos espera.
Rumbo al Lower Zambezi National Park
15 de agosto (Lower Zambizi NP)
A unas tres horas de la capital se encuentra Chirundu, la última ciudad donde es posible abastecerse antes de adentrarse en la naturaleza más pura. Allí hacemos todas las tareas imprescindibles: repostamos en la gasolinera, cambiamos dinero y llenamos los dos bidones extra del coche, uno con diésel y otro con agua, que siempre conviene llevar llenos por precaución. También hacemos la gran compra en el Shoprite, un supermercado bien surtido donde llenamos la nevera del coche con comida y provisiones para los próximos días. En los parques de Zambia, la autosuficiencia no es un lujo: es una necesidad.

Con todo listo, retomamos la carretera con la emoción del comienzo de un viaje. Nuestro primer destino es el Gwabi River Lodge & Camp, situado en la confluencia del río Kafue con el poderoso río Zambeze, un lugar tranquilo y estratégico para pasar la primera noche antes de adentrarnos en el parque.
Optamos por una tienda de campaña fija, ya montada, sin baño privado y algo destartalada, pero después de casi doce horas de trayecto entre vuelos y carretera, no tenemos fuerzas para desplegar la tienda del techo del coche. Solo queremos dormir en una cama, escuchar los sonidos de la noche africana y empezar a recuperar el pulso del viaje.

El campamento es sencillo, con gallinas de Guinea y pavos reales paseando entre las tiendas. Esta muy cerca de Chirundu, a la orilla del río Kafue. Tiene el encanto de ser nuestro primer contacto real con la naturaleza zambiana. Así, entre el cansancio y la ilusión, pasamos nuestra primera noche en Zambia, en la antesala de su impresionante red de parques nacionales.
16 de agosto (Nsefu Camp, Lower Zambizi NP)
Donde el río Kafue abraza al río Zambeze
Llevo meses preparando este viaje y, como buena previsora, viajo con un dosier repleto de anotaciones, mapas y nombres de lodges y campamentos. En Zambia, los precios pueden variar enormemente de un lugar a otro, y encontrar el equilibrio entre lo auténtico y lo asequible se convierte en algo complicado.
Mi objetivo está claro: lugares sencillos, sin lujos innecesarios pero con encanto, y si puede ser, junto al río. Porque no hay nada que se compare con dormir escuchando el murmullo del río Zambeze.

Revisando mis notas, doy con Nsefu Camp, un pequeño rincón escondido justo donde el río Kafue se une con el Zambeze. El lugar es una joya: una cabaña de madera con una terraza abierta a la confluencia de los dos ríos. Desde allí, el paisaje se extiende con calma: el agua refleja destellos dorados, los pájaros sobrevuelan las orillas y el aire tiene ese perfume vegetal que solo existe junto al río.

Por la tarde salimos a navegar. El safari en barco por el río Zambeze es, sencillamente, magnífico. A medida que avanzamos, vemos elefantes bañándose, hipopótamos que asoman sus cabezas redondeadas entre el agua, cocodrilos inmóviles al sol y una infinidad de aves que tiñen el cielo con sus vuelos.

Pero la verdadera magia llega al final del día con el atardecer

El cielo arde sobre el río Zambeze
Nadie puede discutir que hay pocas cosas más hermosas en el mundo que un atardecer sobre el río Zambeze. El sol se convierte en una enorme bola de fuego que lo tiñe todo de rojo: el agua, los árboles, el cielo entero. Es un espectáculo hipnótico que te deja sin palabras, como si la naturaleza entera respirara al ritmo pausado del crepúsculo africano.
Cuando regresamos al lodge, la noche ya ha caído. El personal nos recuerda que tengamos cuidado al caminar hacia la cabaña: los hipopótamos salen del agua para pastar. Durante el día los habíamos observado desde la distancia, enormes, torpes, casi entrañables, pero en la oscuridad su presencia se vuelve otra cosa, poderosa, imprevisible. Escuchar cómo se mueven entre la hierba, tan tranquilos y tan cerca, hace que el corazón se acelere.
Cenamos junto al fuego, una sencilla barbacoa bajo las estrellas, y todo sabe mejor en la sabana. Llega el sueño y los murmullos de la noche. Dormir tan cerca del río, rodeada de vida y de silencio al mismo tiempo, marca oficialmente el comienzo de esta aventura.

Mañana pondremos rumbo a nuestro siguiente destino: Mvuu Camp, donde pasaremos dos noches más junto al Zambeze.

