Joachim, un niño traficado en las plantaciones de Costa de Marfil
Este es el final de mi historia con Joachim, un niño traficado en las plantaciones de Costa de Marfil.
Esta foto la tomé en una plantacion de Costa de Marfil en agosto de 2007. Estaba buscando a Joachim, un niño traficado meses antes en la República de Benin.
“Theobroma cacao”
Es el nombre del árbol del cacao (o cacaotero). Este es el fruto del cacao. Las plantaciones de cacao en Costa de Marfil necesitan mucha mano de obra barata porque es uno de los mayores productores del mundo. Las plantaciones están llenas de niños de los países limítrofes mucho más pobres que la República de Benin.
En África occidental se estima que en torno a más de un millón de niños participan en el cultivo del cacao, sólo una mínima parte de ellos son considerados trabajadores por la Organización Internacional del Trabajo. La mayoría de estos niños son obligados a trabajar jornadas de más de doce horas, sobre todo en Costa de Marfil, principal productor de cacao, donde lo hacen en condiciones de esclavitud.
Joachim es un niño traficado en las plantaciones de cacao de Costa de Márfil, en un lugar llamado Meadji. No he vuelto a saber nada de él. Nunca nadie me había mirado con tanta tristeza y desamparo.
El viaje de este niño comenzó cuando su padre le vendió a un traficante en su poblado a orillas del río Ouemé cerca de una ciudad llamada Bohicon en la República de Benin. Mi marido fue testigo y acompañó a un grupo de niños traficados, entre ellos, a Joachim en una caravana hacia las plantaciones de cacao de Costa de Marfil, atravesando tres países, Togo, Ghana y Costa de Marfil.
El precio que cobró su padre fueron diez euros. Unos meses más tarde, en un viaje a Costa de Marfil pudimos tener la triste oportunidad de volver a ser testigos de como viven estos niños en el corazón de las plantaciones de cacao.
Me daba mucho miedo acercarme a la plantación de cacao. Estuvimos varíos días barajando la idea. El objetivo de nuestro viaje a Costa de Marfil había sido ir a buscar a Joachim y poder comprobar sobre el terreno como explotan a los niños traficados traídos de Benin, sin embargo, era muy peligroso adentrarse en la selva.
En agosto es época de lluvias y la brousse o selva se convierte en un sitio inaccesible a mucha distancia de un lugar civilizado. No sabíamos como podían reaccionar los traficantes si veían a dos blancos husmear por allí.
Habiamos inventado una historia sobre nosotros. Eramos una pareja española que se dedicaba a la reposteria y que buscaba nuevos caminos para investigar con el chocolate queriendo ver sobre el terreno como se produce el cacao. Se corrió por la selva que llegaban los blancos y rápido escondieron a los niños para que no los viesemos trabajar. A pesar de todo, pude encontrar a Joachim.
Los pies de Joachim estaban embarrados porque además, utilizan a los críos para hacer ladrillos y levantar campamentos de chozas para los demás trabajadores. Joachim era beninense y desde muy pequeños conocen las técnicas del ladrillo y construcción muy valoradas en Costa de Marfil. A veces, utilizan a estos niños para hacer adobe. Joachim, en el momento, en que nosotros llegamos a la plantación, estaba haciendo ladrillos, manchado de barro hasta las orejas.
“Las Fronteras se cruzan de noche” de Xaquín López
Reproduce lo que pudimos vivir al acercarnos a la plantación de cacao. Estos son algunos de los extractos de ese capítulo:
«El aviso de lluvias del mes de mayo se había convertido en un aguacero interminable en pleno agosto. Habían pasado tres meses y volvía al encuentro de los chicos de Agustín. Viajaba en un todo terreno alquilado en San Pedro, una importante ciudad marfileña en la costa atlántica que debe su pujanza a su puerto comercial, el primero en exportación (Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
¿A donde van ustedes? le había preguntado un gendarme a mi chófer, François, en el control que hay a la salida de Gabeadji.
Son unos turistas españoles. Los llevo a Lassina Bango. Quieren conocer una plantación de cacao y allí tienen un amigo que les va a enseñar cómo se trabaja en la brousse. La explicación era tan convincente que el gendarme nos abrió la barrera con una sonrisa y, lo más curioso sin pedir a cambió la consabida racket, la propina.
