El Parque Nacional de Etosha, la belleza de Namibia en 12 días, 1 parte
Namibia es un desierto. No hay nada. Namibia es un páramo yermo y deshabitado. No hay vida, salvo animal. No tiene el pulso vital de otros países africanos. Tiene poco más de dos millones de habitantes para un país con una superficie de 825.000 km cuadrados, casi dos veces España. Es un país despoblado. Cuando sobrevuelas Namibia se ve sólo desierto, caminos infinitos de tierra, ni una carretera asfaltada, líneas interminables y cauces de ríos secos. No se ven ni pueblos ni poblados, apenas tiene ciudades. No hay nada.
Namibia únicamente está poblada de animales que cruzan por las carreteras de tierra, babuinos gigantes que te miran inquietantes desde las pistas, springboks, impalas, jirafas, cebras, orices, kudús. Hay animales por todas partes no sólo en los parques nacionales. El país entero es un enorme parque nacional. A pesar de estar despoblado y deshabitado, Namibia es bellisimo. Es uno de los países más hermosos de este continente.
Tiene paisajes variados y contrastes únicos. Namibia es de una belleza tan impactante que nunca podrás olvidar. No hay casi ciudades. Las ciudades no son más que dos calles destartaladas que se cruzan y algún comercio en los cruces. No hay bares ni gasolineras, ni tiendas, ni casas, simplemente no hay nada, salvo maravillosos desiertos, impresionantes montañas de formas increíbles, cielos de un azul intenso que te deslumbran la vista, el rojo más intenso de arena de desierto, sábana africana, las acacias más bellas. Las más evocadoras imágenes de África las he encontrado en Namibia.
La belleza de Namibia es incomparable, única e irrepetible. Es sinceramente incuestionable. Los atardeceres más hermosos, las imágenes más cautivadoras, irresistibles me las ha regalado Namibia, la hermosa Namibia.
11 de noviembre (Madrid-Johannesburg-Windhoek)
Nos vamos a Namibia. Parecía que este momento no iba a llegar nunca. Me gusta viajar con mis amigos. Teníamos pensado venir a este país desde hace dos años. En Cape Town, compartimos desayuno con unos namibios que nos hablaron con pasión de la belleza de su país rojo. Me había impresionado desde la ventanilla de mi avión con destino a Sudafrica adivinando el tremendo y espectacular contraste del rojo del desierto y el imponente azul del Óceano Atlántico. Esa imagen no se olvida. En ese momento, supe que tenía que visitar este país.
El viaje es largo. Tres escalas de avión. Ahora volamos a Londres. Esta noche cogemos un avión a Johannesburg y mañana a Windhoek, capital de Namibia. Este viaje es un viaje de naturaleza, paísajes y animales. Las tres cosas me apasionan. Tengo muchas ganas de hacer esta aventura por varías razones. Me gusta viajar con mis amigos. Todo es fácil con ellos. No hace falta hablar para entendernos. Nada es problema. Todo fluye solo. Además, me gusta descubrir lugares nuevos juntos. Me gusta verles disfrutar.
Los viajes en esta parte del continente son fáciles y cómodos. No requieren el sufrimiento de largas distancias y transporte público a horas intempestivas sin haberse llevado un bocado a la boca. Este es un viaje de placer, de disfrutar sin riesgo, sin peligro, sin amenazas. El placer de recrearse y gozar.
Hemos alquilado un coche que recogemos en el mismo aeropuerto de Windhoek. Desde allí, empezaremos a recorrer el país. Llevar un coche propio ya determina otro tipo de viaje, puedes llevar una maleta grande o mediana y por lo tanto, mas ropa.
En los viajes que hacemos Xaquín y yo, recorriendo países en transporte público, la maleta debe ser pequeña, una para los dos, un par de pantalones, un par de camisetas, un par de camisas, nada que dificulte el viaje y que nos permita desplazarnos con facilidad. En este viaje hemos traicionado a nuestra vieja y pequeña maleta roja.