17 de agosto, (Mvuu Lodge, Lower Zambizi NP)
Noche en Mvuu y ataque de noche de un elefante
Nuestra llegada a Mvuu Lodge no ha podido ser más accidentada. Apenas bajamos del coche, lo primero que hemos visto ha sido un elefante dentro del campamento. Como estaba entretenido arrancando hojas de los árboles, pensamos que sería un visitante habitual y hemos seguido caminando con calma hacia la recepción del lugar.

Íbamos en dirección al bar del lodge cuando, de repente, lo encontramos frente a nosotros. Yo iba delante, Xaquín detrás. Solo dos árboles delgados me separaban de aquel coloso gris. En un instante, el elefante empezó a barritar con violencia. Me quedé paralizada, recordando todo lo que había leído sobre cómo actuar ante un animal salvaje: “quieta, siempre quieta”.
Pero el bramido se hizo más fuerte y, sin previo aviso, empezó a avanzar hacia nosotros. Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. Desde la terraza del bar, unas quince personas comenzaron a gritar y agitar los brazos. Repetían “gone, gone“, pero en nuestro estado de pánico no entendimos que querían decir go back, retroceded. En lugar de eso, dimos unos pasos hacia delante, aumentando la furia del animal. Por fin comprendimos, y lentamente empezamos a recular.
El elefante, al parecer, volvió a lo suyo… al parecer, porque nunca reuní el valor suficiente para girarme y comprobarlo. Cuando llegamos al bar, yo aún temblando, nos explicaron que habíamos estado a punto de ser embestidos. Apenas un árbol me había protegido de perder la vida. Nos contaron que con los elefantes hay que retroceder, no avanzar, a diferencia de lo que se recomienda con leones o hienas. Me quedé helada. En un segundo, África de nuevo, me había mostrado su rostro más imprevisible, basta un instante para que todo cambie, incluso tu destino.
Un maravilloso campamento a la orilla del Zambeze
Superado el susto, comenzamos a mirar a nuestro alrededor. Mvuu Lodge es uno de esos lugares que parecen salidos de un sueño africano. Se alza junto a un Zambeze majestuoso, ancho, lento y lleno de vida. Al otro lado del río se extiende el mítico Mana Pools National Park, en Zimbabue, hogar de hipopótamos, elefantes y búfalos que se ven, se oyen y hasta se sienten desde la orilla zambiana.

El lodge está situado en la Chiawa Game Management Area, a unos 18 kilómetros del Lower Zambezi National Park, en un entorno remoto y auténtico, donde el silencio solo lo rompen el rumor del agua, los sonidos del bosque y los rugidos de los hipopótamos. Mvuu tiene unos preciosos bungalows y una zona de acampada muy cuidada, con duchas y agua caliente, baño privado e individual para cada coche acampado, leñera y un pequeño bar-restaurante bajo las estrellas.
La zona de camping se divide en siete parcelas o plazas para acampar llamadas, Monkey, Mvuu, Elly, Leopard, Warthog, Croc y Lion. Nosotros acampamos en Mvuu, justo a la orilla del río, junto a Elly, el otro campamento ribereño. Los demás se esconden entre árboles y matorrales. No hay vallas, ni barreras, ni nada que te separe del entorno: estás en plena naturaleza, compartiendo espacio con los animales.

Las noches aquí son intensas. El gruñido grave de los hipopótamos parece retumbar dentro de la tienda; los elefantes pasan a pocos metros; el aire huele a tierra húmeda, madera y vida. Conviene tener siempre presente las reglas básicas: nunca salgas de noche de la tienda, no dejes comida fuera ni dentro de la tienda, y mantén la calma si oyes ruidos cerca. En Mvuu, los animales son los verdaderos dueños del lugar.

Aquí todo está pensado al detalle: cada parcela tiene su propia ducha, lavabo, wáter y un asistente que te ayuda a instalarte. Nada más llegar, una charla sobre seguridad que pronto nos pareció un tanto irónica… porque el primer elefante que vimos estaba dentro del propio campamento.
Nos instalamos junto al río, en la zona de acampada libre, rodeados de pura naturaleza. Aquí los animales se mueven con total libertad, y esa es precisamente la magia del lugar. Por la tarde hicimos un boat safari por el Zambeze, dos horas navegando entre elefantes, hipopótamos y cocodrilos, hasta que el sol se escondió y comenzó el espectáculo del crepúsculo africano.

Al caer la noche, encendimos la hoguera y abrimos una botella de vino sudafricano. El asistente o guarda de nuestro campamento nos advirtió que la noche anterior un grupo de leones, dos machos y cuatro hembras habían pasado por el campamento para beber en el río. Bajo un cielo inmensamente estrellado, sentimos la emoción pero también el respeto y el miedo que impone la noche africana.

