Los Tanekas en la República de Benin

Ultima etapa de un viaje de dos meses por África

22 de febrero

La República de Benin es un gran país. Situado al oeste de África, Benin es una larga franja de tierra ubicada perpendicularmente al Golfo de Guinea. Al norte limita con las fronteras de Burkina Fasso y Niger, al este con Nigeria y al oeste con Togo.

El país se divide en cinco zonas naturales: la franja costera, de apenas 124 kiómetros de largo. Las dos altas mesetas centrales compuestas de sabanas. La montañosa región del noroeste que contiene las principales reservas de agua del país y las fértiles llanuras del sudeste, que son el granero de Benin.

Desde Cotonou, la capital, a orillas del Atlántico hasta la mitad norte tiene un clima tropical. El paisaje es exuberante lleno de palmeras y vegetación, los ríos africanos cruzan el camino. Es un regalo para la vista del viajero. Cientos de poblados salpican ambos lados de la carretera. 

La República de Benin tiene una gran riqueza tradicional de etnias, Yorubas, Aizos, Fon, los Adja, los Tanekas, etc. Un verdadero mosaico de culturas que conviven en paz en este maravilloso país.

Djoudu, territorio de los niños malditos

Hemos estado unos días en el Parque Nacional de la Penjari, una exuberante sabana en la que habitan muchisimos animales salvajes, leones, búfalos, guepardos, cocodrilos antílopes, etc. A la vuelta de la Penjari, hemos descartado acercarnos a la pequeña ciudad de Tanguieta para conocer el colegio de niñas prematuramente casadas porque se encuentra en la frontera con Burkina.

Elefantes en la Penjari en una mare (Benin)

La frontera entre Burkina Faso y la República de Benin se ha convertido en un nido de yihadistas a la caza de su presa. Así que nos vamos a Djoudu, territorio de “los niños malditos“. Se les llama niños malditos porque la gente cree que traen mala suerte al poblado o a la tribu. Ser un niño maldito es nacer de nalgas, que te salgan los dientes de arriba antes que los de abajo, nacer gemelos o tener alguna malformación congénita. El poblado decide exterminarlos.

Hace unos años, Xaquín vino a rodar un “Informe Semanal” sobre el tráfico de niños en el Golfo de Guinea y sobre “los niños malditos. Un obispo africano se dedicaba a recogerlos en un orfanato librándoles de una “terrible selección natural”.

De vuelta del Parque Nacional de la Penjari, nos vamos a hospedar en el que dicen que es el mejor hotel de Djoudu, El Motel du Lac. Es un hotel viejo que se cae a pedazos lleno de desconchones. La habitación es cutre, limpia y con mosquitera. Los dueños del hotel son argelinos y encantadores.

Motel du Lac en Djoudu en la Republica de Benin

Se come bien y te preparan cuscus y tallín. El Motel du Lac se encuentra siempre envuelto en una nube de polvo rojo porque la carretera que va a Burkina (sin asfaltar) pasa por delante y tiene mucho trasiego de camiones y trailers llenos de algodón y de otras mercancías. La dueña dice que no lo piensa arreglar hasta que no asfalten la carretera.

La piscina esta vacía, abandonada. La tierra roja se ha comido medio vaso contrastando con el azul de sus paredes. El hotel es muy decadente pero tiene algo que te hace sentir a gusto. Es un placer ver pasar los camiones hacia Burkina. Esto es el África más auténtica. 

La gente del hotel nos ha gestionado un coche para mañana. Hay que conocer como viven los Tanekas. Es una etnia que habita distribuida en varios poblados, aislados del mundo entre montañas como tantas tribus africanas.

Una mujer taneka con su bebe en Djoudu en la Republica de Benin

Las tribus Tanekas

El País Taneka está ubicado en los alrededores de Djoudu. Los Taneka son un pueblo tranquilo que vive en pequeños poblados rodeados de bosques sagrados. Las casas son redondas unidas por muros de barro y cubiertas por curiosos techos de forma cónica.

Nada más llegar al primer poblado Taneka, nos sale al encuentro a modo de recibimiento un brujo con taparrabos exactamente igual que a los colonizadores victorianos cuando se internaban en cualquier tribu africana. Nada parece haber cambiado. Llevan aislados cientos de años.

Esta fumando una enorme pipa. Nos da la bienvenida y se pierde entre la vegetación que rodea su village. 

El brujo taneka sale a recibirnos en la Republica de Benin

Esta gente nos enseña el árbol donde hacen la circuncixión a los jóvenes delante de todo el pueblo.

Una chica de un poblado taneka en la República de Benin

La ruta entre las chozas es una pasada. El poblado es ancestral, prehistórico y muy primitivo. Viven exactamente igual que cuando llegaron los primeros blancos procedentes de Europa. Grupos de cinco o seis chozas se distribuyen en torno a un espacio común donde se cocina y se hace la vida.

Chozas de un pueblo taneka en la República de Benin

Huele a comida. En Africa se cocina en la calle y los Tanekas ya están en ello. 

