La Casamance, un viaje de 20 días recorriendo Senegal y Guinea Bissau, 1 parte

La Casamance, un viaje de 20 días recorriendo Senegal y Guinea Bissau, 1 parte

Madrid-Dakar (Senegal), 18 de julio

El viaje a Dakar ha sido tranquilo y sin sobresaltos. Hemos salido a las seis de la tarde sin retraso. Un poco de mal rato en el despegue y a disfrutar de un vuelo con el Sahara a nuestros pies. La llegada al aeropuerto de Dakar ha sido como siempre es la llegada a África. Una sensación de calor húmedo y pegajoso. La misma impresión de la primera vez que se repite cada vez que vuelves. Una emoción que te hace siempre regresar porque no se parece a nada conocido, es única e indescriptible. Difícil de explicar si no se ha sentido nunca. Sólo la conocen y disfrutan deleitándose con esa percepción los amantes del continente negro.

Una noche deliciosa, una noche africana, una noche en Dakar como solo puede esperarte en África.

Llegamos al hotel San Luis en el centro de esta ciudad tan conocido, tan familiar y tan bello. La habitación es la misma que nos dieron en enero cuando nos escapamos a conocer la bellísima ciudad de San Luis. Patrimonio de la Humanidad. Una habitación sencilla, limpia, bonita y muy cómoda. Agotados, nos acostamos tras unas cervezas en el jardín del hotel. La noche ha sido reparadora.

Dakar (Senegal), 19 de julio

Nos levantamos muy pronto. Estoy cansada del viaje, cansada de la semana y cansada del año. Es cierto que en África es una pena dormir hasta tarde y desaprovechar el día. Son las ocho de la mañana y nos vamos a desayunar a una cafetería cerca del hotel, muy francesa con la bollería más rica que he probado en África del Oeste, salvando los croissants de Cotonou (Benin). Es una pastelería frecuentada por blancos. Dos espléndidos zumos de pamplemousse o pomelo, dos pains au chocolate espectaculares, café y té. El desayuno muy en la línea de las cafeterías de tradición francesa, Senegal, Benin, Togo, Costa de Marfil, etc. Su pasado colonial hace que conserven confiterias con deliciosos croissants con olor a mantequilla que recuerda a las calles de Paris a primera hora de la mañana.

Una calle de Dakar a la hora del rezo

Dakar es la hermosa, decadente pero viva y bulliciosa, ciudad colonial del África del Oeste. Dakar fue la capital de la Francia colonial. Tiene un sabor que solo le pertenece a ella. Está llena de blancos que llenan cualquier cafetería, esperan en cualquier esquina con cierta indolencia, pasean por sus calles o conducen sus coches tranquilamente. Son los blancos que no quisieron abandonar este país cuando dejó de ser colonia francesa.  Dakar es una de las ciudades del África del Oeste con más población blanca. Esta noche nos vamos en barco a conocer la Casamance, una bellísima región al sur de Senegal y solo tenemos unas horas para disfrutar de Dakar.

La mañana la hemos dedicado a preparar las cosas necesarias para viajar a la Casamance, necesitamos comprar una tarjeta local para hacer las llamadas necesarias durante el viaje.

Camino de Zinguinchor

Además tenemos que cambiar dinero, buscar un buen cambio y nos hace falta comprar un cargador de teléfono. Entramos en una tienda de cambio de moneda y nos atiende una senegalesa que arrastra los pies, moviéndose a trompicones muy lentamente. Es cierto que esta embarazada pero es verdad que esta gente con este calor pegajoso, tiene una cachaza en la que el concepto prisa no existe.

Todo aquí es a cámara lenta. La chica nos ha dado un buen cambio y solucionado el tema del cargador y la tarjeta de teléfono local.

Las mujeres son muy hábiles, lentas pero competentes. No es mentira que sostienen el continente africano. Trabajan fuera de casa, llevan su casa, sus hijos y además, siempre tienen para ofrecerte una sonrisa franca y fresca

Antes de comer tenemos tiempo para acercarnos al Mercado Central de Dakar, salimos por pies igual que la primera vez que visitamos Dakar.