En este viaje no estaba solo. Sonsoles, mi mujer, iba a mi lado. «Una pareja de turistas haciendo fotos no levanta sospechas», me había dicho en Madrid para convencerme. A decir verdad, entre nosotros no hacían falta argumentos a favor o en contra para casi nada. Me había acompañado por África siempre que había podido, y yo ya sabía que este viaje ella no se lo iba a perder por nada. (Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
Hay momentos en la vida que no nos pertenecen aunque sea uno mismo el que los viva. Hay instantes que se borran al tiempo que se viven y caen para siempre en el dominio de los sueños. Se recuerdan pero bajo la amenaza del olvido; se saborean, como el fruto del cacao viscoso, pero el poso es dulce y amargo a manos llenas.
Conviene estar preparado porque en África puede ocurrir cualquier cosa en cualquier esquina sin que te lo esperes. Yo estaba ante uno de esos momentos, anunciado, inevitable, como las campanadas a difunto o la luz rojiza en el cielo crepuscular. Había llegado a Costa de Marfil dispuesto a verlo todo, blindado el corazón, acorazada el alma, pero lo que iba a ocurrir, eso no lo habia imaginado y mi condena ahora es rebuscar entre mis sueños, que se desvanecen aunque sean míos. (Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
En la parte trasera había dos chicos trabajando el adobe. Uno de ellos era Samuel. Lo reconocí al instante y él también a mi. Nos detuvimos y me dirigí a él para saludarlo. Me acerco el brazo porque sus manos estaban embarradas, pero el mejor saludo de bienvenida fue sus amplia sonrisa.
-Ça va, Samuel? le dije
-Ça va trés bien – me constestó sin borrar la sonrisa.
-Te acuerdas de mi? – le pregunté
Por supuesto. Has cumplido tu palabra de venir a verme, me dijo. Todo el mundo, los capataces, el compañero de Samuel, mi mujer estaban pendientes de ese momento, porque cada cual a su manera, imaginaban que si un blanco habia venido hasta ese lugar perdido sólo para ver a un chico en plena faena, debía tratarse de algo importante. Intenté controlar las emociones y le dije a Samuel que siguiera a lo suyo, como si nosotros no estuviéramos alli, porque mi mujer quería hacerle unas fotos trabajando. (Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
¿Donde están los otros dos chicos? -le pregunté al grupo que nos había acompañado desde el poblado.
¿Que chicos?. Aquí solo están trabajando estos dos, me constestó uno de ellos. Samuel vino con dos chicos más pequeños, de unos diez años. Se llaman Joachim y Enmanuelle. Son benineses también, insistí.
Aquí no sabemos nada de esos niños de los que me hablas- zanjó la cuestión el que llevaba la voz cantante.
Comprendíi que no iba a sacar ninguna información buena de esa gente y me quedé contemplando la escena… (Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
En ese momento se acercó Sonsoles seguida por cuatro hombres que nos acompañaban en todo momento, capataces también como Essay, explotadores también como ese beninés que hablaba abiertamente de su oficio, un oficio que les manchaba la piel negra del color claro del barro, un maquillaje que les marcaba con el estigma de la esclavitud africana.
Yo ya tengo las fotos, me contó Sonsoles. No te lo vas a creer, pero mientras tú hablabas con Samuel, me he ido a la pequeña cabaña y es allí donde están los chicos.
Ya lo se, le respondí, Essay me ha explicado que los tres chicos viven en aquella cabaña.
Si, si, me interrumpia mi mujer. Pero es que yo le he hecho una foto preciosa al más pequeño, ¿como se llamaba? , Joachim. Estaba sentado, descansando a la entrada de la chabola, y no lo vas a creer, estaba manchado de barro hasta las orejas. Esta claro que ha estado trabajando toda la mañana y, por lo que sea, ahora está descansando. No han querido que vierámos a los más pequeños en plena faena, estos cabrones….(Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
Eran casi las doce del mediodía, no paraba de llover y nos quedaba por delante un camino infernal hasta llegar a San Pedro. Empezamos con la ceremonia de la despedida y Essay nos pidió que les hiciéramos una foto a todos los del grupo, en mitad del campamento. Posaron para nosotros, los dos del centro dándose la mano como si estuvieran negociando un trato y Samuel y el otro chico que trabajaba con él en la zanja, en segundo plano, más tímidos, como personajes secundarios de una vida oculta al amparo de la selva o de un cuadro alojado en la memoria y el olvido…..(Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
Recorrimos los tres kilómetros hasta el poblado de Lassina en silencio sin volver la espalda. Atrás quedaban los chicos, mientras mi mujer y yo poniamos tierra por medio. François nos esperaba en el coche con muchas ganas de largarse. Estaba en territorio hostil y no disimulaba su incomodo. Le molestaba verse rodeado de benineses y, además, no entendia en absoluto lo que Sonsoles y yo habiamos ido a buscar a ese poblado.
