Lalibela, segunda parte de un viaje de ocho días por Etiopía
11 de enero (Addis Abeba-LaLibela)
Nuestro viaje a Etiopía sólo va a durar ocho días. Hemos pasado tres en la capital, Addis Abeba y ahora volamos a LaLibela.
LaLibela es un prodigio. Un pueblo perdido en las tierras altas del norte de Etiopia.
LaLibela guarda uno de los conjuntos arquitectónicos más cautivadores del mundo, una docena de iglesias talladas en roca viva en bloques únicos bajo el nivel del terreno.
El vuelo a LaLibela se hace corto, en apenas una hora hemos llegado, ni te enteras. Merece la pena coger un avión porque este país tiene unas distancias enormes y es una forma de ganar tiempo. Los vuelos interiores no son caros.
Llegar a LaLibela es alucinante. Las guías te avisan, te explican lo que te vas a encontrar pero siempre te va a dejar mudo. Nunca se está preparado para contemplar las iglesias de LaLibela. No importa lo que se haya visto y oído sobre sus templos siempre te dejan sin habla. LaLibela es un prodigio del universo.
El aeropuerto se sitúa en uno de lugares del planeta donde se aterriza entre tremendas montañas.
Desde el aeropuerto a LaLibela hay media hora de carretera, mas bien un camino donde vas viendo un paisaje montañoso fascinante que recuerda un poco a Pakistan. Poblados rodeados de teff que es el cereal que se cultiva en Etiopia desde hace 5000 años. Es el grano del teff con el que se hace la injera, el pan que acompaña cualquier plato de la deliciosa comida etíope. También te cruzas con alguna vaca o cabra atravesando las pistas. Es fantástico cruzar los poblados observando a la gente embebida en sus quehaceres.
Llegar a la LaLibela es como retroceder en la historia dos mil años y sentirte actor de un escenario propio del Antiguo Testamento o de los tiempos de Cristo. En este lugar a pesar de ser uno de los lugares más turísticos de Etiopía, parece que la historia se ha detenido.
Hay muchos peregrinos y mendigos salpicando los caminos. El etíope es elegante nunca te va a avasallar.
LaLibela es Patrimonio de la Humanidad, entre otras cosas porque tiene un tesoro único, sus once iglesias excavadas en la tierra hacia abajo y alguna otra en los alrededores.
Cavadas por completo en la piedra son de una elegancia sublime y están en muy buen estado de conservación. Hay que mirar hacia abajo para verlas o descender hasta ellas para ponerte a su nivel. Es el principal tesoro del cristianismo ortodoxo etíope.
Una maravilla única de la arquitectura antigua. Dicen que las hizo construir el rey LaLibela (1181-1221) perteneciente a la dinastía Zagwe. El rey LaLibela decidió según cuenta la tradición llevar Jerusalén a Etiopía. La leyenda afirma que este rey fue envenenado y que Dios le hizo volver a la tierra para fundar esa nueva Jerusalén. Lo que construyó o excavo es bellisimo y de una perfección difícil de explicar.
Nos salen guías que se ofrecen por todas partes pero preferimos acercarnos a una oficina de turismo por llamarlo de alguna manera. Te cobran 50 dólares por ver las once iglesias. Al final, el guía que nos proporciona esta peculiar oficina de turismo nos cobra 40 dólares por enseñarnos todos los templos. Nos sale por un pico la broma para lo barato que es este país. Espero que merezca la pena.
Nos instalamos en un hotel que da a un gran y bellísimo valle. El hotel se llama “Montain View”. Es bonito. Nuestra habitación tiene una espléndida terraza ante el inmenso valle. No dejan de pasar por nuestra ventana incesantemente batallones de águilas y cuervos.
Las iglesias nos tienen alucinados. No se nos quita de la cara una expresión de permanente embobamiento.
Enseguida nos encontramos una multitud de peregrinos. Hay una celebración. Creo que vamos a ser testigos de una conmemoración ortodoxa. Encontrar una fiesta religiosa es unirse a cientos de personas vestidas con túnicas blancas que te invitan a participar en la ceremonia. Te sientes como uno más. Nada ha cambiado en siglos. La gente está a lo suyo ensimismada en el rito y no repara en nosotros. Entonan cánticos. Es un espectáculo de color único. Todo lo que habíamos escuchado sobre LaLibela se queda corto. Este lugar es absolutamente fascinante.