Este viaje no tiene que ver con nuestros viajes de trotamundos.
Alquilar un coche entre cuatro no sale caro y nos hace desplazarnos con mucha comodidad y seguridad. En muchos países del África Negra es un riesgo conducir coche propio, siendo causa de problemas, riesgo de asaltos en las pistas, corrupción de la polícía, accidentes, posibilidad de atropellar a alguien. Es más seguro viajar en transporte público. Sin embargo, no es el caso de Namibia. En este país, es fácil, cómodo y barato alquilar un coche.
12 de noviembre (Windhoek)
Es cierto que este viaje tendrá anécdotas de otro tipo. No serán peripecias, ni riesgos, ni peligros, todo lo mas, que algún león o elefante se pueda enfadar con nuestra presencia. Este es un viaje para deleitarse, disfrutar y dejarse llevar observando la fascinante naturaleza de África.
El viaje no está resultando tan cansado como prometía con tres escalas. Apenas tenemos tiempo ni de tomar una guinness en Londres ni un café en Johannesburg donde notamos el calor seco y envolvente africano tan amado y tan distinto al nuestro. Aquí se respira África por todas partes. Tomamos por fin, el último vuelo a Windhoek.
Hemos cogido un hotel en el centro de Windhoek, bonito y africano. Tiene una piscina de donde salen las habitaciones y mucha vegetación. Es un hotel muy agradable. Varíos gatos rollizos holgazanean por el jardín. Estamos molidos. El viaje nos ha machacado.
En el aeropuerto cogemos un Toyota Corolla y no un 4*4 que era demasiado caro y más complicado para conducir. Espero que no nos hayamos equivocado. Hace dos años, en el desierto del Kalahari, metimos la pata al no alquilar un 4*4. No pudimos entrar en varios campamentos porque nuestro coche patinaba. Con este Toyota parece que vamos a poder recorrer la mayor parte del país aunque todavía tengo mis dudas.
Vamos paseando por Windhoek y no encontramos nada digno de ver. Es destartalada, sin edificios bonitos, pequeña y no tiene sabor. Visitamos una iglesia, vemos el Parlamento. Nos encontramos de frente varías comitivas de coches oficiales con todo el boato, lujo y ostentación de cualquier delegación política en África. La ciudad no tiene la vida de otras ciudades africanas o nosotros no hemos sabido encontrarla. Las tiendas cerradas, hay muy poca gente por las calles, se ve algún blanco andando con prisa, alguna vendedora apostada en una esquina.
La despoblación de Namibia hace que su capital, Windhoek sea la capital africana menos interesante que conozco. Es una ciudad fea y destartalada. Al final del paseo descubrimos unas casas alineadas con el más puro estilo alemán que son bonitas. Namibia estuvo bajo la administración alemana. Estas casas te transportan a cualquier pueblo de Baviera. Vamos a cenar en una bonita terraza y decidimos volver a Windhoek solo para coger el avión de vuelta. Tengo la sensación de que esta ciudad tiene algo que ofrecer pero no lo hemos encontrado. Estamos agotados y mañana salimos muy pronto para el Parque Nacional de Etosha, en el norte del país. Antes pasamos por un supermercado a llenar el coche de provisiones por si las moscas, vinos, cervezas, aperitivos. Nunca se sabe que nos vamos a encontrar dentro del parque y llevamos avituallamiento de viveres para por lo menos, sobrevivir.