Por segunda vez hemos sufrido un pequeño susto paseando por el gran mercado de Dakar. No es lo habitual en nuestros viajes por África pero Dakar es diferente, quizás porque hay turismo es más complicado que un blanco pueda pasear solo por el gran mercado de la ciudad sin que se te acerquen, avasallen, provoquen o inciten a un enfrentamiento. Te amenazan, te excitan, todo con un solo fin, distraerte y quitarte el bolso, la cartera o el dinero. Suelen ir de dos en dos para presionarte y violentarte mejor.

Como no les hemos hecho ni caso y hemos seguido nuestro camino, he escuchado “español racista” a modo de provocación, para ver si entras al trapo, buscan la pelea, el enfrentamiento y la discusión. Son los buscavidas de Dakar.

Ante este panorama de absoluto hostigamiento, salimos echando leches. Es lo más sensato. Si en cualquier país africano, tu olfato te avisa de algún peligro, lo mejor es escapar antes de que se produzca un desenlace nada agradable.

En el hotel San Luis comemos un pescado exquisito llamado thiof, una delicia imposible de saborear en España que todavía sobrevive en esta parte del mundo donde todavía nos quedan sabores como este, indescriptibles.

Nos vamos a la Casamance en el nuevo y enorme barco que sustituye al “Yola”, un barco que se hundió con 2000 personas frente a las costas de Gambia en el 2002 y que Europa y el resto del mundo ni se hicieron eco ni se inmutaron. Apenas una pequeña reseña en la prensa y la televisión. Una catástrofe mucho mayor que la del Titanic. DOS MIL MUERTOS, muchos de ellos estudiantes. Una negligencia africana. Un barco sobrecargado de gente y con un motor que a lo largo de la travesía, se rompió y siguió navegando para hundirse poco después. Una gran desgracia que no importó en absoluto al mundo occidental a diferencia del Titanic con muchas menos víctimas y que todavía colea. Siempre pasa igual, los africanos no han interesado nunca al mundo occidental y mucho menos cuando mueren.

El barco que sustituye al Yola Dakar Zinguinchor

La Casamance es un territorio de una belleza exuberante que te hechiza y te deja mudo. La región desde siempre ha tenido muchos episodios separatistas, muchos de ellos graves acabando incluso en una guerra civil. Los conflictos de la Casamance se han ido solucionando pero sigue siendo un territorio inestable. Nosotros nos morimos por conocer la Casamance y su leyenda, sus aldeas remotas y sus islas paradisiacas. El barco que vamos a coger llegará mañana por la mañana a Zinguinchor, capital de la Casamance. Vamos a estar toda la noche navegando.

Navegando hacia la Casamance

Como siempre en África, antes de embarcar, dos horas de espera. El tiempo pasa rápido observando a la gente que espera junto a nosotros. Varias parejas mixtas de francesito y senegalesa con niños mestizos. Me impresiona una pareja en concreto porque él es un viejo y ella tiene menos de veinte años con una niña mestiza de unos tres años.

El barco resulta una sorpresa. Es enorme, una especie de trasatlántico, nuestro camarote increíble, sencillo pero limpio, cómodo, una litera, un baño completo con su ducha, water, espejo, lavabo, todo un lujo para pasar una noche africana navegando y atravesando por el Atlántico, Gambia. La Casamance se encuentra al sur de este país.

El barco está lleno de sitios para disfrutar del mar. Tiene un minibar con música africana que vamos escuchando mientras nos alejamos de Dakar y la noche cae de pleno. Este viaje tiene muy buena pinta. Durante la tarde en Dakar, hemos hecho provisiones para la cena. En un super market hemos comprado paté y vino francés. Una mezcla increíble y una delicatessen cuando viajas a la aventura y como un trotamundos por el Africa del Oeste. Es un manjar inigualable. Antes de la cena, una cerveza observando a la gente. El viaje transcurre tranquilo. Tenemos hambre, buscamos un sitio donde preparar nuestras delicias y en una esquina, nos ponemos a cenar. No contamos con que una viajera se instala a nuestro lado y se pone a vomitar. Nos ha jorobado la cena.