Vamos visitando las chozas, de una en una, disfrutando de las escenas cotidianas. Conociendo su modo de vida. Los niños y las mujeres salen de sus pallozas para vernos, sienten curiosidad. 

Un hombre en su choza en un pueblo taneka republica de Benin

Nos llevan ante un viejo anciano de cara centenaria, apergaminada y enjuta. Nos tiene que dar la bendición. Es inevitable porque sería una falta de respeto no aceptarla. Así que ya estoy postrada ante el anciano que me toquetea poniendo sus dedos en mi frente, nuca y pies descalzos mientras pronuncia una ininteligible letanía. No me queda otra, aquí no hay escapatoria. 

Conocemos donde entierran a sus reyes, dinastía a dinastía, bajo unos pedruscos formando la parte sagrada de la village.

Nos quiere recibir el rey

Llega acompañado de su mano derecha, bastón de mando y atuendo real. Nos recibe en una choza más grande y aparatosa que las demás.

Es orgulloso, altivo y actúa como rey. Tras saludarnos, se sienta literalmente en su trono. Su mano derecha, nos explica que el rey soluciona cualquier problema que plantea la comunidad. Si una mujer quiere divorciarse, intenta intermediar, disputas, malos entendidos o conflictos los zanja de golpe.

Nos vamos que el sol aprieta. Ha sido una visita fantástica. Parece mentira que existan en el mundo lugares como este. Dos días en Djougu. No hemos tenido tiempo de buscar al obispo que hace años recogía a los niños malditos salvándoles de una muerte segura. Nos vamos de retirada a Cotonou porque nuestro avión a España sale en cuatro días.

Un hombre en un poblado taneka en la República de Benin

Otra vez nos dejamos caer por La Casa del Papa en Oudja

Antes de coger el avión nos volvemos a dejar caer por “La Casa del Papa” en Oudja. Un lugar para entrar y no salir.

“La Casa del Papa” esta situada entre el Oceáno Atlántico y una laguna. Es un paraíso para ver pasar el tiempo escuchando rugir al mar, observando a los pescadores trajinar de la forma más ancestral. Es una maravillosa playa de aguas transparentes y arena blanca con cocoteros y poblados de pescadores que habitan en originales casas construidas a un par de metros del agua.

Un sitio para conocer la pesca más arcaica. La gente de cada poblado echa las redes al mar y por la tarde las recogen. Participa todo el pueblo. Hombres mayores, jóvenes y niños acompañados de tambores pero son las mujeres las que con sus grandes cestos en la cabeza esperan el tesoro del mar para llevarlo a vender al mercado. 

Benin es la esencia del África negra

Este país me gusta mucho. Me parece la esencia de África. Lo tiene todo. Un paisaje variado y diferente entre el norte y el sur. Un país absolutamente increíble, pequeño, tranquilo, siempre te falta tiempo. Es fascinante. Quizás sea uno de mis preferidos.

Benin fue el primer país africano que conocí

Además, la “Casa del Papa” nunca decepciona.

Se acaba este sueño

Llegamos al final de nuestra licencia de dos meses viviendo en África. Estamos de vuelta en Cotonou para coger nuestro avión a Madrid.

En el “Hotel du Lac” de Cotonou apuro las últimas horas de este paréntesis en mi vida, en el que me he alejado de mi trabajo, compañeros, amigos, familia, casa y barrio. 

Dejar mi vida y venirme a recorrer, conocer, absorber todo lo que pueda ha sido una de las mejores experiencias y aprendizaje que he tenido. Sabia que iba a ser fantástico.

No tengo ganas de retomar mi vida, ni el pulso de los días en Madrid. 

No me satisface la vida que llevamos en nuestra “vida de bienestar” llena de lastres y cadenas. Me falta libertad. Me cuesta volver a la sociedad en la que vivo llena de “miserias“.

En África, durante estos meses, he conocido la pobreza más extrema. He visto la peor cara de lo que representa el extremismo islámico, terroristas sanguinarios, sádicos pero también he conocido lo mejor del ser humano. Gente hospitalaria, generosa, alta de miras, honesta, llena de esa dignidad que otorga la pobreza.

Quería un paréntesis en el que pudiera conocer otras realidades, profundizar alejándome de una vida de confort. Quería dos meses para Xaquín y para mi, sin interferencias, sin nada más que nosotros dos.

Ha supuesto una nueva realidad que ha dado más sentido a mi vida

Sopla la brisa del Atlántico en Cotonou.

Me duele de nuevo dejar África

El polvo rojo de las pistas, los vendedores que se acercan a los coches, la suciedad, la música, la comida, lo inesperado, improvisar, decidir sobre la marcha, los mosquitos, las arañas que pican por la noche, la alegría de la gente, policías que controlan el tráfico de la ciudad bailando y el miedo, el miedo.

Todavía no he abandonado el continente maldito y ya solo pienso en volver. Mañana nos vamos a Casablanca en nuestro camino de vuelta a Madrid después de dos increíbles meses viviendo en Africa. 

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