13 de noviembre (Windhoek-Parque Nacional de Etosha)
Dejamos Windhoek echando pestes. Hay 500 kilómetros hasta llegar al parque. Tengo muchas expectativas. Me apasionan los animales. Siempre que he tenido la suerte de entrar en un parque nacional africano me ha parecido una experiencia fascinante y única. Dicen que Etosha esta plagado de ellos. Hemos reservado tres noches en principio.La carretera hasta el parque es monótona. No se ve gente. Al salir de la ciudad hay coches pero pronto, todo es desierto, paisaje lunar, el panorama es desolador. Todo está deshabitado, ni pueblos, ni poblados, ni casas, nada que despiste tu atención. De vez en cuando se ven babuinos gigantes que nos escudriñan acechantes a ambos lados de la carretera. También descubrimos alguna reserva o algún logde en nuestra ruta. Se nos cruzan numerosos facoceros o jabalíes africanos por delante del coche. Vemos alguna avestruz caminar tranquilamente. Se deben salir de las reservas o es que este país está lleno de animales.
Vamos a parar en un pueblo relativamente grande. Es tan destartalado como la capital. Las calles tienen algún supermercado y comercios. Encontramos un pequeño café. Hacemos un descanso y seguimos el camino. Nos quedan 200 kilometros para Etosha. Al abandonar el pueblo, me encuentro un colegio. Me llama la atención que todos los niños son negros. Unas calles más abajo descubro el patio de otro colegio y compruebo que todos los niños son blancos. La segregación sudafricana esta presente en Namibia. No me cabe ninguna duda.
El Parque Nacional de Etosha es uno de los mejores lugares del mundo para ver animales. Tiene una superficie de 20.000 km2. Su nombre significa “Gran lugar blanco de agua seca” del pan de Etosha que es un llano salar blanco de unos 5000 km2. Rodeando este único salar habitan 114 especies de mamíferos y 340 aves.
Llegamos al campamento más oriental de Etosha que se llama Namutoni Camp. Nos adjudican una preciosa cabaña pegada a la de nuestros amigos. La habitación es muy bonita. Tiene mosquitera y recuerda a las habitaciones de los Parques Sudafricanos como el Kruger o el Desierto del Kalahari.
Estamos en un campamento en mitad de la selva y la vida que se hace es de campamento. La gente lleva indumentaria cómoda y parecida, camisas de color caqui, bermudas, gorras, prismáticos, cámaras de fotos, Hay coches de safari por todas partes, aparcados, saliendo de ruta, rangers uniformados por el recinto electrificado. La vida en estos campamentos es fantástica para quien le gusta disfrutar de la naturaleza y poder observar a los animales en su entorno.
Mañana salimos a las cinco de la madrugada acompañados de un ranger a recorrer la selva. En Etosha los rangers van en coche y no a pie como pudimos disfrutar en el Parque Nacional Kruger o en el Desierto del Kalahari. Las excursiones a pie por la selva no se pueden comparar a nada. Necesitan llevar como mínimo, dos rangers armados con rifles para evitar cualquier situación de peligro. Hicimos varías en Sudáfrica. Son más peligrosas y tienen mucho más riesgo. Los animales son imprevisibles. Se hacen de madrugada o al atardecer.
Son arriesgadas y peligrosas porque los rangers sólo pueden controlar a dos o tres personas ante una situación de alerta si de repente aparece un león, un elefante furioso o una pareja de hienas hambrientas.
Antes de salir de caminata por la selva, te dan una serie de explicaciones sobre lo que hay que hacer ante una situación de riesgo. No moverte, dejar a los rangers actuar, no salir corriendo, no gritar, permanecer quieto. En lugares donde hay gorilas como en Gabón, no mirarles directamente a los ojos sino bajar la mirada hacia el suelo, etc.
Tenemos varias anécdotas en los parques sudafricanos. Una tarde salimos de ruta por el Parque Nacional del Kruger en un pequeño coche alquilado, el más barato que nos ofrecía Avis. De repente, nos encontramos un enorme rinoceronte en mitad de nuestro camino, de vuelta al campamento. Conducía yo. En un segundo, fuí consciente con horror de nuestro ridículo coche. Mi terror fue creciendo al comprobar que no le llegaba ni a la cintura al rino. El pánico se apoderó de mi. Nos pusimos muy nerviosos porque se hacía de noche y nos daba pavor pasar por delante del enorme bicho. Nos cambiamos para conducir y a doscientos por hora pasamos por delante de las narices de la bestia que seguramente ni había reparado en nosotros. Al llegar al campamento, nos echaron una tremenda bronca porque no se puede andar al anochecer por estos parques.
