La fabricación de carbón vegetal esquilma la sabana de Plateau en República Democrática del Congo
África suele atrapar a quien la pisa por primera vez. Es el mal de l’ Áfrique. Es la intensidad con la que se vive todo pero hay un lugar donde la intensidad es absolutamente salvaje y desmedida, el gran Congo.
La República Democrática del Congo (RDC) es el gran país de África. Todo allí es intensidad y esencia. El Congo hiela la sangre.
El Congo lleva veinte años de conflictos intermitentes con violaciones, guerrillas, niños soldado, refugiados, minerales, minas, brillantes, ONGs, ONU, cascos azules, genocidio, hutus, tutsis, etc, sin embargo, he podido observar que el congoleño a pesar de su cruda realidad vive entre música, baile, futbol y cerveza disfrutando o intentando apurar al máximo la vida. Al congoleño le gusta saborear la existencia.
El Congo es un país de increíbles contrastes. Con el río más grande y caudaloso del mundo, un río capaz de generar más electricidad que la que necesitaría todo el país, la corriente eléctrica se va constantemente. Es solo un ejemplo de los tremendos contrastes que aquí existen como en ningún otro lugar del mundo. El mayor contraste de la República Democrática del Congo es que sólo una minoría de congoleños tienen enormes fortunas y una gran e inmensa mayoría sufre una descarnada e hiriente pobreza.
El Congo convive con una desmedida corrupción, varios informes le colocan entre los diez países más corruptos del mundo, además es un país subdesarrollado que no sabe aprovechar los inmensos recursos que tiene. Hay muchas empresas, la mayor parte orientales que aprovechan esta corrupción para comprar a políticos sin escrúpulos y a funcionarios consiguiendo concesiones mineras a bajo precio. En estos negocietes, hasta arriba de corruptos siempre pierde el congoleño que sigue teniendo una vida miserable y pobre.
Las empresas chinas están por toda África pero en el Congo actúan sin piedad. Tienen el compromiso de levantar obras públicas, carreteras, calles, edificios públicos, puentes cobrando en minerales extraídos de las minas congoleñas. Las carreteras a cambio de minerales quedan hechas pero con una calidad que no supera las primeras lluvias. Este es un mal que se puede observar por toda África pero aquí es mas descarnado que en otros países.
El franco congoleño (FC) es la moneda oficial del país, lo normal es encontrarte con billetes de 500 FC pero con un valor de medio dólar americano. También hay billetes más pequeños de 50, 100 y 200 FC, sin embargo, casi todas las compras y ventas se hacen en dólares. En los supermercados, bares, restaurantes, etc se puede pagar en moneda local o en dólares. El precio de los productos en un market o en un restaurante suele venir en las dos monedas, dólar americano y franco congoleño lo que te hace el lío padre y que explica el error que tuvimos con el vino en el restaurante O’poeta en Kinshasa donde la confusión nos hizo pedir un vino de 200 euros. Los congoleños utilizan el dólar como moneda común.
La esperanza de vida en la RDC es de 48 años. En el Congo y en la mayor parte de países africanos cuando alguien se pone enfermo o se siente mal se achaca a misteriosas causas. En África pero muy arraigado en el Congo se cree en los hechizos, mal de ojo, conjuros y en los espíritus. Conocí a dos niños congoleños expulsados de su poblado por estas creencias. Les habían echado porque creían que traían mala suerte a su pueblo. Habían llegado huyendo a la República de Benin. África esta llena de casos semejantes. Antes de ir al médico el congoleño prefiere hacer sus conjuros. Lo llaman grigri (ser víctima de un conjuro o encantamiento) cuyo origen puede ser la envidia, los celos amorosos o por cuestiones políticas. Los feticheurs o brujos ganan un buen sueldo identificando los conjuros y realizando todo tipo de grigris dirigidos a la salud, el amor, la potencia sexual, el abandono, etc.
El futbol en el Congo se vive con delirio. Cualquier congoleño que se precie es aficionado a este deporte. Todo el mundo conoce en el Congo a los españoles y a España pero relacionado únicamente con el Real Madrid o con el Barca, equipos que conoce cualquier congolés. Cuando hay futbol, cientos de personas se arremolinan en torno a cualquier televisor en cualquier terraza o bar de cada barrio. Es increíble ver en el barrio de Matonge o en cualquier otro barrio de la Cite a decenas de cientos de personas apretujadas en torno a un televisor.
Los congoleños siguen con pasión a su selección. Tuvimos la suerte o el susto porque fue de los gordos de ser testigos en el barrio de Matonge de como conseguían clasificarse y ganar un tercer puesto en la Copa de África. Cientos de miles de miles de personas salían eufóricas y exultantes del estadio de futbol. No sé ni como no se comieron vivos a dos blanquitos que atónitos les miraban muertos de miedo pasar.
