La costa keniata del Índico
(Continuación de La evocadora e inolvidable Mombasa, un viaje de 24 días por Kenia, quinta parte)
https://sonsolesmeana.com/la-evocadora-e-inolvidable-mombasa/
Un viaje de 24 días por Kenia, sexta parte
Nos vamos de Mombasa, la gran ciudad del Indico. En un matatu (autobús) iremos hasta Kilifi, una de las zonas más bonitas de la costa de Kenia con playas increíbles y preciosos paísajes
Subirse a un matatu es comenzar una lucha. Si el bus tiene 30 plazas, los conductores meten a 60 personas. Son agotadores pero viajar en ellos no puede compararse a nada, son inigualables. Forman parte de una manera insustituible de conocer los pueblos y la vida cotidiana del país. Conseguimos un buen sitio junto al conductor (voy sentada a su lado). Dice que hay 50 km hasta Kilifi mientras mastica hojas de coca como estimulante. Aunque lleva mascarilla y las ventanas abiertas no deja de toser, me tiene hasta las narices.
Se desvía de la carretera, conduce como un suicida y te hace estar en vilo todo el viaje pero viajar en matatu tiene un sabor especial. Nos ha dejado en un punto de la ruta, todavía tenemos que coger un tuk tuk o moto-taxi para llegar a nuestro resort.
Kilifi, una ciudad del Índico
Kilifi es una ciudad en la costa de Kenya, a 56 kilómetros al noreste por la carretera de Mombasa. La ciudad está situada en el arroyo Kilifi y se asienta en el estuario del río Goshi. Kilifi es la capital del condado de Kilifi. Es conocida por su playa y por las ruinas de Mnarani. La ciudad de Kilifi se encuentra a ambos lados del estuario y está unida por el Puente de Kilifi que da al estuario.
Por fin, llegamos al lugar que hemos elegido para dormir la primera noche. El “Kilifi Bay Beach Resort” es un macro lodge enorme, bonito, confortable y agradable. Tiene una enorme piscina donde no se baña nadie salvo nosotros. Nos ubican en una bonita palloza o cabaña con muebles swahilis, cama con mosquitera y el Índico sublime delante de nuestras narices. Dicen que mañana hay una convención, hoy todo el personal para nosotros solitos.
Vamos a acercarnos a cenar al “Nautilus Restaurant“, un restaurante de pescados, situado en plena ría de Kilifi, propiedad de un suizo.
El restaurante del suizo es soberbio situado junto al mar con una atención exquisita y muy buena comida pero la vuelta a nuestro resort la tenemos que hacer en moto porque es muy difícil encontrar un taxi o tuk tuk de noche.
Mañana seguiremos nuestra ruta por la costa keniata, llegando a Malindi, otra ciudad costera del Océano Índico. En la estación de autobuses nos buscaremos la vida.
Malindi
El matatu al que nos hemos subido en la estación de autobuses de Kilifi (ocho de la mañana) sigue sin salir y ya son las diez, esto es África. No arrancará hasta que no se llene, estamos hasta las narices de esperar y ver pasar la mañana, así que, negociamos un taxi a Malindi (2000Ks) y de un salto, bajamos del matatu, dejando al conductor vociferando al ver que pierde dos clientes.
El taxista nos tiene que dejar en el resort porque eso es lo que hemos pactado. Tras hora y media de ruta por una carretera más o menos pasable, llegamos a Malindi. No queda otra que preguntar a la gente donde narices se encuentra el resort. Cada uno dice una cosa lo que hace que nuestro taxista comience a canturrear su nuevo discurso: el resort “is very fast” que en África significa “me vas a pagar más“.
Tres kilómetros de un camino infernal y llegamos al resort
Se nos cae el alma a los pies. No sale nadie a recibirnos. Lo habíamos reservado por Internet. Escucho a Xaquín comentar a mi espalda, “nos hemos equivocado”. Irnos ahora con lo que nos ha costado llegar aquí, es un palo, quedarse casi peor ¿qué podemos hacer?.
En ese momento, una mujer regordeta aparece por una puerta con aspecto progre y con una sonrisa de oreja a oreja. “Soy Salma y mi marido se llama Edu. Es hijo de un español que se asentó aquí en 1947. Mi suegro se llamaba Iñaki y era vasco”.
El resort de Salma y Edu es muy básico, es un lugar para mochileros. Nos instala en una tienda de campaña-choza algo indeterminado, llena de alfombras con poco mantenimiento o ninguno y dos grandes hamacas para echarse la siesta.
No hay luz hasta las siete de la tarde y la playa (nuestra cabaña no tiene vistas al oceáno) está desierta. Unos pescadores trajinan pescando unas langostas que tienen una pinta cojonuda.
Nuestro próximo destino es la ciudad de Lamu. Le comentamos a Salma la idea de ir en coche pero dice que imposible, “a Lamu hay que ir en avión“. Esto no hay quien lo entienda. Nos habían dicho que desde Malendi a dos o tres horas de carretera estaba Lamu. Habrá que hacer caso a Salma y dejar que nos negocie unos billetes de avión con sus contactos.
Insuperable el Índico, amplio, arena blanca, templado, bravo, infinito, misterioso
En la inolvidable playa no hay nadie. Tras un baño, la comida resulta espectacular, pescados de sabores olvidados. En el campamento de Salma y Edu, las cabañas están construidas sobre la arena de la playa.
En las hamacas de la cabaña, la siesta se convierte en una experiencia única, arrullados por el murmullo de las olas y la brisa del Índico.
Nos ha hecho la cena, Edu, hijo de vasco y sudafricana de origen holandés. Esta tarde le habíamos encargado a Salma unas langostas de las que se pescan en la playa. Edu ha triunfado, menuda cena. Una enorme bandeja con dos langostas, langostinos, gambas, distintos pescados y muchos vegetales, un buen homenaje.
En el campamento de Edu y Salma, una bandera española da la bienvenida a los viajeros. Edu no ha ido nunca a España pero sabe hacer paella. Recuerda de pequeño ver a la hermana de su padre, prepararla. Le encanta cocinar, dice que tiene alma de chef.
Un curioso fenómeno de evasión de criminales en la costa del Índico
Edu cuenta que antes estuvo casado con una italiana. Malindi es una pequeña ciudad entre Mombasa y Lamu, uno de los destinos más turísticos de Kenia. En Malindi hay una importante colonia de italianos. En cuanto llegas, te das cuenta de que es el paraíso de los italianos, pizzerias, helados, cafés, tiendas de productos italianos, etc. El sabor a Italia se respira en cada esquina.
En la década de los 80, algunos italianos escaparon aquí para evadir taxas e impuestos, otros huyeron perseguidos por la policía. Eran delincuentes, mafiosos que se refugiaron en este lugar. La policía siempre hizo la vista gorda a cambio de mordidas, el “yo no he visto nada, yo no he oido nada” era algo habitual. Desde hace poco, la cosa esta cambiado y la policía extradita a los delincuentes.
Todavía en Malindi hay mucha heroína, coca, crack, etc. Las mafias se refugian aquí. Las drogas las traen desde Mombasa. Interpol reclama a los evadidos y la policía keniata empieza por fin a devolverlos a casa. Por si fuera poco, Edu que es un tipo interesante, habla de esta zona como refugio de pedófilos (no de chicos y chicas de 14 o 15 años sino de 8, 9 o diez años, niños muy pequeños)
Mañana nos vamos a Lamu en avioneta. Espero que el viaje sea corto porque no soporto subirme a un minibus con alas