En otra ocasión, en el Parque Transfronterizo del Desierto del Kalahari al amanecer, íbamos en otro coche de juguete. Nos encontramos de frente a dos leonas con sus pequeños cachorros, a unos treinta metros. Una de ellas, le hizo un gesto a la otra para que saliese del camino con las crias. La leona se dirigió hacia nosotros con cara de pocos amigos. De nuevo fui consciente de que la leona era más grande que nuestro coche y que de un zarpazo, lo partía en dos. Tuve tantísimo miedo que no pude ni sacar una foto del momento. Conducía Xaquín. Echo la marcha atrás, despacio muy despacio. La leona que vio como reculábamos, se dió media vuelta y siguió su camino con su compañera y los cachorros. El susto fue de los gordos. Nunca hemos vuelto a alquilar el coche más barato del mercado para visitar un Parque Nacional africano con animales.
La gente vuelve de los safaris y cuenta sus experiencias. Acaba de llegar un grupo, dicen que han visto a unos leones descuartizar a un pequeño impala. Nos han dado una cena fantástica en el campamento. Estábamos muertos de hambre. Nos hemos acercado a la water hole del campamento para ver caer la tarde. Ha sido fantástico. Un enorme elefante chapoteaba con el agua mientras el día empieza a adormecer.
Se acercan cientos de cebras corriendo, trotando entre el polvo, jugando, peleando entre ellas. Como si de un escenario se tratase, contemplamos la escena. Los animales se aproximan a las charcas de agua o water hole a la caída de la tarde. Salen del sopor del calor del desierto. Las temperaturas durante el día alcanzan 40 grados y el festival de la selva acaba de comenzar.
14 de noviembre (Parque Nacional de Etosha)
A las cinco y media de la mañana comenzamos nuestro safari acompañados de un ranger. La ruta es en coche y no a píe como en Sudáfrica. Andar por la selva caminando es mucho más impresionante, apasionante y también arriesgado.
Salimos en coche del campamento y amanece. Nos acercamos a una water hole cercana al campamento, varías hienas merodean.
Hay muchos buitres apostados en los árboles, demasiados para que no esté pasando algo.
Pronto descubrimos una jirafa muerta en el suelo. Acaban de abandonar el festín los grandes depredadores y ahora se van acercando los carroñeros, primero las hienas, luego los buitres. Nuestro ranger dice que la jirafa ha muerto de muerte natural. La están devorando los buitres. El espectáculo es fascinante.
Seguimos la ruta. Etosha esta plagado de animales. No he visto nada igual. Escuchamos en la noche a las hienas gritar y chillar con gritos espeluznantes. El ranger nos avisa que escucha a un leopardo muy cerca. Vamos tras su rastro pero no logramos verle. Nos dice que esta muy cerca. Es terrorifico oirle casi al lado.
Seguimos nuestro camino llenos de emoción. El frío es espantoso, se te va metiendo en los huesos. Vamos abrigados hasta arriba con sudaderas y cazadoras pero no es suficiente. Las temperaturas tienen unas oscilaciones brutales. Estamos en un desierto. Durante el día alcanzamos 40 grados y por la noche y la madrugada, bajan los termómetros a seis o siete grados.
Vemos una manada de leones descansando tranquilamente, Se ve que están ahítos, empachados y hartos de comer. No hay más que verlos. Al lado tienen dos pequeñas jirafas bebes tiradas en el suelo. Están muertas y abiertas en canal. A simple vista se ve lo que les queda de estomago e intestinos. Debe hacer poco tiempo que las han matado porque sus pobres madres merodean, angustiadas sin acercarse y siendo testigos del dramático espectáculo.