Los congoleños tienen divorcio pero no está muy extendido. Cuando las parejas tienen problemas se soluciona rápidamente, en vez de deshacerse de la mujer, se amplia añadiendo nuevas amantes o nuevas mujeres. La poligamia en el Congo no esta aceptada por el derecho civil congoleño pero es tolerada como en gran parte de África por la sociedad.
La iglesia católica se opone a la poligamia y esto ha significado que muchos se conviertan a las llamadas “Iglesias del Despertar” . Los pastores de estas iglesias que se reúnen en garajes o locales y que están arrasando entre los congoleños, no se meten en estos asuntos y dejan que el personal en cuestiones del corazón haga lo que le salga de las narices. La mayoría de los polígamos prefieren pasar desapercibidos y no hacer ostentación, pagan las necesidades económicas de la mujer en cuestión y la de todos sus familiares (cosas de África), además pagan las necesidades de las demás mujeres, generalmente más jóvenes, compensando económicamente a la primera mujer que por regla general es la madre de los hijos.
En Kinshasa hay muchos barrios increíbles pero hay uno muy especial, el barrio de Matonge.
Matonge esta lleno de ngandas o terrazas al aire libre repletas pero repletas de gente. En Nigeria, Costa de Marfil, etc, estas terrazas se llaman maquis donde hay barbacoas y comida para llevar y donde puedes encontrar todo tipo de brasas para comer cabra, pollo, etc.
Tanto en las casas como en los restaurantes el alimento esencial del Congo es la mandioca o la yuca. Tiene carne blanquecina que se transforma en una pasta insípida llamada fúfú sin la cual los congoleños no saben comer. La utilizan para mojar las salsas y de acompañamiento. La salsa “pili pili” es otro de los alimentos más populares del Congo aunque se encuentran en muchos otros países de África.
Kinshasa es la capital de la República Democrática del Congo (RDC). Es una ciudad frenética por su tamaño y población con muchísimo tráfico, ruido, vendedores ambulantes, gritos, pitidos, predicadores con megáfonos, música a todo volumen saliendo de las cientos de tiendecitas que hay a cada paso. Las melodías se escuchan atronadoras por la calle desde el interior de restaurantes, bares y casas.
La ciudad vive de espaldas al gran río al que es difícil ver en la ciudad porque no existe un paseo para disfrutar de su belleza, sólo es visible en un tramo militarizado y que viendo a los militares, mejor no acercarse porque pone los pelos de punta.
Matonge es el barrio de moda de Kinshasa. En Matonge nació la singular rumba congoleña en la voz de Papa Wemba. Cada tarde al caer el sol cientos de restaurantes callejeros están hasta arriba de gente. Es la hora de la Primus, la cerveza local y del pincho de cabra. Los kinois o los congoleños de Kinshasa invaden las terrazas y acuden a las parrillas ambulantes, ngandas para picar cualquier cosa.
La cerveza es muy importante en el Congo. La cerveza se puede encontrar en cualquier sitio del país incluso donde no llega nada. Primus es la marca de cerveza que más consume el congolés aunque existen otras marcas. Cientos de camiones distribuyen la cerveza que suministra y aprovisiona a los lugares más lejanos y recónditos de RCD llegando a zonas donde no llega la luz eléctrica, agua corriente, sanidad y donde no hay ni escuelas. En muy pocos países africanos no se consume cerveza, si es que hay alguno.
A fata de electricidad, gas butano o cualquier tipo de combustible fósil, las parrillas callejeras funcionan con carbón vegetal, llamado makala. Es un producto tan popular que las carnes, pollo sobre todo y pescados reciben el nombre de poulet o poisson a la makala.
La fabricación del carbón vegetal esquilma la sabana de Plateau de Beteke en RDC. El uso indiscriminado del carbón vegetal en República Democrática del Congo está afectando de forma severa a la conservación de parajes naturales como el Plateau de Beteke donde las motosierras están acabando con la vegetación.
De la mano de nuestro amigo Alberto, un empresario de Valladolid que conoce muy bien el Congo nos internamos en el corazón de Plateau de Beteké relativamente cerca de Kinshasa, la capital para poder ver en primera línea la deforestación brutal de la selva.
Años de guerras y dictaduras cruentas han convertido a República Democrática del Congo (antiguo Zaire) en un Estado siempre al borde del precipicio. Solo una historia reciente tan dramática justifica la falta de carreteras a lo largo y ancho del inmenso país. De su capital salen sólo dos rutas asfaltadas, la que va al suroeste siguiendo el curso del río Congo, y la del norte hacia el aeropuerto. El paisaje de esta última es monocolor, camiones y más camiones, cargados de sacos de makala, recorren a diario los aproximadamente cien kilómetros que separan el Plateau de Batéké del marché de la Liberté, el principal mercado de la ciudad de Kinshasa.