Mvuu Lodge no es solo un lugar donde dormir: es una experiencia en sí misma. Dormir junto al Zambeze, con el rumor del río y los rugidos de los hipopótamos, es algo que se queda contigo para siempre.
El regreso del elefante
Primera noche durmiendo en la tienda de campaña sobre el Toyota. La temperatura perfecta, el murmullo del río al fondo con concierto de hipos incluido y cierta expectación ante lo nuevo. De repente un ruido sordo nos despierta. Algo se acerca. La tienda se mueve. No es el viento. ¡Es un elefante!.
El susto es de los gordos. En esos segundos suspendidos, no sabes qué hacer: ¿quedarte quieto? ¿encender una linterna? ¿esperar? Todo sucede a cámara lenta y a toda velocidad a la vez. Escuchas su respiración, el roce de la trompa contra la lona, el crujido de las ramas bajo sus patas. ¿Va a volver a empujar la tienda? ¿Simplemente pasará de largo?
Por suerte, unas linternas que se encienden desde la oscuridad, los guardas del campamento iluminan al “angelito” y lo hacen desistir. Con la misma calma con la que llegó, se da media vuelta y se aleja entre las sombras.

Después del shock, dormir es casi imposible. Pasamos la noche en una mezcla de duermevela y vigilancia, atentos a cada ruido. Como si fuera poco, las hienas se sumaron al espectáculo; no las vimos, pero las oímos cerca, husmeando entre los contenedores de basura del campamento.
Porque hay noches que asustan y fascinan al mismo tiempo, y esta fue una de ellas. Dormir o intentarlo bajo las estrellas, sabiendo que la vida salvaje está tan cerca, te recuerda con claridad dónde estás, en el corazón indómito del África real.
18 de agosto, (Mvuu Lodge Lower Zambizi NP)
Hoy hemos madrugado para salir de safari con nuestros vecinos de campamento, una familia francesa con dos hijos adolescentes. Ellos tampoco han dormido mucho: el elefante que sacudió nuestra tienda anoche también visitó la suya. Todo apunta a que se trata del mismo ejemplar… testarudo, vengativo, territorial o quizá directamente loco.
Al amanecer, mientras inspeccionábamos el coche, vimos las huellas de su visita: no ha sido una tontería, un faro trasero roto y la chapa abollada del Toyota. Un recuerdo inolvidable que nos va a salir por un pico.
En el campamento circulan varias teorías. Algunos aseguran que fue culpa de la fruta: que si llevábamos algo en el coche, que si el olor los atrae. Y sí, teníamos unos kiwis, pero bien guardados en la nevera. Aun así, dicen que los elefantes son capaces de arrasar con lo que sea si sospechan que hay algo dulce cerca. Aunque cuesta imaginar a uno intentando abrir un frigorífico por un kiwi.
Otros opinan que el elefante simplemente vino a rascarse. No sería la primera vez que usan un coche como poste improvisado.
Yo tengo mi propia versión: los elefantes tienen memoria, y buena. Quizá no fue casualidad. Puede que fuera el mismo de esta mañana, cuando llegamos a Mvuu, un ejemplar territorial, o tal vez aquí los elefantes sencillamente recuerdan y reclaman lo que consideran suyo. Sea como sea, entre el susto y el arreglo del coche, la broma nos va a salir cara.

Xaquín, por su parte, sostiene otra versión: asegura que el elefante se ha enfadado conmigo y no se detendrá hasta vengarse por haber sobrevivido a su primer aviso.
El safari de hoy, junto a la familia francesa, ha sido de los más intensos del viaje. En pocas horas hemos visto más de un centenar de elefantes, además de leones, búfalos y una infinidad de animales. Parecía que el Arca de Noé se hubiera abierto paso por la selva.

Después de lo vivido ayer y esta noche, confieso que les he cogido miedo a los elefantes. O respeto, que en África viene a ser lo mismo. Cuando los tienes tan cerca, tan majestuosos y tranquilos, entiendes enseguida quién manda aquí.