Navegando hacia la Casamance

No es por nada pero en África siempre pasa lo mismo, cuando todo parece controlado con buena pinta y nada parece que pueda sorprender, no te fíes, porque siempre hay sorpresa de última hora.

Esto es África. También es verdad que al revés, cuando nada te esperas, todo te sorprende para bien. Todavía nos quedan más sorpresas en la travesía. Ha llegado la hora de replegarse a dormir, el día toca a su fin, el cansancio nos puede y decidimos buscar una botella de agua para la noche. En el minibar del barco, pedimos agua. Damos un billete de diez mil cfa y nos dicen que no hay cambio, siempre la misma historia. Nos dan un pagaré por los diez mil. Si conoces bien África, significa “despídete” de la vuelta. Mañana ya no me ves el pelo. Como estamos hasta las narices de que nos pase esto por el hecho de ser blancos “Esto si que es racismo español”, decimos, quedaté con el pagaré de las narices que no queremos agua.

Navegando por la Casamance

Tras una noche incomoda aunque yo duermo encima de unas piedras, hemos puesto una reclamación ante el capitán antes de desembarcar en Zinguinchor

Zinguichor (capital de la Casamance), 20 de julio

Zinguinchor está situada en el sudoeste de Senegal, al borde del río Casamance y es preciosa.

La llegada a Zinguinchor ha sido tranquila. Con nuestra inseparable maleta roja africana vamos a buscar un hotel. Hemos encontrado el hotel “Perroquet” o “el papagayo”. Un hotelito decadente. Su propietario es un francés asentado en esta ciudad. Ha sido la elección perfecta. La selección de un alojamiento cuando no llevas nada previsto o reservado se puede convertir con el cansancio en un acierto o en un error. El agotamiento, las prisas por instalarte de un largo viaje, la necesidad de darte una ducha, te pueden llevar a hacer una elección precipitada y equivocada.

Los pescadores de Zinguinchor

El hotel Perroquet es sobrio pero resulta perfecto. Se encuentra a la orilla del río Casamance. Tiene una fantástica terraza junto a un pequeño puerto lleno de pescadores y de piraguas. Un paraíso de vida y de movimiento, La terraza del hotel se encuentra al borde del río. Te quedas absorto horas y horas contemplando el ir y venir de canoas y pescadores cargando y descargando mercancías, pescados, una combinación de gente y de vida.

Pescadores junto al hotel Perroquet Una mujer ante una montaña de pescado en Zinguinchor

Un lugar pintoresco y maravilloso. La habitación que nos han dado esta justo encima del río. Es perfecta, sencilla pero limpia. Un paraíso de tranquilidad y de belleza.

Hotel Perroquet de Zinguinchor

Hemos conocido a Husma, buscavidas del hotel, hábil, inteligente, listo, rápido conversador incansable y simpático.

Nos acaba de encasquetar una excursión con su hermano para mañana mismo. Sin pensarlo, nos hemos comprometido pagándole la mitad. Una ducha y a comer un poco de fruta. Un paseo por Zinguinchor, una pequeña ciudad agradable, bonita, tranquila. Nos acercamos a tomar café a la Alianza francesa cuya sede  es una casa típica de la Casamance, las casas impluvium que dejan caer el agua de la lluvia a un patio central que las va canalizando.

Niña de Zinguinchor
Un peluquero trabajando en Zinguinchor
Una peluquería en la calle

Hemos salido a cenar por Zinguinchor a un restaurante que nos han recomendado. El pescado en Senegal es espectacular. Te encuentras con todos los sabores que ya hemos olvidado en España. Aquí el pescado sabe a mar, cada pez tiene un sabor diferente. Es un premio al paladar. Eso si, hemos cenado solos como suele ocurrir en África. Aunque en Senegal hay más turismo que en otros países del África negra, los restaurantes suelen estar vacios. La gente local no suele ir a restaurantes que para ellos son muy caros.

Mañana tenemos la excursión para conocer la Casamance.

Zinguinchor (Casamance), 21 de julio

La noche ha sido toledana por el calor húmedo, sofocante y brutal. El hotel Perroquet tiene una habitación preciosa con un ventilador. La ventana de la habitación esta al borde del río Casamance pero no tiene aire acondicionado. Es un hotel muy básico. La mosquitera nos ha salvado de un verdadero linchamiento de mosquitos.