Desde lejos contemplan que pronto ya no quedará más que huesos de sus pequeños retoños. Una de las jirafitas está justo al lado de los leones y nadie se atreve ni a acercarse aunque a ratos éstos duerman profundamente. La otra jirafa también yace muerta en el suelo, un poco más lejos, más apartada. Los chacales aprovechan que los leones reposan amodorrados para comérsela aunque con mucho miedo por si de repente despiertan los dueños del manjar.
Los chacales se meten hasta las entrañas de la pobre jirafa, desaparecen y vuelven a aparecer del interior de su cuerpo. La están literalmente vaciando por dentro. Es el más cruel, atroz, despiadado y fascinante espectáculo de la naturaleza más brutal.
Seguimos nuestro camino y no paramos de ver leones. Este parque está repleto de animales por todas partes. Vamos de charca en charca con la certeza de que siempre vamos a encontrar alguna sorpresa.
La ruta con el ranger dura tres horas. Venimos tiritando de frío pero impresionados porque hemos visto de todo o casi todo
Manadas de elefantes retozando y bañándose. Una madre elefanta protege a su bebe y no le deja salir de entre sus enormes patas. El pequeño elefante hace sus pinitos bebiendo y queriendo insistentemente salir y escapar para juguetear. Nos vigila inquietante y desafiante otro elefante del grupo.
Observamos la escena desde una distancia prudencial. Los elefantes con crías son peligrosos e imprevisibles. Hay zorros, chacales, los pájaros mas increíbles.Volvemos al campamento pletóricos, helados y con mucha hambre. Vamos a desayunar.
Nos hemos trasladado de campamento. Se llama Halali Rest Camp. El Parque Nacional de Etosha tiene cuatro campamentos. Halali es el campamento que está situado en medio del Parque Nacional, Su nombre viene del término alemán, toque del cuerno que señala el final de una cacería. El símbolo de Halali es un cuerno. Lo mejor es su charca iluminada, a 10 minutos del campamento, salpicada de enormes rocas en una cañada arbolada. Es un sitio ideal para avistar rinocerontes y leones que suelen parar a beber en la noche mientras te estas tomando una copa de delicioso vino sudafricano.
La tarde la dejamos para recorrer el campamento, bañarnos para recuperarnos del calor del desierto en la piscina y salir de nuevo de ruta al caer la tarde. La caída de la tarde sentados en la water hole para disfrutar de uno de los atardeceres más fantásticos de África que se pueda uno imaginar. El cielo rojo estalla de color con una intensidad brutal.
Una cena estupenda con ambiente de campamento y vino sudafricano. Hay que dormir porque en este lugar no queda otra cosa que hacer vida de animal. Tenemos que levantarnos a las cuatro y media de la madrugada para salir de safari.
15 de noviembre (Parque Nacional de Etosha)Ayer disfrutamos de un atardecer único, de los mejores, de los que sólo se pueden ver en esta parte del mundo. Los atardeceres de los documentales de National Geographic. Atardeceres que hacen que te olvides del mundo y que sólo exista este momento mágico y sublime.
Nada existe, solo el momento irrepetible de ver esconderse el sol, implacable, rojo, inexorable, violento y fascinante.
Todavía de noche volvemos a salir a la selva con el ranger, esperando el amanecer con la inquietud y la sorpresa de ver lo inesperado. La vida animal se desarrolla al amanecer. La brutal lucha por la supervivencia. En la selva es el momento de la actividad. Es el instante de la caza, de los desplazamientos, de las peleas, de los rugidos, Es un momento único.
Los chacales se mueven de un lado a otro, solos o en parejas. Las hienas merodean en la noche cerca de las charcas buscando agua y presas. Van de dos en dos o en grupos. Vemos dos leonas con su camada. Los cachorros tienen seis meses, según nos cuenta nuestro ranger.