Por la tarde hemos coincidido con una pareja de valencianos que viaja con su hijo. Viajeros incansables, gente curiosa, de esas que acumulan kilómetros sin perder la ilusión. Cenamos juntos en el restaurante de Mvuu, entre mesas de madera y lámparas de queroseno. La charla empezó con anécdotas de viaje y acabó con su relato sobre la DANA que arrasó el Levante español. Escucharlos, en medio del silencio de la sabana, te hace valorar lo frágil que puede ser todo. Su testimonio para nosotros ha sido demoledor dejándonos llenos tristeza y emoción.
Un brindis tranquilo para cerrar nuestra cena. Al final, eso tienen los viajes: te llevan lejos, pero sobre todo te acercan a historias que se quedan contigo mucho después de volver a casa.
Última noche en Mvuu, miedo, estrellas y rugidos en la oscuridad
Nos vamos a dormir a la tienda. Mañana toca cambiar de campamento.

La maravillosa experiencia de Mvuu llega a su fin y nos habíamos propuesto despedirla con una copa de vino bajo las estrellas, junto a nuestros nuevos amigos valencianos. Pero el plan se ha visto interrumpido por los inconfundibles sonidos de las hienas merodeando entre las sombras del campamento. Así que el vino, nos lo tomaremos dentro de la tienda. Aquí uno aprende pronto que el miedo también forma parte del viaje. Y, aun así, o quizá precisamente por eso, esto es lo más maravilloso que me ha pasado nunca.
La experiencia en Mvuu ha sido salvaje, intensa, imposible de describir con palabras. No la cambiaría por nada.

Esta noche me han despertado los leones. Se escuchaban sus pasos, sus movimientos alrededor, los rugidos profundos que hacían vibrar la tienda. Bajaban al río Zambeze, buscando agua. Escucharlos tan cerca te encoge y te asombra a la vez: estás dentro del corazón del parque, sin barreras, siendo solo una más entre los habitantes de la noche.
El Lower Zambezi National Park tiene lodges lujosos, de esos donde tienes en el cogote un camarero siempre pendiente de ti. Pero este lugar, Mvuu Lodge, con su sencillez y su autenticidad, no lo cambiaría por nada. Aunque a veces el miedo te paralice, es la forma más libre y fascinante que conozco de viajar.
Mañana nos vamos, pero esta experiencia se quedará con nosotros para siempre.
19 de agosto, (Kasaka Lodge ,Lower Zambizi NP)
Toca recoger la tienda del techo del Toyota: guardar sacos, fregar lo de anoche y reorganizar todo antes de partir hacia Kasaka Lodge. La escalera de la tienda ha quedado un poco rota; anoche subimos a ver las estrellas y, entre las prisas por huir de las hienas, uno de los soportes cedió. Vamos aprendiendo.
Pero esta mañana aún nos tenía el destino reservada una última sorpresa. Nuestro amigo, el elefante apareció de nuevo entre los árboles. Bastó verlo acercarse para que el corazón se acelerara. Dejamos todo tirado y salimos a toda prisa, mientras el asistente del Mvuu agitaba los brazos para espantarlo. Una escena digna de película.
La idea inicial al comienzo del viaje era atravesar el Lower Zambizi NP (de un lado a otro) hasta el pequeño pueblo de Luangwa Town (en el otro extremo) para evitar la capital, Lusaka y su terrible tráfico (recorrer el parque de punta a punta serían nueve horas de pura aventura). La cruda realidad nos ha hecho desechar este temerario sueño gracias a la advertencia del dueño de Mvuu Lodge, un zimbabuense que lleva quince años refugiado en Zambia desde que Mugabe expulsó a los granjeros blancos. Textualmente nos ha dicho
“Si hacéis esa ruta, vais a llegar como dos cadáveres”.
No hizo falta insistir. Cambio de planes, regresamos por Lusaka. A veces, la prudencia también forma parte del viaje.
El Kasaka Lodge nos recibe como un oasis verde junto al río. Se encuentra en la confluencia del río Kafue y el río Zambeze, un paisaje imposible de describir sin quedarse corto. Las tiendas están repartidas alrededor de una pequeña piscina, rodeadas de vegetación exuberante, y justo enfrente, al otro lado del río, se extiende Mana Pools National Park. Desde nuestra tienda (la número 1), en primera línea del agua vemos hipopótamos y elefantes moviéndose lentamente en la orilla opuesta.

