Etiopía, el conflicto de Tigray

La guerra de Tigray

28 de noviembre

Por fin vuelvo a África. Ya no podía soportar más su ausencia.

El viaje ha sido fantástico con Ethiopian Airlines y conexión en Frankfurt.

La vida en Madrid desde el pasado mes de marzo cuando comenzó la pandemia se ha vuelto insoportable. Nos dimos de bruces con el Covid 19 nada más bajar del avión al finalizar nuestra licencia de dos meses en Nigeria. El día a día en Madrid transcurre entre zonas perimetradas, distancia, aislamiento, enfermedad y muerte. No existen planes ni futuro.

Ya sé que es arriesgado coger un avión en estos momentos, cruzar fronteras, abandonar la seguridad de tu casa, empresa o país pero prefiero volver a sentir mi vida y mi libertad. No quiero ver pasar los días escritos con las mismas letras, sin imprevistos ni sorpresas.

Tenía billetes para Nairobi, un lugar donde me gustaría vivir. Mi plan era recorrer Kenia porque ahora es buen momento, no hay turismo por la pandemia. Pero en Tigray (Etiopía) hay un “un conflicto olvidado”. El Gobierno de Etiopía libra una guerra contra la población de la región de Tigray. El frente de guerra está a 800 kilómetros al norte de Adis Abeba. Va a ser difícil conocer la situación sobre el terreno porque el ejército ha cerrado toda la zona a cal y canto.

Dos mujeres vendiendo verdura en Adis Abeba

Desde mi licencia de dos meses viviendo en Nigeria, algo ha cambiado en mi, ya no soy la misma. Un profundo abismo me aleja de todo lo que me rodea. No me interesa lo que me aporta la sociedad “de confort” en la que vivo. Ahora, quiero conocer sobre el terreno los conflictos olvidados y si son en África, mejor.

En este viaje a Adis Abeba, nos acompaña Ana Picazo. Es la fundadora y directora de la ONG, Cielo 133. Tiene varios proyectos en Dever Liébanos, entre ellos, un orfanato. La ayudamos a traer varias maletas de ayuda humanitaria.

Nos habían avisado que la situación actual de Etiopía con un conflicto en el Tigray hace inviable conseguir un visado y pasar la frontera. Todo mentira. Nos han dado el visado de turista en el aeropuerto sin ningún problema.

No tenemos claro que vamos a hacer ni hacía donde vamos a tirar.

Dejamos a Ana sufriendo con sus siete enormes maletas, la heredada y terrible burocracia soviético etíope en el aeropuerto. Lo primero instalarnos en Adis. Hemos elegido el “Hotel Caravane”. Nos hospedamos aquí, hace cinco años, limpio, barato y con una habitación inmejorable.

La gran batalla africana comienza a la hora de cambiar moneda. Lograr doscientos euros de cambio se convierte en misión imposible. En el primer banco (estamos agotados del viaje, casi 40 horas sin tumbarnos en una cama), no tienen cambio a euros. En el segundo banco, la máquina para comprobar si los billetes son falsos o no, no funciona. Un tercer y un cuarto banco. Ha pasado más de una hora y continúan haciendo averiguaciones. Entre el agotamiento que tenemos y el desgaste de esta situación tan surrealista, casi nos comemos vivo al último director.

Comprar una tarjeta SIM local se convierte en otra misión complicada. Un formulario con cientos de datos. Con que falte un solo dato, la operadora de Telekon se queda bloqueada y su aplicación informática con ella.

La chica quiere un número etíope y no hay manera de hacerle entender que estamos comprando una tarjeta SIM para poder tener un número etíope. Somos españoles y nuestro número de teléfono es español. Otra hora y media para que la operadora entienda el problema.

Nos encontramos una ciudad bastante concienciada con el Covid. Casi todo el mundo lleva mascarilla y es obligatoria en interiores.

Una mujer con mascarilla en Adis Abeba

El “Hotel Caravanne” se encuentra en el barrio popularmente conocido como “Chechenia“, o “barrio de las mujeres” como dicen por aquí, prostitución pura y dura, garitos, chicas en cada esquina, consultando su móvil a la caza del cliente.

Así que el barrio tiene ambiente garantizado. Donde hay putas, hay restaurantes, bares y música. La noche de Adis también se llena de perros callejeros patrullando la ciudad y velando por la seguridad del barrio.

Triunfan los garitos donde la gente come carne cruza. En el chiringuito, despiezan una pieza de vaca o de oveja, la sirven en pequeños trozos, cruda y con unas cervezas, o unos tés se las comen con las manos, con un par de cojones.

Junto al “Hotel Caravane” hay un restaurante francés “La Mandoline”. Vamos a cenar en su terraza. Nos hemos encontrado con una ciudad muy fría en esta época del año´. No hemos venido preparados, apenas un jersey y una cazadora de puro milagro. Adis se encuentra a 3.000 metros de altura.

“La Mandoline” tiene una terraza estupenda pero te quedas pajarito con el frío que hace en esta época. El dueño es un francés setentón que viene raudo a cotillear y entablar conversación con los dos nuevos blancos del barrio. En África, entre blancos siempre hay un guiño a la complicidad.