Hay muchos buitres apostados en los árboles, demasiados buitres para que no este pasando algo en los alrededores.
Las dos leonas protegen a su camada en un enorme, soberbio y fantástico árbol africano que les sirve de madriguera. Desde lejos, un grupo de pequeños antílopes africanos, steenbok, se acerca tranquilamente. Tienen un sexto sentido que les hace saber que las leonas ya han comido. Estas les observan impasibles como pasa por delante el grupo de antílopes.
Una se tumba en la carretera con uno de sus cachorros que nos mira divertido. La otra se acuesta un poco más allá. Observamos la escena. Es magnífica. La tarde ha sido maravillosa. El Parque Nacional de Etosha no puede tener más animales. Esta hasta arriba que es lo que uno busca cuando se acerca a un parque nacional africano.
El water hole del campamento es fascinante. Todo esta dispuesto para que te sientes delante de un sublime decorado, observando a los animales que se acercan a beber.
Vamos a pasar el resto de la mañana disfrutando del espectáculo de la naturaleza. Hay un enorme marabú en mitad de la charca. El sol comienza a quemar y los animales ya se mueven poco. Aún así, hay pájaros fantásticos que emiten sonidos que sólo se escuchan aquí. También hay ardillas jugueteando.
Se acercan a la charca unos impalas y algún kudú aparentemente tranquilos. Anoche, mientras cenábamos, escuchamos enormes rugidos que ponían los pelos de punta en los alrededores del campamento. Había leones muy cerca. Ahora, los impalas avanzan cautelosos y con miedo. Por fin, se acercan a la charca y un tremendo rugido produce una estampida de al menos cuarenta animales enloquecidos. Entonces nos damos cuenta de que en la charca tumbado bajo unos árboles hay un tremendo león. Nadie se atreve a acercarse.
Comienza a caer la tarde y en este magnífico escenario aguardamos el atardecer. Advertimos que el león no está solo sino junto a una leona. Deben estar en pleno cortejo porque el león no deja de rugir.
La vida del campamento es fantástica. Nos levantamos en plena noche, antes del amanecer, para salir a recorrer la selva. A las diez de la mañana, el sol ya aprieta y la vida de los animales se va apagando. Es cuando se quedan quietos bajo las sombras de enormes árboles africanos y es complicado verlos con actividad.
Es en este momento cuando la vida de campamento se llena de movimiento, leer, escribir, sentarse cerca de una charca para ver los animales que se acercan a abrevar o a refrescarse. También se aprovecha para hacer alguna compra para preparar la comida. En estos campamentos suele haber alguna pequeña tienda con las cosas más básicas. Es el momento del trasiego, de la actividad dentro del campamento, Se revisan y comprueban los coches, se inspeccionan las ruedas, se llenan los depósitos de gasolina. El campamento está lleno. Los coches ya están preparados para salir de safari al caer la tarde. Es un pequeño universo, un mini cosmos que no se puede comparar a nada. Es el momento del descanso y sosiego en el campamento.
En noviembre acaba la primavera. Las temperaturas alcanzan los 40 grados. La cámara y los prismáticos están siempre al lado porque es raro no descubrir algo nuevo por pequeño y diminuto que sea en cualquier momento.
El sol comienza a caer hacia las cuatro de la tarde. Es el momento de salir a la selva porque la vida animal comienza su ciclo de nuevo. Estos parques están preparados para ir con tu coche recorriendo sus pistas tranquilamente y sin riesgo si no cometes ninguna imprudencia.