El hotel Perroquet tiene un fromager. Es un árbol enorme, uno de esos árboles africanos que solo aquí puedes ver. Exuberante, copioso y frondoso De su madera se hacen las piraguas porque es una madera que nunca se hunde. Esta siempre hasta arriba de pájaros enormes, cigüeñas y muchas especies de aves diferentes.

El maravilloso árbol del hotel Perroquet

La terraza del hotel Perroquet es una delicia para desayunar, comer y cenar porque es preciosa. Tiene un sabor decadente y muy africano. El francés que lo regenta es mayor, tripón  y simpático. Cada noche muy educadamente te pregunta como ha ido el día y los planes de mañana. También te avisa de que al menor problema, acudas a él. Esto siempre pasa en el continente africano.

Entre los blancos existe la solidaridad de sentirte en tierra ajena. La complicidad del miedo ante la brutalidad de este continente. Siempre la misma historia, te encuentras con un blanco que siempre te ofrece ayuda y se suele interesar por tu seguridad. Desayunamos en la terraza donde  se nos informa que se une a la excursión una italiana que viaja sola. Tiene unos sesenta años. La ruta consiste en avanzar por el río y visitar un par de villages o poblados, disfrutando de la  comida senegalesa y del entorno.

Nos acomodamos en la piragua y empieza nuestro viaje que parece tranquilo. Llegamos a la primera village. Es la aldea de Djilapao. Nos asombra descubrir en una curva del río Casamance varios veleros fondeados entre los manglares del río. No tiene sentido en un pequeño villorrio. Tienen toda la pinta de ser veleros preparados para ser cargados de cocaína y desde este lugar discreto, cargar la droga y salir al mar para llegar a Europa. Guinea Bissau es un narco estado que se encuentra a un paso de aquí. Los manglares del río Casamance son una de las plataformas que usan los señores de la droga.

El primer poblado de nuestra excursión Veleros de lujo en un villorio del río Casamance

En el mismo villorrio hemos visto la obra de un pintor, escultor local, un tanto excéntrico y raro con representaciones de elevado tono sexual pero con mucha gracia. De este villorrio, nos vamos navegando en la piragua al segundo villorrio donde supuestamente vamos a comer. Tras dejar la piragua a tomar por saco y andar un buen trecho con 40 grados bajo un sol que te funde vivo, llegamos al pueblo. Nada interesante.

La gente que te cruzas en el camino navegando por el río

Las mujeres del poblacho nos han cocinado un pescado con arroz, no estaba mal (a mi todo me gusta) a Xaquin no le hizo nada de gracia. Ademas. hemos tenido que dar palique a la italiana porque nos han puesto a comer juntos a los tres. La italiana es una funcionaria de prisiones en Turin con funciones de mediadora social y con un hijo en Medicos sin fronteras con diversos destinos africanos. La italiana también es una taliban del  medio ambiente a la que le horroriza cualquier elemento que pudiera afectar a la naturaleza, un papel tirado en el río la pone histérica. No entiendo muy bien esa filosofía de llevar al extremo todo. En África no me importa un papel tirado en el río sino el hambre y la pobreza. Me parece escandaloso que alguien se preocupe o asombre por un trozo de plástico nadando en el río y no ser capaz de sentir la miseria que te rodea.

Vivimos en un mundo tan hipócrita que somos incapaces de no trasladar nuestra mierda y mediocridad cuando viajamos por el mundo adelante.

Pescadores en el rio junto al hotel Perroquet

El resto del día transcurre tranquilo y apacible en la magnifica terraza del hotel Ferroquet, lleno de encanto para evocar, para mirar, para escuchar, para sentir, una delicia de lugar para no olvidar “el hotel Perroquet”.

El trasiego del hotel Perroquet

Su recuerdo nos va a acompañar siempre y es un lugar al que me gustaría volver aunque siempre he sabido que no es bueno volver donde fuiste muy feliz, las segundas partes no son buenas. Cuando vuelves pasados los años, ya no tiene nada que ver.

Mañana nos vamos a conocer la isla de Karabane

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