El entorno es tan salvaje como hermoso. El lodge está completamente abierto y los animales deambulan a sus anchas. Al caer la tarde, cuando el aire se llena de los sonidos de la selva y las sombras se alargan, el trayecto hasta la tienda pone los pelos de punta.
Mandriles, babuinos, y galletas, una noche a orillas del Zambeze
En el Kasaka Lodge hay una cocina comunitaria y hoy hemos decidido usarla. El lugar es precioso, rodeado de vegetación y con vistas al río, pero sorprende lo vacío que está, incluso en pleno agosto. Según nos han contado, mañana llegará una convención de mujeres empresarias, así que por unas horas disfrutaremos del silencio total.
Los únicos que parecen abundar aquí son los mandriles y babuinos. Están por todas partes, moviéndose entre los árboles, observando cada movimiento nuestro con descaro. En un descuido nos han robado un paquete de galletas. Son rápidos, astutos y, si te fijas en sus colmillos, también bastante intimidantes. Aquí hay que tener los ojos muy abiertos: el mínimo descuido se paga con el desayuno.

Nuestra tienda es una maravilla. Esta noche dormiremos en una cama de verdad, escuchando los sonidos de la selva y sintiendo la brisa fresca que llega del Zambeze. Después del ajetreo de los últimos días, hemos decidido tomarnos un respiro: descansar, dormir en una cama, mirar el río y dejar que el tiempo pase lento.

El atardecer ha sido un espectáculo inenarrable, el cielo se ha teñido de un rojo profundo antes de que la noche cubriera todo con su manto de estrellas. Sentados a la entrada de la tienda, frente al río, uno siente que África no se recorre, se respira.

El cielo estrellado del Lower Zambezi es tan espléndido como solo recuerdo haberlo visto en el Lago Chad (cuando todavía se podía ir al Lago Chad) y en los Alpes. Una noche mágica, viva, atravesada por estrellas fugaces que parecen cruzar el cielo para guiarnos.
Mañana ponemos rumbo al North Luangwa National Park. Cambiamos de tercio, será una jornada larga, de esas que requieren paciencia y una buena dosis de aventura.
20 de agosto, Bridge Camp Zambia
Rumbo al norte tráfico, multas y polvo de carretera
Los días que hemos pasado en el Lower Zambezi National Park me saben a poco. Cada vez siento más adicción por esta vida salvaje, auténtica y llena de libertad. No encuentro comparación posible; nada se le parece. Es un mundo absolutamente maravilloso, incluso con los miedos y temores que a veces despierta.
La africanada del día han sido las multas. A medida que nos acercábamos a la capital, la carretera se convirtió en un auténtico teatro del absurdo. En menos de dos horas nos cayeron cuatro sanciones, y no exagero. El motivo parecía claro: ser blancos y conducir un Toyota con tienda en el techo, sinónimo de “tienen dinero”.
Dos por exceso de velocidad (íbamos al límite), otra por pisar una línea continua en pleno atasco, y una más por pura creatividad policial. A la cuarta, justo después de pagar las dos anteriores en un banco de Lusaka, perdí la paciencia.
Camino de Bridge Camp intentaron ponernos la quinta, pero esa vez ya ni paramos. El resultado, más de cien dólares en multas inventadas. Un esperpento más del viaje. Pero así es África: una mezcla de asombro, paciencia y humor. Y menos mal que, de momento, no multan por sonreír.
Bridge Camp, el respiro
El tema de las multas ha retrasado nuestro viaje más de lo previsto. Al final, hemos tardado más de doce horas en llegar a Bridge Camp Zambia, agotados, enfadados y extenuados.
Al llegar a campamento, todo cambia. Es un remanso de paz entre Lusaka, el Lower Zambezi y el South Luangwa, de esos lugares que te reconcilian con el viaje. Allí nos hemos encontrado con una pareja de suizos que, para nuestra sorpresa, sí consiguieron atravesar el Lower Zambezi NP como era nuestra intención antes de que nos la quitaran de la cabeza. Nos cuentan que tardaron nueve horas en cruzarlo, que fue duro incluso para ellos, expertos en este tipo de rutas. Salieron de madrugada, en una pequeña expedición con otros dos coches sudafricanos. A medida que se adentraban en el parque, uno a uno, los demás fueron dándose la vuelta. Solo ellos llegaron al otro lado.
Nos ha dado una envidia enorme, claro. Pero sabemos que, para nosotros, habría sido un desafío demasiado arriesgado. Todo a su tiempo.
Agotados, terminamos el día con una barbacoa improvisada y un merecido descanso en un bungalow que sabe a gloria.

En Bridge Camp nos confirman lo que ya intuíamos: las multas absurdas a los viajeros blancos son una práctica habitual. Incluso las asociaciones de turismo han protestado ante el gobierno, aunque poco parece cambiar.
Pero la calma dura poco en África. Antes del amanecer ya estamos en pie, rumbo a Mfuwe, la puerta del South Luangwa National Park. Nos espera una nueva jornada de polvo y kilómetros hasta el campamento Zikomo Camp.