Nos vamos a quedar la tarde disfrutando en el hotel, descansando, leyendo y escribiendo. Estamos agotados del día.
12 de enero (LaLibela)
Hoy vamos a seguir viendo iglesias, cuantas más descubres, más te sorprenden.
Nuestro guía es un jeta, va bostezando y cuando llega a la iglesia de turno, te suelta dos palabras que le dejan exhausto quedándose tan ancho. Anda como arrastrándose y no tiene el más mínimo interés en explicarnos nada de nada. Nos cruzamos con otros guías que no paran de hablar. Nos ha tocado el más vago de LaLibela, sin lugar a dudas.
La gente en LaLibela está acostumbrada al turismo porque hay giris por todas partes pero aún así, no es como en otros lugares donde la gente está avispada y maleada frente a los visitantes intentando sacar cuartos. En LaLibela, la gente es muy amable. Tienen esa dignidad de los etíopes difícil de encontrar. Son los descendientes de la Reina de Saba y lo llevan en sus genes. Nunca protestan si te atreves a sacar una fotografía.
Te preguntan siempre si necesitas algo o si te has perdido. Es gente sencilla y pobre pero afable que sólo quiere agradar. Los niños te salen al paso y siempre te hacen las mismas preguntas where are you from? Madrid o Barcelona?. Cristiano Ronaldo very good. No hablan inglés. Se han aprendido cuatro frases para poder hablar con los turistas. La gente no es pesada ni maleducada en LaLibela sino respetuosa y atenta. Hasta esta tarde, nos hemos movido tranquilos sin ninguna sensación de inseguridad por toda la ciudad. Como nuestro guía es un vago nos lo hemos quitado de encima para volver a hacer el circuito de las iglesias sin un moscón al lado.
Este pueblo es incomodo para pasear. Tiene increíbles y empinadas cuestas. LaLibela se encuentra situada a mucha altitud y te fatigas con el esfuerzo. Buscando las iglesias, nos hemos ido alejando y nos hemos perdido.
Las iglesias suelen estar escondidas desdibujándose en el paisaje. Un chico desde lo alto de un montículo con gestos y aspavientos nos ha indicado que había una iglesia excavada justo donde él se encontraba. Junto a él había otro chico. Nuestro instinto africano nos ha hecho salir por pies. Creemos que nos iban a dar un palo aprovechando nuestro descuido e imprudencia. Ni en LaLibela se puede bajar la guardia y alejarse de las zonas transitadas. Aunque haya buena gente, entre tanta miseria, un blanco siempre lleva encima dólares.
Mañana volvemos a Addis Abeba. Nos estamos tomando una cerveza en una fantástica terraza elevada a los pies del valle que rodea LaLibela. Tiene unas vistas increíbles a las montañas aunque cuando el sol se va hace un frío de demonios.
La propietaria es una escocesa que se ha venido a vivir aquí. Tenemos un vecino de mesa de Manchester con ganas de hablar. Lleva un año recorriendo mundo. Después de conocer Etiopia piensa acercarse a Israel, India y a Oriente Próximo. Nos viene de perlas porque habla un inglés perfecto.
Ha sido corto pero intenso el viaje a este recóndito lugar, Patrimonio de la Humanidad. Todo un descubrimiento donde el tiempo se ha detenido y en sus calles parece que se recrea la vida del Antiguo Testamento.
Addis Abeba, 13 de enero
Se acaba nuestro viaje, corto, intenso, cautivador y muy interesante, descubriendo este país único. No esperaba mucho de Etiopía porque creía que conocía casi todo de este continente y me he dado cuenta de que Etiopía no tiene que ver con ningún otro país africano. Un taxista me cuenta que los etíopes cuando se les pregunta por África, dicen: “yo no soy africano, YO SOY ETIOPE”.
Etiopía es un país que me evoca más a Irán o Persia que a Ghana o Nigeria. El etíope no tiene nada que ver con un marfileño, ghanes o nigeriano. El etíope es soberbio, orgulloso, altivo tanto como lo es el somalí o el persa. Su idioma, el amarico también me recuerda al farsi, la lengua persa y sus pequeñas tiendas de barrio a las de Teheran.
Nuestro avión llega pronto a Addis Abeba. En el aeropuerto como un clavo esta Guedi como habíamos quedado. Vuelve a ser nuestro chofer mientras nos movemos por Addis los últimos días. El etíope tiene una seriedad y compromiso que no se tiene en otros países africanos donde nada es lo que parece.
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