En el camino de vuelta, François nos confirmó lo que mi mujer ya había visto al hacerle la foto a Joachim sentado en el muro a la entrada de la cabaña.
Aquí pasan cosas muy raras. Hay algo que no entiendo. ¿Realmente qué es lo que habéis venido a hacer tan lejos?, nos preguntaba François desconcertado.
Yo pensaba en el último escollo, la última frontera. Para entrar en Gabeadji teníamos que cruzar un control de gendarmes y no estaba dispuesto a contarle la verdad de nuestra misión a François, porque me arriesgaba a una reacción imprevisible.
Si le hablaba de que habiamos ido a ver a los niños esclavos, él podría decirles a los gendarmes que no éramos unos simples turistas sino unos blancos que estaban investigando la explotación infantil en el territorio del cacao, y esa denuncia nos metería en problemas. Hablar poco y disimular la verdadera intención de mi viaje me había dado buenos resultados. Me inventé una buena coartada.
Mira, François, mi mujer trabaja en el sector de la respostería en España. Ella es una experta en el mundo del chocolate, por eso quería conocer cómo se trabaja en tu país con el cacao. En la embajada española de Abiyán, nos dieron el contacto de Monsieur Essay y por eso nos ha merecido la pena venir hasta aquí.
Por lo demás, estamos aprovechando para conocer el país. Mañana nos vamos a Sassandra y después regresamos por la costa a Abiyan, le dije con la mayor de las convicciones.
Pues tenéis que tener cuidado, porque cuando os fuisteis a visitar el campamento, se me acercó una mujer marfiléña y me contó cosas que no me gustan nada , me respondió.
¿que te dijo? , le preguntó Sonsoles
Me estuvo contando que, cuando vosotros anunciasteis vuestra llegada por teléfono a ese tal Essay, los benineses dieron orden de esconder a todos los niños que estaban trabajando en el campamento para que no los vieseis en plena faena. Son tremendos estos benineses. La mujer me dijo que traen a los niños de su país y les obligan a trabajar en la brousse como personas mayores.
Yo no sabia que había explotación infantil en los campos de cacao, le dije haciéndome el ingenuo.
Siempre la ha habido, pero yo nunca había estado en un poblado como ése. Mejor que no hayáis visto a los niños trabajando, porque hubiera sido un espectáculo desagradable para vosotros. De todas formas, tenéis que tener cuidado, porque esta gente no es buena y podéis tener problemas si os mezcláis con ellos.
El viaje de vuelta se hizo más corto que el de ida, quizás por la satisfacción de haber pasado página, quizás porque ya no nos aguardaba ninguna sorpresa hasta San Pedro, un territorio seguro….(Las Fronteras se cruzan de noche. Xaquín Lopez)
Esta foto la hice en Costa de Márfil en el año 2007. La foto dice NO al tráfico, trata y explotación infantil de los niños. Hay carteles como este por todo el país.
Costa de Márfil es un país situado en el Golfo de Guinea. Limita al norte con Malí y Burkina Fasso, al oeste con Liberia y Guinea Conakry, al este con Ghana y al sur con el Océano Atlántico. Su nombre en francés es Côte d’Ivoire.
Su capital es Yamusukro y la sede de su gobierno es Abiyan.
Costa de Marfil es uno de los mayores productoctores y exportadores mundiales de cacao en grano. El tráfico de niños esclavos sigue vigente en África en pleno siglo XXI. Las ricas plantaciones de cacao de Costa de Marfil son un reclamo para los países más pobres del oeste de África. En Côte d’Ivoire se trafica en este mismo momento, con niños para trabajar el cacao.