A medida que la tarde cae, las sorpresas te asaltan en el camino. Un elefante se planta delante de nuestro coche y sigue su senda. Una leona nos sale al encuentro. Hay chacales por todas partes. Un rinoceronte que se acerca con paso cansino. Todo es fantástico. Los coches de safari empiezan a recorrer los caminos. La tarde cae y la luz se torna anaranjada. Esta prohibido llegar tarde al campamento y son muy estrictos con la llegada. Hay que llegar a la puerta del campamento antes de que el sol se esconda. No se permite recorrer el parque al anochecer por el riesgo que puede suponer.
La vida en los campamentos es diferente a todo. Es una vida dedicada únicamente al avistamiento de animales y todo gira en torno a esto. Los gestos, conversaciones, salidas, llegadas, preparativos, anécdotas, todo es en función de ver animales.
Cae la tarde, salimos de nuevo con nuestro coche a recorrer la selva. Vamos directos al árbol africano, fantástico donde las leonas tenían a cinco cachorros esta mañana. Se trasladan a una pequeña charca y tenemos el privilegio de ser testigos de sus juegos y caricias.
El ranger esta mañana nos dijo que estos cachorros tienen seis meses y que sus madres se apartan de la familia a la que pertenecen hasta que tengan al menos un año para poder protegerlos mejor y que ningún miembro les pueda hacer daño. Nos cuenta Thomas, nuestro ranger que en esta camada eran seis cachorros y ahora hay cinco. No saben que ha podido pasar. Piensan que mientras las leonas fueron a cazar, alguna hiena se pudo llevar al pequeño.
En el campamento hay un equipo de la televisión namibia haciendo un documental. Se acercan a nuestro árbol en dos todo terreno disponiéndose a grabar una escena única. Se van cuando han conseguido unas imágenes inmejorables.
Un signo inequívoco del parque es que si hay un coche parado, es que hay sorpresa. Los animales se mimetizan con la selva y es difícil verlos. Si un coche se detiene, te avisa de que vas a ver algo único.
La water hole del campamento es muy bella. La gente vuelve de los safaris y comienza el espectáculo. Todo el mundo con los prismáticos y cámara preparados para el momento mágico de un atardecer único en el mundo. La charca se vuelve roja, el reflejo del sol naranja, rojo, Hay muchos pájaros que revolotean por todas partes. Nos traemos cervezas y vino sudafricano para contemplar la mejor representación que nos ofrece la naturaleza.
La charca está separada de nuestro campamento por vallas electrificadas. Todavía siguen los dos leones de ayer tarde, Los demás animales se acercan a beber con mucha distancia y cautela. En cuanto se haga de noche, el león volverá a rugir y podremos escucharle aterrados mientras cenamos.
El rugido de un león se puede escuchar hasta a una distancia de 35 kilómetros de distancia. Hoy ha sido un día fantástico. Hemos visto todos los animales del mundo. Ahora otro de los momentos únicos del día, la ducha antes de la cena. El Parque de Etosha es un desierto. Acabamos de tierra hasta las orejas. Nuestro coche esta rojo de tierra. El pelo cada día se convierte en una pasta. La ropa limpia y la ducha se convierten en una sensación única cuando los termómetros han llegado a los 40 grados de desierto.
Mañana para mi tristeza, dejamos Etosha. Namibia es enorme, tenemos pocos días y muchísimo que ver. Me quedaría en este lugar el resto de mi vida. No hay nada que me produzca más satisfacción que vivir esta naturaleza tan brutal. Mañana nos vamos.
16 de noviembre (Parque Nacional de Etosha – Damaraland)
Nos levantamos pronto con rumbo al noroeste de Namibia, las maravillosa zonas desérticas de Damaraland.
Nos separan 75 kilómetros de la salida del parque. Nos vamos deteniendo en las water hole que son los mejores lugares para ver animales. Antes de poner rumbo a la puerta de salida, nos acercamos al árbol donde ayer estaban las leonas con los cachorros. Ya no están. Se han ido seguramente durante la noche.
Me da una pena enorme abandonar este lugar maravilloso, donde se me olvida todo.
Continúan en La belleza de Namibia en 12 días (2 parte)