El Plateau como se conoce en Kinshasa, es una enorme sabana que arranca en Angola, remonta el río Congo y penetra en Gabon. La dureza del agreste paisaje solo se ve suavizada por el verdor frondoso de los afluentes del Congo, como el Luméne o el Luffini, que cruzan la región trazando lineas de vegetación selvática a su paso.
Ese reducto, los últimos bosques del Plateau, es lo que están devastando las motosierras y machetes de los jóvenes que fabrican la makala. Brigadas ambulantes de muchachos, muchos llegados de regiones limítrofes, tronchan los troncos más gruesos y preciados y los talan con destreza. Una vez en tierra, podan las ramas y trocean el árbol en partes iguales de unos tres metros. El siguiente paso es abrir una cuadrícula en medio del bosque, apilar los troncos hasta una altura máxima de tres metros y cubrirlos con una espesa capa de arena salpicada de orificios de ventilación.
El paisaje es tétrico, por el ruido de las motosierras, se localiza a los brigadistas; por el humo espeso, elevando sobre el bosque, se intuye la combustión de la leña; y, en fin, por el olor a madera quemada se descubren las piras de la makala.
Antes de sellar la pila de leña, le plantan fuego y dejan que la madera arda lentamente durante días e incluso semanas, un fuego sin llama que, al extinguirse, ha convertido la pila de madera en carbon vegetal.
La fiebre de la makala está atrayendo al Plateau a gran número de empresarios intrépidos mezclados con buscavidas. Betty es una mezcla de ambos. A sus treinta y ocho años maneja como nadie el negocio del transporte del carbón vegetal. Alquila los camiones en Kinshasa y tiene una red de proveedores diseminados por toda la región. En el villorrio de Giambini ha montado su plataforma para cargar los remolques. Vende cada saco a 40 kilos en Kinshasa por 18 mil francos congoleños, unos 14 euros. De ese precio, la tercera parte es para el fabricante de la makala, la otra tercera parte para el transportista y el resto, seis mil francos congoleños para Betty, la intermediaria.
Cada familia congoleña consume unos dos kilos de makala al día, muchas mas son los que queman los cientos de puestos ambulantes de comida de Matongé, al son de la música de Papa Wemba o Benda Bilili, el grupo de músicos minusválidos, afectados por la polio, que se ha hecho famoso en el mundo entero.
Nuestro viaje al corazón de Plateau comienza de la mano de Alberto.
En el Congo tienes que llamar papá a gente que no conoces. Es la manera respetuosa que se tiene de dirigirte a un adulto o persona mayor que tu. En nuestro viaje con nuestro amigo Alberto, teníamos conduciendo y de lugarteniente a “Papa Cohete”, nuestro chofer. En esta foto aparezco entre papa Cohete y Fredy, mano derecha de mi amigo Alberto.
Uno de los principales problemas del Congo es el transporte de mercancías, debido a la paupérrima red de carreteras del país. Sólo por esa razón se explica que el mismo saco de carbon que en Mgambini cuesta 6 mil francos congoleños triplique su valor en el marché de la Liberté de Kinshasa.
El viaje a Plateau de la mano de Alberto ha sido uno de los episodios más fantásticos e increíbles de todos nuestros periplos africanos. Alberto nos quería explicar y enseñar la deforestación de la selva en primera línea. El viaje hasta Plateau fue muy duro en un land rover con muchos baches pero lleno de anécdotas. Había que pasar la noche en tiendas de campaña en plena selva y eso impone sobre todo si es en el Congo. Dormir en la selva significa pernoctar al raso, sin protección alguna. Cenamos al fuego de una lumbre en plena noche. Me daban mucho miedo las serpientes, sabia que las había por todas partes. Mi objetivo era cerrar y precintar la tienda de campaña para evitar que pudiera colarse alguna. Cumplido ese objetivo, disfrutamos de una cena improvisada a la luz de una fogata y de la oscura noche alimentada con todos los sonidos de la selva que nos acompañaban. La conversación como siempre hablando de África. Alberto es apasionado de todo y no paraba de hablar del Congo con pasión. Fue una noche perfecta acompañados del anfitrión perfecto.
asun diaz
Que buenos recuerdos leyendo este post Sonsoles; mi visita al Plateau también resultó apasionante, sorprendente y …. muy entristecedora por la enorme deforestación que se puede ver. Pero no tuve la oportunidad de dormir en el campo y leyéndote… he muerto de envidia!
asun diaz
Que buenos recuerdos leyendo este post Sonsoles; mi visita al Plateau también resultó apasionante, sorprendente y …. muy entristecedora por la enorme deforestación que se puede ver. Pero no tuve la oportunidad de dormir en el campo y leyéndote… he muerto de envidia!