En cuanto abrimos la boca, nos ofrece a su amigo, dueño de una agencia de viajes que nos puede ayudar para movernos por el país. Nos da su contacto. Plantarnos en Tigray, norte del país por carretera y con visado de turista es tener todas las papeletas para que el ejercito nos eche para atrás sino algo peor. Volar a La Libela sería una buena opción porque llegariamos en una hora aunque hemos oído que se han suspendido todos los vuelos al norte.

No hemos ni probado un bocado de la cena cuando Pedro, un funcionario de la UE nos llama para decirnos que el conflicto de Tigray se ha sofocado y que la guerra de Etiopía se ha acabado. Lo están celebrando ahora en Piazza, la parte más antigua de Adis Abeba. Nos viene a recoger a nuestro hotel.

En Piazza no hay ni un alma, así que nos vamos a buscar a Carlos, un fotógrafo argentino que nos ha dado varías claves antes de volar a Etiopía. Trabaja para France Press. Tiene una casa fantástica como son las casas de los expatriados que trabajan aquí. Su mujer es una chica española muy simpática. Tienen dos bebes y un cachorro juguetón que ha acabado con los cordones de mis botas.

Junto a una chimenea se abre una cristalera a un fantástico jardín africano donde nos vamos a tomar unas cervezas. Nos acompañan una pareja de franceses con sus hijos recién llegados a Adis, procedentes de Nigeria. También trabajan para la UE. Entre cerveza y cerveza, charlamos sobre la vida en Etiopía y en África, sobre la situación de Tigray y la vida de los expatriados.

Es gente interesante. Todo lo que cuentan interesa. Están encantados en África, disfrutan de ese regalo que les ha dado la vida. Me dan mucha envidia. Pedro es un manchego de Casas Ibañez generoso y buena gente, ayudándonos sin esperar nada a cambio. Encantador y buen conversador lleva siete años trabajando aquí. Se ha interesado por la pareja de periodistas que en sus vacaciones vienen a conocer un conflicto olvidado.

África esta llena de “Pedros”

Una casa entre los nuevos edificios de Adis Abeba

29 de noviembre

Amanece un día gris y frío en Adis Abeba.

Nos ha invitado Pedro a comer en su casa.

Su casa también es estupenda con un jardín y una agradable terraza donde yo me pasaría la vida, disfrutando de los olores y sonidos de África.

Nos acompaña, Agneta, arquitecta y aventurera griega. Me deslumbra desde el primer momento. Lista, ágil, locuaz, habladora, canaliza todas las conversaciones pero no con prepotencia, sabe estar, aporta contactos e ideas. Vivió en Adis un tiempo pero se ha cansado de los etíopes “demasiado soberbios, altivos, distantes y complicados”. Ahora vive en Atenas pero está visitando a los amigos de esta ciudad.

30 de noviembre

La comunidad trigriña en Adis durante el conflicto de Tigray

La comunidad tigriña solo representa el 6% de la población etíope (de unos 110 millones), pero su partido, el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF) dominó durante décadas la federación de partidos multiétnica de Etiopía. Hasta que llegó al poder en 2018 Abiy Ahmed, de la etnia oromo, con intención de superar esta división. El distanciamiento entre ambas partes ha acabado en conflicto después de que el Gobierno acusara al TPLF de armar milicias y de atacar una base militar. El ejercito respondió en una guerra en la que no hay cifras oficiales de victimas, pero que ha causado la huida de decenas de miles de personas a Sudán.

Amanece un día radiante en Adis. Es un día para decidir. Tenemos varias opciones.

1 de diciembre

Seguimos bloqueados. Etiopía es un país complicado, las cosas van despacio. Nos estamos reuniendo con ciudadanos de la etnia tigriña que viven en Adis. Esta guerra los ha puesto en la diana. Según nos cuentan y podemos observar, hay redadas y detenciones selectivas y también una persecución de puertas para adentro. Nos lo cuenta una chica que trabaja en una tienda en un barrio de la ciudad. Textualmente nos dice que no se siente bienvenida entre la gente de Adis por trigriña. “Hay mucho resentimiento hacia los trigriños”.

También un general represaliado por trigriño se reúne con nosotros en un parque de la ciudad. Tiene mucho miedo. Hemos entrevistado además, a estudiantes del Tigray preocupados por su futuro y a trabajadores. Las entrevistas las hacemos en el interior del coche, camuflándonos en el tráfico de la ciudad. Todos coinciden en lo mismo, están sufriendo una persecución encubierta en la propia capital.

La gente tiene miedo. Esto es una dictadura y todos desconfían de todos. Tenemos el animo por los suelos.

Unos maniquíes en Adis Abeba

El pueblo tigriño protagonizó una de las revoluciones africanas más sorprendentes del siglo pasado. En 1991, los guerrilleros del norte tomaron Adis Abeba y derrocaron al régimen comunista de Mengistú Haile Mariam. Se hicieron con el poder y alimentaron el sueño de un gran Tigray independiente que incluyera a la vecina Eritrea, donde la mitad de la población es de su misma etnia. Durante casi 30 años, el dinero del Estado financió al TPLF, modernizando la región.

Así son los viajes por África. Hay días difíciles y complejos, tirarías la toalla pero siempre siempre una puerta se abre.

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